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miércoles, 30 de noviembre de 2011

CHILE: Objetivos de Desarrollo del Milenio Tercer Informe del Gobierno de Chile. AÑO 2010

 

En septiembre del año 2000, los líderes mundiales se reunieron en las Naciones Unidas para
suscribir los ocho Objetivos del Milenio para un desarrollo más humano, justo y
equilibrado, y que los distintos países se comprometieron
a alcanzar antes del año 2015. Transcurridos 10 años desde entonces, es tiempo de hacer un
 balance de lo logrado hasta ahora.
Lamentablemente, en términos globales los avances obtenidos no han ido a la velocidad que
nuestros pueblos necesitan y merecen. Y Chile, si bien ha tenido logros notables, no
ha sido la excepción. En efecto, del análisis de la evolución de los indicadores comprometidos
 por nuestro país en 2000 y 2005, se concluye que sólo un tercio de ellos han sido alcanzados. Ello constituye un serio llamado de atención sobre la eficacia de algunas de nuestras políticas sociales
y nos pone en la urgente necesidad de identificar posibles errores, enmendar el rumbo y acelerar el paso
 para poder cumplir, y ojalá superar, cada una de las metas trazadas en el plazo propuesto.
En materia de lucha contra la pobreza, por ejemplo, si bien habíamos tenido progresos muy
 importantes que nos permitieron reducirla desde un 39% en 1990 a un 13,7% en 2006, en los
 últimos cuatro años esa tendencia se revirtió.
En efecto, entre 2006 y 2009, pese a que el gasto social se incrementó de manera muy significativa,
 la tasa de pobreza en Chile aumentó al 15,1% de la población, llegando a afectar a más de dos millones
y medio de compatriotas, 350.000 más que cuatro años atrás. Además, al menos otros dos
millones de chilenas y chilenos viven en una situación de pobreza encubierta, esto es, con el temor permanente de perder su trabajo, de enfermarse o de llegar a la vejez, pues ello les podría significar
 caer también en la pobreza. Cuando asumí como Presidente de la República, el pasado
11 de marzo, luego de 20 años de gobiernos de centroizquierda, me comprometí a hacer un muy buen gobierno para todos los chilenos, pero con un cariño y preocupación especial por quienes más lo necesitan: las dueñas de casa, los adultos mayores, los discapacitados, la clase media abandonada y los más pobres.
Respecto de los últimos, nuestra meta es erradicar la pobreza extrema antes del año 2014 y sentar
las bases para terminar con la pobreza antes que termine esta década. Ello no sólo constituye un imperativo
moral, sino que, además, es la mejor inversión que podemos hacer desde un punto de vista
político para fortalecer la democracia, desde un punto de vista económico para potenciar el
desarrollo, y desde un punto de vista social para conquistar una sociedad más justa, fraterna
y pacífica.
Sabemos bien que se trata de metas muy audaces y ambiciosas. Pero son, también, plenamente factibles de alcanzar para esta generación, la generación del Bicentenario. Y si se trata
de causas justas y posibles, entonces nada ni nadie puede desviarnos de cumplirlas.
¿Cómo lo haremos?
Enfrentando a la pobreza de manera integral, a través de dos tipos de instrumentos, igual
como las dos hojas de una tijera cortan el papel: los que atacan sus causas y los que alivian
sus consecuencias.
Respecto a las causas de la pobreza, sabemos que ellas son múltiples y de distinta naturaleza, pero
 existen al menos tres que la impactan con especial fuerza: la falta de trabajo, la mala calidad de la
educación y la debilidad de la familia.
En cuanto a lo primero, nos hemos propuesto volver a crecer al 6% promedio anual, el doble
del crecimiento promedio de los últimos cuatro años, y crear un millón de nuevos y buenos
empleos entre el 2010 y el 2014. Hasta ahora, todas las cifras y proyecciones que hemos
conocido demuestran inequívocamente que vamos muy bien encaminados en esa dirección.
Ese millón de nuevos empleos nos van a permitir darle trabajo a cientos de miles de jóvenes que se van a incorporar al mercado laboral en los próximos años y, también, abrirle las
puertas del mundo del trabajo a la mujer, cuya participación en la fuerza laboral en Chile es
todavía inferior a la de otros países del continente.
Respecto de lo segundo, nos hemos propuesto mejorar de verdad y dónde importa, que no
es en los discursos y las palabras, sino en la sala de clase, la calidad y equidad de la educación que
 reciben millones de nuestros niños y jóvenes. Para ello, estamos modernizando la
carrera docente, de manera de atraer a ella a los mejores talentos de que dispone el país y
estamos incrementando significativamente la inversión pública en nuestro sistema escolar, a
cambio de lo cual exigiremos mejores resultados de aprendizaje a los directores de escuela, a
los profesores y, por cierto, a los propios alumnos. Además, estamos invirtiendo fuertemente
en ciencia, tecnología, innovación y emprendimiento, porque ellos serán los grandes motores del
