I.
Coyuntura nuestroamericana
Algo viene cambiando acelerada
y violentamente en el mundo: para unos, se trata de una nueva crisis coyuntural
o cíclica de mediano plazo; para otros, se trata de una época de cambios
transformadores conducentes a un capitalismo neomodernizado y humanoide, y para
algunos, estamos asistiendo a un cambio epocal, a un cambio de época. Las
pos-neo-modernidades que encarnan la opresión, la explotación, la dominación,
el estadocentrismo sociofóbico, el sociocentrismo estadofóbico, la
globalización neoconservadora y el imperialismo global humanofóbico están
cuasiderrumbándose por sus propias quimeras, entelequias y fantoches.
Evocando a Marx y Engels, hoy
podemos decir que un fantasma está recorriendo nuevamente el mundo capitalista:
el socialismo de siglo veintiuno, uno de cuyos imaginarios es el
rechazo intelectual y militante, cada vez más multitudinario y radical, a una
globalización imperial depredadora que persiste en poner en peligro la vida
humana, animal, mineral y el destino mismo de nuestra Pachamama, nuestra Madre
Patria Tierra. Imaginario que está siendo simbolizado y encarnado por el
pensamiento y la acción operativa y estratégica de pueblos, naciones, clases, etnias
y multitudes antes excluidas, explotadas y marginadas –especialmente de nuestra
América-, hoy incipientemente asumiéndose como sujetos de derecho, de justicia,
de paz y de democracia participativa y protagónica, enriquecida por
imaginarios, simbolismos, mitos y utopismos de humanidad, recogidos por el
budismo, islamismo, cristianismo y otras religiones originarias, pero
fundamentalmente por aimaras, quechuas, aztecas y mayas, para sólo nombrar
algunos cuanta civilizatorios de
nuestra América.
No obstante lo anterior, algo sigue caotizándose,
entropizándose a propósito del maremoto económico-financiero que está
estremeciendo los cimientos del capitalismo imperial, pero fundamentalmente,
por la estrategia del divide y vencerás, de fragmentación, destrucción e
imposición de modelos políticos, culturales, económicos, ecosistémicos y
civilizatorios occidentalizantes que pretenden erguirse sobre las ruinas de las
diferencias orientales, sureñas, africanas y específicamente
indoafrocaribeñas, hoy en proceso incipiente de hermeno-onto-epistemización
diferencial y descolonial (Mignolo, 2007; Dinamarca, 2004; Amin,1988; Said,
1996).
En nuestra América los espectros de Marx, Engels,
Descartes, Espinoza, pero también de iluministas, socialistas utópicos y científicos
y tantos otros excelentes eurocéntricos de los siglos XVIII, XIX y XX,
embargaron los testimonios de vida de próceres, héroes y heroínas de los
procesos independentistas, autonomistas, soberanistas y liberacionistas de
ayer y de hoy, desde el sur del Río Grande hasta la Patagonia pasando por
Centroamérica y el Caribe anglo-francófono.
No fue casual que Bolívar en 1826 (Pidival 2004)
dijera que los Estados Unidos “parecen estar destinados para plagar de miseria
a nuestra América en nombre de la libertad”; tampoco que uno de los
libertadores, el general pernambucano de Bolívar, José Inácio de Abreu e Lima,
escribiera en 1855, a pocos años de haber sido publicado el Manifiesto
Comunista, un libro hoy cuasidesconocido: O
socialismo, en donde escribió: “Somos, en verdad, socialistas, pero entiéndase
bien, discordamos en gran parte de los maestros de esas doctrinas y sólo
aceptamos de ellas lo que sea aplicable a nuestra presente situación”
(MPPCI-RBV, 2005).
A ya casi ciento
sesenta años de esta publicación, la compleja realidad del mundo actual se
explica ya no al estilo de la sociología clásica por factores sociales,
sino por fuerzas demonológicas impersonales como el miedo colectivo y El Terrorismo, la exacerbación de la
inseguridad, la delincuencia y los fundamentalismos de diverso tipo inducidos
sistemáticamente por las corporaciones mediáticas de propaganda masiva
imperial; asimismo, la opinión pública, el público consumista e hipermediatizado,
las muchedumbres solitarias encapsuladas en burbujas financieras y mediáticas,
la balcanización de vastas regiones del planeta, el narcotráfico, la parapolítica
paramilitarizada, los narcoestados (como Colombia y Estados Unidos) y las
guerras cada vez más misohumanas, que convierten en agresores y terroristas de
lesa humanidad a poblaciones civiles indefensas que luchan contra el invasor, y
a los agresores e invasores en libertadores democráticos.
Este escenario
da cuenta de que ninguna instancia política multilateral tiene capacidad reconocida
como legítima ni fuerza moral suficiente para poner fin, por ejemplo, al
conflicto árabe-israelí que ha convertido a Palestina, Líbano y a la misma
Siria en ruina genocida. Somos testigos impotentes de la desolación de un
sinnúmero de víctimas inocentes, de millones de refugiados y a la irracional
destrucción de toda la infraestructura física, política, económica y cultural
de países como Iraq, Afganistán, Líbano y Palestina, para sólo citar unos pocos
ejemplos que sólo nos suscitan inefabilidades.
Es el brutal e
inhumano terrorismo narcoimperial. Y digo narcoimperial porque en Afganistán la
producción de opio se ha incrementado no sólo a pesar, sino, a propósito de la
invasión yanqui, y en Colombia la producción de cocaína se ha exponenciado con
el Plan Colombia al mismo tiempo que Estados Unidos se ha convertido en el
mayor productor de marihuana del mundo: según datos de la DEA de los Estados
Unidos sólo California produce alrededor de $35.000.000.000 anuales, por encima
de cualquier producción de alimentos y bienes básicos para la salud colectiva.[1]
El narcoeje
Estados Unidos-Colombia no es ingenuo en modo alguno: la lucha contra las FARC
ha sido funcionalizada por el narcoestado colombiano necesitado del sexagenario
estado de guerra interna que hoy también necesita regionalizar e
internacionalizar. Asimismo, la lucha contra el narcotráfico significa lo
contrario: asegurar a los no menos de cincuenta millones de drogodependientes
estadounidenses la droga que necesitan, pues en el supuesto –negado con gran
preocupación por organismos como la DEA- de que esos cincuenta millones de
humanos no tuvieran acceso a su droga, los trastornos de conducta individual y
colectiva tendrían consecuencias sociopolíticas insospechadas para el régimen
de Washington. Pero esta preocupación por la estabilidad interna estadounidense
se engarza a la doble, triple, cuádruple, penta,…moral-amoral e inmoral
imperial, pues por otro lado pero al mismo tiempo, los noticieros especialmente
digitales dan cuenta de que mientras las autoridades policiales estadounidenses
levantan el inicuo Muro de más de mil kilómetros de vergüenza, e incrementan el
número de agentes antindocumentados mexicanos; asimismo crean el Proyecto Gunrunner[2]
anunciado por el mismo Obama, primer premio Nobel de la Guerra, a propósito del
cual se produjo en 2008 el trasiego ilegal de 210.000 armas de alto calibre
hacia México, significando que la cifra de nueve de cada diez armas trasegadas
ilegalmente tienen procedencia estadounidense.[3]
La paradoja
perversa implicada en lo anterior es que el régimen de Washington magnifica la
eficiencia en contra de los indocumentados mexicanos pero minimiza la
efectividad del trasiego, por un lado, de armas de fuego estadounidenses hacia
el mundo, especialmente hacia México, y, por otro, de drogas desde este último
país (para no mencionar la problemática narcopolítica de Afganistán y Colombia)
hacia los Estados Unidos. Así se legitima el incremento de la asistencia
militarizante de la denominada Iniciativa Mérida al gobierno de México so
pretexto de la lucha contra el narcotráfico, de la misma manera que lo viene
haciendo mediante el Plan Colombia.
Un mundo así
fundado sobre la corrupción sociopolítica y la degradación del ser humano, sólo
puede llevarnos a la destrucción planetaria, a la desocialización
desintegradora de todo vínculo humano y a la guerra compulsiva, como adicción,
es decir, sin fin.
Pero además de
todos estos factores críticos, un hecho crucial es que el imperio ha agotado
sus propias fuentes petroleras y acuíferas y, por lo tanto, necesita apropiarse
de los recursos naturales de otros países como Iraq, eurasia, Irán y de
cualquier país del mundo.
Surge la
pregunta, por lo tanto, de por qué irse tan largo a saquear recursos si tienen
a Venezuela tan cerca. Porque la doctrina del patio trasero les asegura por
definición esos recursos, pero el imperio necesita más y más fuentes de insumos
y no depender de una sola por más segura que sea y más cercana que esté, como
la droga colombiana y el petróleo venezolano. Por ello inventaron la matriz de
opinión mundial que justificó las invasiones a Iraq y Afganistán: dos de los
mayores productores, el primero, de petróleo y, el segundo conjuntamente con Colombia,
de cocaína del mundo.
Entonces:
petróleo, gas, agua y drogas son el leitmotiv de la sobrevivencia del
imperio, encuéntrense donde se encuentren estos insumos y productos. Y donde
quiera que estén, allí hay que ir por ellos, sin importar cuántas vidas humanas
se pierdan ni cuánta destrucción societal y ecosistémica se produzca.
A la luz de la
variable contextual esbozada, desde hace un decenio el
imperio yanquicéntrico ha venido desatando, sin declaración oficial alguna, una
guerra, denominada de cuarta generación por los altos mandos imperiales, contra
el mundo y, específicamente, contra la República Bolivariana de Venezuela,
Ecuador y Brasil en lo que significan la mayor reserva biodiversa de la
humanidad: la amazonia, pero también contra Argentina, Paraguay y Brasil en
donde confluye la mayor reserva acuífera del mundo. Pero además, ha arremetido
contra los nueve países que se han constituido en la Alianza Bolivariana de los
Pueblos de Nuestra América-Comercio entre los Pueblos del Sur (ALBA-CPS) y
contra los catorce constitutivos de la Unión de Naciones de los Pueblos del Sur
(UNASUR) y sus Consejos de Defensa, Político, Social y Económico, pero también
contra instrumentos promisorios en marcha como Petrocaribe y Petrosur[4],
el Banco Interestatal del Sur, la humanitaria Misión Milagro Internacional[5],
Telesur y Radio del Sur[6], el periódico "Correo del Orinoco
Internacional" que circula en castellano, inglés, francés y portugués; la
Misión Full Oil[7],
y otros proyectos estructurantes de la indoafroamericanidad en marcha: la
creación de la de Estados Latinoamericanos y Caribeños (una OEA sin la
participación de Estados Unidos y Canadá), aprobada por unanimidad en la Cumbre
de Cancún a solicitud del gobierno bolivariano de Venezuela; asimismo, a favor
del acuerdo unánime de levantar el bloqueo político y económico que Estados
Unidos mantiene desde hace cincuenta años contra Cuba.
Por
sus reservas de hidrocarburos, minerales, agua dulce, biodiversidad y su
posición éticogeopolítica, Venezuela -y con ella Brasil, Ecuador, Paraguay,
Uruguay y Argentina- es el más codiciable objetivo estratégico imperial en
América del Sur y la clave para la recuperación de su dominio, relativamente
perdido en los últimos quinquenios, de su autoproclamado patio trasero.[8]
Hoy está más
claro que nunca que la polémica modernidad-posmodernidad, que transversalizó
la práctica académica y academicista del último medio del siglo veinte y cuyos
coletazos en el primer decenio del siglo veintiuno tienen una definición
crucial. Por ello es que el prefijo pos del término modernidad, se ha decantado
de manera tal que ya no hay duda de que la semiótica del lo lineal y progresivo
o, lo que es lo mismo, la lógica del después que supuestamente le sigue de la
modernidad mercantil-capitalista, dejó perplejos a muchos universitarios e
intelectuales al ceder su etapismo teleologista, evolutivo y positivista, al
sentido del rebasamiento de una modernidad que en el largo plazo, llegó a sus
propios límites y, por ello, no podía más que desbordarse o salirse de madre
por sus propias obras, dando lugar, ya no a simples variantes de lo dado[9],
sino fundamentalmente a lo poiético, es decir, a nuevos causes, a lo cualitativa
e inéditamente creador: la polémica que, desde la plataforma político-cultural
no lineal ni ascendente con respecto de la tradición hermeno-onto-epistémica
euroangloyanquicéntrica, ha sido puesta en la escena de la discusión
internacional por el proyecto bolivariano de la gran patria indoafrocaribeña
liderada por la República Bolivariana de Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Cuba y
los países anglófonos del Caribe, y el Estado Plurinacional de Bolivia.
En nuestra
América de lo que realmente se trata ya no es de un salto cualitativo lineal ni
ascendente tipo subdesarrollo-desarrollo, dependencia-independencia,
capitalismo-neocapitalismo-socialismo rosa[10],
sino de un drástico corrimiento no lineal de las placas –valga la metáfora
geológica que se nos ocurre- o de las plataformas -si evocamos a Hardt y Negri
(2000) cuya variable contextual es el Marx del Dieciocho Brumario (Marx, s.
f.)- de los escenarios que secularmente se reputaron como principales de la
historia y, por ende, de los estados y sistemas políticos y culturales
oligárquicos proconsulares. Hoy dichos corrimientos han puesto sobre la
palestra del escenario mundial unipolar las culturas étnicopopulares de nuestra
América y este fenómeno no puede ser medido ni ubicado en la desespiritualizada
y desexuada cuadrícula cartesiana; en fin, se trata de la construcción multitudinaria
de un inédito punto de partida, a mi modo de ver, evocativamente espinoziano
(Barrantes, 2006 a, e) y, por lo tanto, humanista de los procesos
independentistas de ayer y de siempre, y del socialismo
bolivariano-indo-afro-caribeño de siglo veintiuno. El corrimiento de placas o
plataformas está encarnado en la presencia insólita de actores-sujetos que
durante quinientos años fueron animalizados, ignorados, marginados, explotados
y excluidos.