desarrollo en esta sociedad del conocimiento y la información.
En tercer lugar, estamos implementando una ambiciosa agenda para fortalecer la familia.
Porque muchos de los males de la modernidad que afectan a nuestras sociedades, como la
delincuencia, la droga, el alcohol y el embarazo adolescente, sólo podrán ser enfrentados con
eficacia si contamos con familias fuertes y sanas, donde sus integrantes puedan recibir y dar
amor, acogimiento y formación. A tal efecto, estamos aumentando el ingreso de las familias
más pobres a través de subsidios públicos focalizados en ellas, extendiendo la cobertura y
horarios de las salas cuna y jardines infantiles, y flexibilizando nuestra legislación laboral, mediante la incorporación de formas modernas de contratación, como el teletrabajo o trabajo desde el hogar, que
 van a permitir a más mujeres trabajar sin necesidad de descuidar sus roles de madres o
esposas. Adicionalmente, hemos puesto en marcha los programas Vida Sana y Vida Nueva, para prevenir con eficacia y rehabilitar a tiempo a los niños y jóvenes que caen en las garras de la delincuencia, la
droga o el alcohol, así como el programa Chile Protege, que busca enfrentar la violencia
al interior del hogar con técnicas modernas de prevención, como el brazalete electrónico y otras medidas cautelares de reconocida eficacia.
Todas estas acciones, si bien son fundamentales para luchar contra la pobreza y la desigualdad,
 toman tiempo en generar resultados fecundos. Por eso, estamos poniendo en marcha una serie de medidas concretas orientadas a enfrentar las consecuencias de la pobreza y que básicamente buscan mejorar la eficiencia, transparencia y focalización del gasto social.
La primera de ellas es la implementación, a partir de 2011, de un Ingreso Ético Familiar. Sabemos que la brecha de la pobreza en Chile, esto es, el porcentaje del ingreso nacional que tendríamos que transferir a
los más de 2,5 millones de personas que viven bajo la línea de pobreza para permitirles dejar atrás esa condición, es inferior al 1% del producto nacional bruto. Este Ingreso Ético Familiar va a suplementar, a través de diversas transferencias gubernamentales, el ingreso de las familias más pobres y de clase media vulnerable, de manera de asegurar a todos sus miembros, incluidos la mujer y los hijos, un piso mínimo
 que les permita superar la línea de la pobreza.
Pero no queremos transformar a los más pobres en sujetos pasivos y dependientes del
Estado ni desincentivar el esfuerzo que la propia familia pueda hacer para salir adelante.
Porque ninguna ayuda estatal puede reemplazar el esfuerzo de las propias familias. Es por
ello, que este Ingreso Ético Familiar va a estar condicionado al cumplimiento de requisitos
fundamentales, como que los niños tengan sus exámenes y controles de salud al día, que
asistan regularmente a la escuela o que quienes tengan edad para trabajar estén trabajando,
capacitándose o buscando trabajo.
En segundo lugar, estamos tramitando en el Congreso Nacional un proyecto de ley que creará
el Ministerio de Desarrollo Social. Este Ministerio será el encargado y responsable de coordinar todas las políticas orientadas a erradicar la pobreza y reducir los niveles de desigualdad
excesivos que existen en Chile. Entre sus funciones prioritarias estará la de evaluar ex ante y
monitorear ex post todos los programas sociales, de manera de potenciar los más exitosos y
corregir a tiempo aquellos que no estén obteniendo los resultados esperados. De este modo,
nos aseguraremos que los recursos del gasto social lleguen, efectivamente, a la gente que lo
necesita y no sean despilfarrados ni se queden entrampados en la burocracia.
En tercer lugar, vamos a aumentar la frecuencia con la que medimos la pobreza en Chile,
de manera de hacer los cambios y correcciones a tiempo y no tener que esperar años para
detectar errores u omisiones. Y también, siguiendo las recomendaciones de un panel de
expertos de todas las tendencias políticas, estamos perfeccionando la Ficha de Protección
Social, que es el principal instrumento de focalización de las políticas y gastos sociales a fin
de evitar abusos, discriminaciones y errores en su asignación.
Son muchos otros los desafíos que nos plantean los Objetivos del Milenio y nuestro Gobierno
reitera su compromiso y voluntad de alcanzar cada uno de ellos. Porque como nunca antes en
nuestra historia, tanto en Chile como en América Latina, tenemos todo para superar la pobreza, alcanzar desarrollo y crear verdaderas oportunidades de progreso material y espiritual, que
les permitan a todos y cada uno de nuestros compatriotas tener una vida más plena y feliz.
Sebastián Piñera Echenique
Presidente de la República de Chile

Para ver el informe completo ir al siguiente sitio

http://www.pnud.cl/odm/tercer-informe/Tercer%20Informe%20Nacional%20ODM%20Chile%202010.pdf

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