Es así que
podemos afirmar que el legado del proceso independentista bolivariano,
sanmartiniano, artigasiano, abreudelimaniano está signado por la concreción
insipiente de la Patria Grande, si bien de innegable origen latino-ibérico,
fundamentalmente indo-afro-caribeño así como por nuevos modos estatal-nacionales
de resolución de carencias y potenciación de aspiraciones singular-colectivas
que, hoy en el siglo xxi, han
adquirido un carácter societal, civilizatorio.[11]
Es la razón
por la que problemáticas o cuestiones cruciales como el pos(neo)desarrollo, la
neomodernización, el neo(pos)capitalismo, el neoliberalismo como ideología
legitimadora de la globalización (pos-neo)imperial y sus variantes como las
denominadas sociedades del conocimiento, de la información, de la imagen, del
riesgo, del espectáculo y otras, así como el evocativamente wallerteiniano
sistema-mundo imperial, no se pueden separar de las relaciones de poder
neocolonial, de la neocolonialidad del poder, de la diferencia neocolonial ni,
mucho menos, del paradigma ontoepistémico-hermenéutico euroangloyanquicéntrico
y su modo tecnoburocrático de organización societal, todo lo cual está siendo
transversalizado, en el aquí y ahora, al menos por las siguientes temáticas:
·
La refundación insipiente del estadocratismo
desarrollista, bienestarista, populista y asistencialista, en estados
sociocéntricos de derecho, de justicia y de democracia participativa y
protagónica.
·
La construcción de nuevos e incipientes modos de
relacionamiento de los estados consigo mismos y con la sociedad a la que
pertenecen.
·
La resemantización de todos y cada uno de los
momentos co-constitutivos de la sociedad considerada en su conjunto más
inclusivo[12].
·
La constitución de nuevos
sujetos-agentes-actores sociales dentro de los cuales se encuentran las
multitudes étnico-populares, que han construido registros imaginarios, simbólicos
y reales distintos a los del siglo pasado.
·
La construcción de nuevos ámbitos constituyentes
de nuevas subjetividades, sensibilidades y nuevas formas de inserción en el
sistema mundo imperial y en todos los momentos co-constitutivos de las
sociedades nuestroamericanas, que han venido siendo ocupados multitudinariamente
como escenarios concretos de convivencialidad y organización democrática
protagónica y de forja cotidiana de nuevas formas de pensar, sentir y hacer
geopolítica, geojusticia, geoeconomía, geocultura, geociencia…y, por ende,
de geotrabajo societal.
·
La invención de lenguajes que están apuntando
más a una práctica de la ruptura con el pasado, que a una con el presente y
respecto del cual nos hacemos responsables.
Se trata de
desafíos inéditos que están no sólo estremeciendo los cimientos
oligárquico-proconsulares de diversos países[13],
sino planteándole a los dispositivos tecnoburocráticamente organizados que
forman parte del patrón onto-epistemo-hermenéutico euro-anglo-yanquicéntrico
que se ha venido constituyendo como razón instrumental, racionalidad a la que
son reducidas fragmentariamente las relaciones con el mundo que nos ha tocado
vivir.
Desafíos que,
desde hace varios lustros, nos están retando a transitar los caminos de la refundamentación
de nuestros estados, pueblos, naciones, clases, etnias y multitudes; y si este
reto es cierto, Las ciencias y
tecnologías dentro de las cuales ubicamos las humanosociales y, especialmente,
al trabajo social (ojo: no estoy proponiendo, en modo alguno, una segunda ni
tercera reconceptualización, sino la construcción de nuevos puntos de partida
no lineal ni ascendente de producción de conocimientos y saberes de cara al
siglo veintiuno) y de
que permitan deconstruir la arrogante
hegemonía de La ciencia moderna, La tecnología, La universidad y El
trabajo social; y sin perder la promesa que ellas generan y frustran al mismo
tiempo, comenzar a abrir sin reparos, miedos, prejuicios, hegemonismos ni
dogmas, las preguntas que deberán ser trabajadas, como materia prima, por los y
las agentes del trabajo social que quieran aceptar el desafío de dar rienda
suelta a su innovatividad y creatividad, recíprocamente alimentados con los
poderes creadores de pueblos y naciones de nuestra América.
Es así que el
segundo decenio del siglo veintiuno, seguramente podrá estar caracterizado por
mayores y más intensas políticas de estado nacionales apoyadas en
movilizaciones multitudinarias, significando con ello variables contexuales
cuantitativas y cualitativas de participación protagónica singular-colectiva
en los asuntos que, hasta el pasado reciente, eran reputados como objetos de
responsabilidad exclusiva de las élites gubernamentales, empresariales, eclesiales
y oenegeistas, y que hoy, cada vez más, parecieran estar siendo apropiados por
las multitudes antes excluidas.
Claro está que
el imperio y sus oligarquías y burguesías proconsulares, no serán testigos de
piedra –como no lo están siendo ni lo han sido nunca- sino que seguirán
injerenciando, de manera manifiesta o velada, en cada uno de nuestros países;
ello en aras de recuperar y consolidar las posiciones relativamente perdidas en
los años anteriores: así lo demuestran los golpes de estado contra Aristide en
2004, pero también contra Chávez en 2002 y Zelaya en 2009 -para sólo mencionar
algunos de los más recientes- pero sin olvidar la invasión militar a Panamá en
1989, la ocupación militar ampliada de Haití en 2004 y 2010, el intento de
golpe de estado contra Lugo en 2008, el asedio sistemático que el régimen de
Washington mantiene contra Venezuela desde Colombia, así como la reciente
instalación de bases militares en las colonias holandesas de Bonaire, Aruba y
Curazao y la inminente instalación de una nueva base en Panamá y siete bases
militares más de las tres que ya existen en Colombia, amén de las que ya
existen en Tegucigalpa, aparte de las misiones militares adscritas a las
embajadas estadounidenses cuya presencia activa es secular aún en países
civilistas como Costa Rica en donde existe un cándido radar civilista en Liberia, ciudad cercana a
la frontera con Nicaragua, supuestamente para detectar el narcotráfico
internacional.[14]

Fuente: Le agradezco a mi querida
colega Nilsa Burgos, de Puerto Rico, haberme hecho llegar esta foto.
Definitivamente,
el imperio nunca duerme, como nunca durmió desde la Revolución contra
Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVII. Pero también podemos afirmar que
si el imperio nunca duerme, hoy la revolución socialista nuestroamericana,
indoamericana, bolivariana y cristiana está más despierta que nunca.
Es lo que está revolucionando a la
globalización neoliberal, neocapitalista, neomoderna y posmoderna
neoconservadora en su fase neoimperial, que está siendo defragmentada, deconstruida
y resituada en una perspectiva que no enfoca punto final teleológico alguno,
pues los pueblos, etnias, clases y naciones de nuestra América no están
tratando de llegar a ningún lugar. Sólo –me parece- quieren construir,
significar, encarnar una nueva forma de aproximación al conocimiento y a la
apropiación de lo real, a la construcción de sistemas políticos anunciadores de
una tendencia definida a que los estados estadocéntricos y las
sociedades estadofóbicas den paso a estados sociocéntricos, es decir
societalmente centrados y, como reverso de la misma moneda, sociedades
sociocéntricas de estado, es decir, sociedades integrales e inclusivas
dispuestas a apropiarse del estado, el mercado, el escenario electoral y
internacional y la historia presente, pasada y futura que les pertenece.
Y
esta característica está apuntando a la discusión –todo un desafío para
trabajadores sociales, trabajadoras sociales, cientistas y tecnólogos sociales
y humanísticos- sobre los estados ético- estéticos, geopolíticos y societales
de derecho y de justicia cuyo sujeto ya no es el sujeto cosificado de la
carencia, sino el sujeto de derecho, el sujeto de dignidad, el sujeto de
reconocimiento en el otro y por el otro, el sujeto de aspiración, el sujeto
singular-colectivo que quiere inclaudicablemente autoafirmar su condición
humano-social, su libre voluntad de compromiso con la realización plena de su
deber ser (Barrantes 2005a).
Y esto no es un mero eslogan; es una realidad en marcha a lo largo y ancho de
nuestra América.
Ahora bien, si al inicio de esta
comunicación evoqué el Manifiesto Comunista, hoy la disyuntiva,
dramáticamente planteada por Rosa Luxemburgo a mediados del primer veintenio
del siglo veinte: socialismo o barbarie, ha tomado cuerpo en países que, como
la República Bolivariana de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, han optado
constitucional y multitudinariamente por una insipiente y asediada larga
transición al socialismo denominado de siglo veintiuno y, con diversos matices
unionistas, integracionistas, indoafroamericanistas y caribeños, soberanistas,
independentistas pero esencialmente antimperialistas y, en este último sentido,
acompañados por países como Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, el Salvador
de Funes, la Honduras de Manuel Zelaya que está vivita y coleando, la Guatemala
del socialdemócrata de apertura de Colom y la gran mayoría de países
hispanoanglófonos del Caribe.
A contrapelo de
este movimiento heterogéneo y pluralista, bolivarianista, participativo y protagónicamente
democrático, un grupo de países ha optado por aferrarse a la vía capitalista
bajo el auspicio de la ideología legitimadora del capitalismo: el
neoliberalismo imperial: Chile[15],
Colombia[16],
México, Panamá, la Honduras posgolpe de estado contra Zelaya, y otros a los que
se han sumado países con gobiernos socialdemócratas neoliberalizados,
conservadores y de derecha, como Perú y Costa Rica[17]. Todos estos últimos ostentando movimientos
nada despreciables de resistencia y pensamiento crítico antineoliberal y
anticapitalista.
El caso
de la República Bolivariana de Venezuela. Breve exposición.
Dejemos de lado el campo de visión
panorámica nuestroamericano para esquematizar algo de la historia venezolana
reciente.
Decimos entonces que el siglo veinte
venezolano es el más corto de su historia[18]
pues, con variantes, el estado colonial antimoderno se prolongó hasta diciembre
de 1935 cuando ocurrió la muerte natural del general Juan Vicente Gómez a sus
ochenta años cumplidos. Éste fue dictador
inmisericorde que, durante casi veintiocho años, aseguró la entrega de los
recursos humanos y naturales a los intereses de las trasnacionales petroleras y
del gobierno estadounidense. Su régimen marcó simbólica, imaginaria y realmente
la historia política venezolana hasta diciembre de 1998, cuando, como producto
de las relaciones agonales que condujeron a la implosión del sistema
político-estatal venezolano, Hugo Chávez ganó masivamente las elecciones
presidenciales, dando con ello inicio a una larguísima transición
constitucional, inédita en nuestra América y en el mundo, hacia el socialismo
de siglo veintiuno, signada por el pensamiento libertario y antimperialista de
Simón Bolívar y de todos los precursores, héroes y heroínas de los procesos independentistas
desde el sur del Río Grande hasta la Tierra del Fuego, pasando por
Centroamérica y el Caribe hispano y anglofrancófono.
En febrero de 1936, el delfín del general Gómez a partir de julio de 1931, cuando fue
designado Ministro de Guerra y Marina en julio de 1931: el general López
Contreras, por medio del Congreso de la república, dictó la Constitución
política que significó el inicio de un proyecto político nacional –para unos
neogomecista y, para otros posgomecista- basado en un régimen de partidos y
organizaciones de masas y la construcción de un estado de bienestar capitalista
de corte roosevelt-keynesiano, signado por una fuerte política social orgánica
de estado, pero muy ajustada a los escasos recursos presupuestarios y fiscales
de la época.
A López Contreras le sucedió el general
Medina Angarita quien, en 1945 fue derrocado mediante un golpe de estado, más
militar que cívico, liderado por el inicialmente comunista, luego garibaldino y
posteriormente socialdemócrata proestadounidense, Rómulo Betancourt, quien
truncó la posibilidad tendencialmente democratizadora de Medina Angarita, un
general menos cauto que el general López Contreras y, por ello, intentó tomar
medidas nacionalistas y populares como la reforma agraria y el control estatal
del petróleo.
En 1948 la dictadura betancourista fue
sustituida por otro golpe militar que instauró la dictadura del general Pérez
Jiménez, interesado en un proyecto tecnocrático de desarrollo capitalista
fundado en grandes obras de infraestructura, empresarial y beleidosamente
nuclear que intentó instaurar el moderno capitalismo de estado, hasta que, en
el transcurso de enero de 1958, el régimen dictatorial fue derrocado por militares
y un movimiento popular inorgánico que, al final y durante los cuarenta años
siguientes, delegó en las élites políticas, la expresión de su voluntad.
Siguiendo nuestro esquema
histórico-evolutivo, que se instauró el régimen político bipartidista
socialdemócratacristiano –de origen prevendario, proyanqui, burocrático y
socioclientelar- que durante los cuarenta años siguientes propugnó el
denominado modelo de clase media ascendente y antiétnicopular, basado en la forma de estado
cepalino-desarrollista y populista, es decir, bienestarista, asistencialista y
clientelar, finalmente neoliberalizado –sin rubor alguno- a partir de febrero
de 1989.
Luego de los veintidós años: enero de
1936-enero de 1958, de inestable y turbulenta búsqueda –pletórica de errancias
no aprendidas políticamente- de un modelo de desarrollo capitalista, a partir
de febrero de 1958 y hasta diciembre de 1998, asistimos a un arco temporal de
cuarenta años que marcó varios momentos: a) el relativo auge ideopolítico del
denominado pacto de Punto Fijo y su resistencia –en el caso que nos ocupa:
guerrillera a partir de 1961; b) el auge económico mediado por la nacionalización petrolera de 1974; c)
conservación del modelo económico-político-partidista y pérdida de los
fundamentos germanoideopolíticos socialdemócratacristianos (reducidos al
pragmatismo ramplón, a lo políticamente
adecuado según los códigos del régimen de Washington: consumismo,
clientelismo y asoberanismo de la partidocracia bipartidista), y, d)
profundización de la pérdida del campo de visión estratégica del país nacional,
y, e) finalmente, de franco deterioro del sistema político-económico a
partir de 1983, así como de una larga agonía transicional agudizada a
partir de 1989-1990 y de implosión
en 1998-1999.
Caractericemos
brevemente estos cuarenta años:
Se constituyó un
modo estatal de resolver a realazos,
es decir, con millones de dólares provenientes de la cornucopia petrolera, los
problemas propios de la convivencia humana: la satisfacción de necesidades
(carencias y aspiraciones) sociales y (eco)sistémicas políticamente inducidas
aunque no menos mediatizadas, cuya estrategia distributiva fue la del embudo:
la mayor tajada para la tecnocracia y clase gobernante y sus aliados, una
tajada menor pero sustantiva para la clase media consumista, y el goteo de la
renta petrolera para las clases populares, cuyo producto cotidiano generalizado
y sostenido fue –medios de difusión masiva y élites eclesiales, sindicales y
partidistas mediante- la cooptación de la conciencia política, la masificación
del consumismo, el conformismo y el enrarecimiento de la responsabilidad
individual.
Como
consecuencia, la democracia liberal, ya no digamos lincolniana en tanto poder
del pueblo, con el pueblo, por el pueblo y para el pueblo, sino la más reductivamente
representativa, reducida a los eventos electorales quinquenales, fue vaciada de
su contenido ciudadano, o, mejor dicho éste fue diluido en la práctica del
consentimiento inducido de las masas con el proyecto modernizador capitalista
que las integraba, como subalternas, por la vía de la redistribución del
excedente petrolero y el consumismo acrítico; asimismo, aquella democracia
quedó olvidada –a contrapelo de la frase atribuida a
Jorge Luis Borges: “hay
una cosa que no existe: el olvido” (Peláez, 2010)- de la necesidad de
problematización de lo dado, que es condición de libertad.
Varios
reduccionismos adquirieron sentido en Venezuela a propósito del proyecto
modernizador a partir de 1936 pero fundamentalmente luego de 1958: aparte de
que la figura mítica del Libertador fue elevada a lo cuasisagrado, la noción
esencialista y hasta teologal del estado venezolano ocultaba su colonial
fracturamiento caudillesco y debilidad simbólica y territorial de manera tal
que el imaginario estatal creó un aparato burocrático –militar y
asistencialista- reducido al simple gobierno centralista, éste al poder
infraestructural del ejecutivo nacional y sus adláteres posicionados del
aparataje de la administración pública, el sistema político reducido a los
partidos mayoritarios y éstos a sus maquinarias electorales, el escenario
electoral a los convites quinquenales organizados por las élites; asimismo, la
gelatinosa y prevendaria sociedad civil fue reducida a las organizaciones
corporativas privadas: empresariales, religiosas, partidarias, sindicales y
vecinales constituidas en exclusivos órganos de representación política y
sociocultural, y, muy distantes hacia abajo de la escala del prestigio u honor
social, una masa heterogénea y descoordinada de agentes despopularizados que consumían, demandaban e intercambiaban
satisfactores imaginarios, simbólicos y reales -líderes barriales, vecinales y
eclesiales mediante- con partidos y gobiernos.
Recapitulando,
la racionalidad total, que teóricamente pudiéramos decir que le es propia a la
estatalidad de todo estado moderno y a todo actor que encarne la societalidad
de lo social, la economicidad de lo económico, la culturalidad de lo cultural y
la politicidad de lo político, es decir de la sociedad considerada en su
conjunto más inclusivo, fue atrapada por la contingencia y, por lo tanto,
reducida a la razón instrumental del mundo real concreto de la literalidad, la
denotación y la mediatización de los fines por los medios, para las cuales todo
esfuerzo de abstracción y resignificación, por más reales y necesarios que se
reputaran, resultaban ser banales.
Contrariando, a
nuestro juicio, la doctrina democrática, los sujetos-actores-agentes políticos
predominantes se transformaron en maquinarias corporativas o tecnoestructuras
empresariales, sindicales y partidarias involucradas indiferencialmente en la
práctica de los poderes de clase y de estado y en la exclusión y cooptación
de los movimientos populares, especialmente aquellos con potencialidades
contestatarias o alternativas.[19]
En consecuencia,
los intereses individuales y elitistas, equiparados al poder del
privilegio, la corrupción y la impunidad, de honda raigambre en la historia
venezolana[20],
se impusieron, de una nueva forma, sobre el interés general que se pudiera
expresar en la encarnación de una autonomía y capacidad de autogobierno de
la sociedad civil como condición de ejercicio del derecho a participar no
sólo activamente, sino, a ejercer el control ciudadano (vecinal, barrial,
municipal, regional y nacional) sobre los centros de decisión en los diversos
ámbitos de la economía, la política y la cultura
del estado, la nación y la sociedad venezolana.
La democracia
lincolniana no estuvo contemplada en el proyecto político que comenzó a cristalizar
en la Constitución de 1936 ni, tampoco, en el socialdemócratacristiano que se
instauró a partir de 1945, en aras de la ideología clasemediática propia de la
socialdemocracia eurocéntrica –radical por aquellos años-.
Recapitulando,
a) La
democracia del pueblo, con el pueblo, por el pueblo y para el pueblo nunca ha
estado en la agenda políticocultural venezolana. Y esto es un elemento que pesa
demasiado en la construcción de algo inédito, es decir, nunca visto ni
imaginado antes de lo que se está intentando construir desde hace once años en
nuestra república.
b) El
ensayo democrático representativo bipartidista del proyecto modernizador
venezolano, inicialmente capistalistizado a la usanza roosevelt-keynesiana y
luego neoliberalizado durante los años noventa del siglo pasado[21],
no logró desarrollar una organización humana que recubriera el cuerpo entero
de la sociedad venezolana, irrigara sus más recónditos intersticios y le
diera vigencia cotidiana a nuestras leyes, costumbres, deberes, derechos, e
instituciones.[22]
Por el
contrario, el desencanto producido por las promesas no cumplidas de la
democracia representativa socialdemócratacristiana y el bipartidocratismo
clientelar y caudillesco se tradujo finalmente en pérdida de credibilidad,
escepticismo y apatía generalizada por haber suscitado ilusiones de
certidumbre, homogeneidad, bonanza y armonía sobre la base del modo, políticamente
no problematizado, de resolver a realazos (es decir a billetazos y
monedazos) petrodolarizados, los problemas de la convivencia en sociedad.
Estas son
algunas de las pequeñas grandes insuficiencias –no exentas de perversidades y
patologías, muchas de ellas asumidas como normales- que marcaron los alcances y
límites de la democracia representativa venezolana, especialmente en la
última mitad del siglo veinte. Fueron las razones por las que su crisis
terminal y sus estertores marcaron –a partir del denominado caracazo en 1989 y
hasta 1998- la voluntad de millones de venezolanos por la búsqueda de un futuro
cuyo punto de partida era y es la ruptura con un sistema político, cultural,
ideológico y simbólico y un régimen bipartidocrático y elitista al que nunca ya
más nunca se tendrá como punto de retorno alguno.
Chávez fue y
sigue siendo producto de esta ruptura histórica –un verdadero corrimiento de
las plataformas del escenario principal de la historia venezolano, de las
placas tectónicas del estado y la nación venezolana, un quiebre no lineal ni
progresivo, es decir no cartesiano- en el mundo de la vida misma de las
multitudes venezolanas. Su inserción en el sentimiento étnicopopular sigue
siendo la argamasa de su liderazgo y del amor humanista que el pueblo en proceso
de organización ético-estético-geo-bio-política le va profesando en aras del
cumplimiento de sus promesas electorales, gubernamentales y constituyentistas,
todas y más hoy en marcha.
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§ Versión amplificada de la
ponencia magistral que fue presentada al XIX Seminario de la Asociación Latinoamericana
de Investigación y Educación en Trabajo Social (ALAEITS), Guayaquil, 4-8 de
octubre de 2009.
© Trabajador social (Universidad de Costa
Rica) con estudios de especialización en política social, maestría en
planificación social y doctorado en estudios del desarrollo (CENDES-Universidad
Central de Venezuela). Actualmente cursa estudios individualizados de
sicoanálisis y ciencia social en la misma Universidad. Autor de tres libros
sobre economía popular, microempresas y oenegés en Venezuela; asimismo, de más
de cincuenta artículos publicados en revistas académicas indexadas de España,
México, Costa Rica, Colombia, Venezuela, Brasil, Uruguay, Argentina y Chile, y
de una veintena inédita. Profesor
investigador adscrito a la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Central
de Venezuela. Investigador III del Programa de Promoción al Investigador del
Ministerio de Ciencia y Tecnología. Presidente de la Red Latinoiberoamericana y
Caribeña de Trabajadores Sociales (RELATS). Coordinador General de la Comisión
Organizadora de la I Conferencia Latinoiberoamericana y Caribeña de
Trabajadores Sociales y Trabajadoras Sociales que se realizará en la caribeña
ciudad de Coro, Patrimonio Cultural de la Humanidad, en octubre de 2011. http://reconceptualizacion.googlepages.com/cesaraugustobarrantesalvarado;
www.relats-ants.org/;
cesarbarrantes2009@gmail.com; http://www.scribd.com/barrantes; http://listas.reacciun.ve/mailman/listinfo/relats-l; cbarran@reacciun.ve;
[1]
Según informes de la ONU, Estados Unidos, cuya población equivale al 5% de la
población mundial, consume el 50% de toda la droga que se produce en el mundo
y, paradójicamente las autoridades antinarcóticos de esa gran potencia sólo
incautan el 5% del volumen consumido. Esta realidad narcoimperial contrasta con
la eficiencia, eficacia y efectividad de la política antidrogas de Venezuela,
un país que, no produciendo ningún tipo de estupefaciente, incauta algo menos
del 50% de toda la droga que, producida en Colombia, es enviada a Estados
Unidos y Europa utilizando el territorio venezolano. ¡Cosas veredes, Sancho
amigo!
[2] Proyecto "Gunrunner". Traducción de la Hoja Informativa de la Oficina de Control de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos de los Estados Unidos (ATF) de Washington, DC, enero de 2008 - La ATF desplegará sus recursos de manera estratégica en la frontera con México para evitar el acceso a armas de fuego, de organizaciones criminales en México y a lo largo de la frontera. En colaboración con otras Agencias estadounidenses y del gobierno mexicano, la ATF afina su estrategia en la frontera con México. La ATF creó el Proyecto "Gunrunner" para frenar el flujo de armas de fuego a México y así privar de las mismas a los carteles del narcotráfico. La iniciativa busca enfocar los recursos de la ATF en cuanto a investigación, inteligencia y capacitación para suprimir el tráfico de armas de fuego a México y frenar la violencia armada, en ambos lados de la frontera. http://www.usembassy-mexico.gov/textos/st080116eTrace.html
[3] TeleSUR, Fecha: 26/03/2009: (Hilaria
Clinton, Secretaria del régimen estadounidense) reconoció el pasado miércoles
que el 90% del armamento de México proviene de Estados Unidos, cuya
"insaciable demanda de drogas alimenta el narcotráfico". "No son
sólo armas, son lentes de visión nocturna, son chalecos antibalas (...) Desde
que sabemos que…un 90% de este (armamento), viene de nuestro país, vamos a
intentar detenerlo", agregó. Estas declaraciones se produjeron durante la
visita de Hilaria Clinton (a México), para tratar temas de seguridad, en
especial la violencia relacionada (con) los carteles del narcotráfico en la
frontera común...Igualmente, (Cinton) reiteró que el gobierno de su país trata
de detener el flujo de armas hacia los carteles de la droga en México con la
nueva estrategia que anunció la Casa Blanca...En este sentido,…, se llevarán a
cabo controles más severos de autos y trenes en los más de 3000 Kms. de
frontera común, al tiempo que prometió acelerar sus esfuerzos "por
entregar a México equipamiento, entre los que hay helicópteros, previsto en la
Iniciativa Mérida", el programa mutuo de combate al narcotráfico.
"Nuestra insaciable demanda de drogas ilegales alimenta el comercio de
drogas", dijo Clinton sobre el consumo en su país, el mayor mercado de
cocaína del mundo. http://www.telesurtv.net/noticias/secciones/nota/45975-NN/noventa-por-ciento-de-las-armas-en-mexico-provienen-de-eeuu/
[4]
Un antecedente de estas iniciativas es el denominado Pacto de San José, Costa
Rica, que fue suscrito por países centroamericanos y que después de varias
décadas sigue beneficiando a las economías de dichos países, especialmente de
Costa Rica, a la que parece que se le ha olvidado los beneficios que Venezuela
le ha prodigado incondicionalmente desde hace más de veinte años.
[5]
Esta Misión humanitaria ha beneficiado en dos años a más de un millón de
habitantes latinoamericanos y estadounidenses, incluyendo por supuesto a varios
cientos de costarricenses…
[6]
Ambas
de cobertura mundial, que informan de lo que los grandes medios de propaganda informativa, especialmente
estadounidenses, no sólo no informan, sino que distorsionan, manipulan y
extorsionan la conciencia de sus usuarios civiles y gubernamentales.
[7]
Esta Misión le provee a comunidades pobres de Nueva York y de otros estados del
sur estadounidense de gas a precios baratos, es decir con máximo descuento, sin
que esto ponga en peligro la ganancia necesaria para seguir manteniendo y
ampliando este humanitario programa. La gigantesca refinadora de petróleo:
SITGO, que Venezuela tiene desde hace varios decenios en los Estados Unidos y
sus más las quince mil estaciones de distribución de gasolina son los medios de
esta promisoria iniciativa, que el gobierno Obama-Bushiano prefiere desconocer,
amén de los mil quinientos millones de barriles diarios que Venezuela le tiene
asegurados a los estadounidenses desde hace más de cincuenta años.
[8]
Colombia,
Perú, y Honduras posgolpe de estado contra Zelaya, ya están obsenamente
entregados, controlados y funcionalizados a la política imperial, y, con
matices diferenciales no menos indignos, Chile, Panamá, Perú, Costa Rica,
México…
[9]
Me refiero a términos como globalización neoconservadora-neoliberal-neocapitalista,
neo-pos-moderna, posmoderna-neo-imperialista…
[10]
La denominada caída del muro de Berlín en 1989, o lo que es lo mismo, la
implosión del modelo soviético de construcción de una sociedad alternativa al
capitalismo, tuvo impactos sicológicos, políticos e ideológicos en los partidos
comunistas y socialistas de Europa y América Latina. A partir de ello,
comenzaron a tomar cuerpo las propuestas socialistas ya no rojas al estilo del
color de las internacionales comunistas, sino, rosas y, más recientemente, light.
Ejemplos son los partidos comunistas y socialistas de Europa y de América
Latina. Íconos paradigmáticos son el laborismo inglés de Tonny Blair y el socialismo de Lagos-Bachelet, así como el giro que dieron en
nuestra América los partidos socialdemócratacristianos, hoy derechizados,
neoliberalizados y proeuroangloyanquicentrizados.
[12] Todos los momentos co-constitutivos de la sociedad
son a su vez mediaciones que, por ser modos de relacionamiento determinante,
condicionante, funcional, antagónico y contradictorio son posibles de ser modelizados,
formalizados, matematizados. Las mediaciones son variables contextuales (no son
variables intervinientes ni independientes al estilo de los modelos
funcionalistas y positivistas) o procesos estructural-sistémicos que permiten
relacionar causalmente (no necesariamente de manera funcional) las categorías
teórico-críticas y los niveles, espesores y dimensiones de las apariencias
involucradas en la investigación teórico-empírica. Otros modos no menos
complejos son los definidos como procesos que determinan el terreno, el campo o
las arenas movedizas en donde se realizan las batallas, los juegos de los
poderes y se dirimen intereses (tecnoburocráticos estatales, mercadistas, militares…)
en y a través de los cuales operan otras mediaciones tales como la limitación
estructural, la selección, la contradictoria reproducción/no reproducción y la
transformación (Wright Olin, Erik 1983). Dentro del conjunto de las relaciones
societales, momentos co-constitutivos que son mediaciones en sí mismas son el
estado, la nación y la sociedad (así a secas o adjetivada de civil); entre
otras mediaciones se encuentran el régimen político, económico, social y
jurídico y sus instituciones, el sistema político, el sistema de partidos, los
grupos de presión y el escenario electoral, el aparataje gubernamental y los
poderes de la república; asimismo, los organismos corporativos (empresariales,
sindicales) que, siendo en teoría pertenecientes a la sociedad civil, en la
realidad operante de algunos países aún se encuentran más articulados al
sistema estatal estadobienestarista, neoliberal u oligárquico según sea el
caso. Además de estas últimas, están otras mediaciones: las organizaciones mal
llamadas privadas tales como las iglesias, los clubes, las logias; asimismo,
las organizaciones étnico-populares o de base, tales como las asociaciones
barrial-vecinales, los movimientos sociales, el movimiento popular, los
consejos comunales, las comunas; las denominadas, más por persistencia que por
pertinencia, organizaciones no gubernamentales u oenegés, las organizaciones
que representan a pequeñas, medianas y microempresas y organizaciones
productoras de cultura étnico-popular, etc. Estas últimas mediaciones o momentos
co-constitutivos de la sociedad considerada en su conjunto más inclusivo
encarnan prácticas y discursos que se dan en ámbitos, dimensiones, espesores y
espacios de producción de sentidos cuyos significados, direccionalidades, intencionalidades
no siempre trascienden a la opinión pública (la que se publica en los medios de
difusión masiva), no siempre adquieren presencia en las agendas de las
discusiones políticas y no siempre logran incidencia en los niveles
macrosociales y macropolíticos. Otras no menos importantes mediaciones son las
esferas del mercado, de la economía o de lo económico; de lo comunal-vecinal,
de lo doméstico, de la intimidad (la subjetividad, la individualidad, cuyas
potencialidades promisorias no tienen necesidad de desbordar el fuero interno y
las decisiones privadas o personales que están “más allá” del ámbito
doméstico). Otras mediaciones como las esferas pública y privada a su vez
mediadas por otros campos como el ideológico, simbólico, espiritual y cultural,
las formas de conocimiento, pensamiento, sentimiento y acción.
[13]
Me refiero a dispositivos como “La” universidad, “La” ciencia, “La” tecnología,
“La” humanística y “El” trabajo social reducido a experiencias pilotos,
academicistas y formalistas, por lo demás funcionales a un putativo estado
providencial, luego denominado de bienestar, que nunca ha existido en nuestra
América.
[14]
Recordemos que, si bien Costa Rica
formalmente no tiene ejército desde 1948, un decreto nada sorprendente
si consideramos que dicha fuerza armada comenzó a decaer a finales del siglo
diecinueve, especialmente a partir de los años veinte años del siglo XX. La
parafernalia militar comenzó a jugar un papel decadente y todos los presidentes
entre 1870-80 hasta 1917-18 fueron, con algunas excepciones poco relevantes,
generales de un ejército de ornato, es decir, sin tropa. Sin embargo, el
imaginario oficial continuó manteniendo esta figura, pero ya dentro de un
régimen político francamente civilista, aunque matizado de caudillismo
oligárquico, pero de indudable presencia de los sectores populares
antioligárquicos. Los años veinte del siglo veinte fueron testigos del
surgimiento del Partido Populista que ya en los años treinta dio origen y nutrió
con sus bases al Partido Comunista. Este partido tuvo sus gloriosas batallas en
alianza con la fracción oligárquica progresista, propiciando reformas sociales
profundas de carácter estatal-populares, hasta que en 1948, los
socialdemócratas, interesados en la instauración de un modelo de clase media
roosevelt-keynesiano, se impuso por la vía de las armas, uno de cuyos
resultados fue la derogación del ejército mas no del imaginario militar que fue
sustituido por la figura real de la Guardia Civil (GC), que es la sustituta del
ejército, sin detrimento de que sectores de la nueva burguesía continuaran
siendo graduados en academias militares estadounidenses como West Point,
algunos de cuyos miembros ocuparon el cargo de ministro de seguridad pública a
lo largo de las décadas subsiguientes. Esta GC, asesorada por el Comando Sur de
los Estados Unidos y la Misión Militar estadounidense, mantiene control sobre
la población y todo el territorio costarricense, y es tan eficiente que fue
capaz de hacerle la guerra de hostigamiento al ejército sandinista de la
República de Nicaragua durante los años ochenta del siglo pasado.
[15] Chile: las cifras, el miedo, la esperanza. Andrés Figueroa Cornejo. 16 de marzo de 2010: América Latina. A setenta y cuatro mil millones de dólares asciende la deuda externa privada y pública en Chile (once mil millones más que en 2008). Cincuenta mil millones corresponden a deuda privada y más de veinticuatro mil millones a la pública. A la última deben agregarse alrededor de 460 millones de dólares que actualmente gestiona el gobierno de Piñera con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) (http://suramericapress.com/?p=2000). Sólo el 28 % de la industria cuprífera está en manos del Estado. El 72 % es privada y paga un impuesto específico al Fisco de un simbólico 5%. Los asesores de Piñera estudian acordar con el cobre privado aumentar el impuesto a un 8 %, con una invariabilidad hasta el 2030. La extensión de la invariabilidad del impuesto se explicaría para asegurar a las mineras privadas que no habría un aumento impositivo antes de esa fecha (20 años “de tranquilidad” desde ahora: http://suramericapress.com/?p=2023).
[17]
El gobierno proestadounidense de Costa Rica, fue –y sigue trabajando por la
legitimación del actual gobierno hondureño nacido de un golpe de estado, en
consonancia subordinada con la política del régimen de Obama- cómplice desde el
momento mismo en que recibió en su casa presidencial tanto al jefe del gobierno
golpista como al presidente Zelaya, un liberal electo democrática y masivamente
por el electorado hondureño, depuesto ilegalmente. Pensamiento único hacia
adentro y pluralidad hacia afuera. La doble moral no tiene límites.
[18]
El siglo veinte mundial también fue uno de los más cortos de la historia humana
en términos de proceso o ciclo histórico; ello en contraste con los largos
siglos dieciséis y diecinueve europeo: este último terminó entre 1913-1918-1920
dando origen al largo parto del corto siglo XX que sólo se produjo, luego de
décadas de crisis, al finalizar la segunda guerra mundial en 1945. El muy corto
siglo veinte culminó con la denominada caída del Muro de Berlín en noviembre de
1989, año en que entre el 27 de febrero y el 3 de marzo, se produjo el
tristemente célebre "caracazo" cuando las masas urbanas de Caracas y otras
ciudades, se rebelaron contra la política neoliberal socialdemócratacristiana y
se lanzaron a las calles saqueando comercios y supermercados, en virtud de lo
cual fueron reprimidas por el ejército, ocasionando un número -de cientos a
miles- nunca establecido de asesinados hasta hoy, en enero de 2010, todos
enterrados en fosas comunes.
[19]
La figura tenebrosa del desaparecido no nació en Argentina ni en Brasil ni en
ningún otro país que no sea Venezuela durante los gobiernos accióndemocratistas,
desde Betancourt y Leoni hasta Caldera. En los cuarenta años de vigencia del
régimen sociopolítico venezolano el censo oficial da cuenta de no menos de
40.000 asesinados y desaparecidos, todos militantes del partido comunista y de
la izquierda que optaron por la vía guerrillera anticapitalista y
antisocialdemócratacristiana. Todo ello en nombre de la libertad democráticorrepresentativa.
Hoy sustituida por la democracia participativa y protagónica dentro de un
estado social, de derecho y de justicia, es decir, del pueblo, por el pueblo,
para el pueblo y desde el pueblo soberano.
[20]
"El Libertador, al escuchar la lamentable y vergonzosa historia, esperó y
confió que la ley haría un ejemplo con el criminal y que ni favor ni merced
alguna se le otorgarían, pero -añadió- tenemos tantos parientes, comadres y
compadres entre nosotros, y las leyes tienen tantos subterfugios que, mientras
tales sentimientos, y prejuicios absurdos e injustos se permitan, la justicia
nunca se administrará imparcialmente. Por tanto temo que no será castigado.”
Sir Robert Ker Porter: Caracas Diary, 1825-42,
p.224. Citado por Brito García
(1980:140).
[21]
Recordemos que el proyecto originario –progresista para entonces a partir del
cual tomó sentido la denominada teoría de la dependencia cuyos íconos fueron
Ezo Falleto y Fernando Cardoso- de la CEPAL fue la del capitalismo autónomo
latinoamericano, que fue derrotado teóricamente en los sesenta y,
políticamente, a partir de los setenta del siglo veinte, especialmente a partir
del derrocamiento de Allende y la consecuente instauración de la dictadura de
Pinochet y su Constitución política, de la que aún sigue usufructuando la derecha
chilena, gracias a los buenos oficios de los gobiernos de Lagos y Bachelet.
[22]
El término puntofijista
se refiere al hecho de que el pacto entre los caudillos de los tres partidos
mayoritarios, con exclusión del partido comunista y otros de izquierda (la
tristemente célebre Concertación neopinochetiana no nació en Chile, sino,
primero en Costa Rica en 1948 y luego en Venezuela luego de 1958 con base en el
derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez), fue firmado en Caracas en la
casa del jefe del partido socialcristiano: Rafael Caldera, denominada Punto
Fijo (no se refiere a la ciudad caribeña de Punto Fijo). Este pacto equivale al
denominado pacto de Ochomogo, firmado entre los jefes de las fuerzas victoriosas
de la guerra civil que se libró en Costa Rica en 1948 en plena Guerra Fría, y
cuya implicación directa fue la proscripción del partido comunista por cerca de
veinticinco años, ya cuando el sistema político costarricense había sido lo
suficientemente derechizado como para sentirse inoculado contra cualquier virus socialista-comunista y política y
eclesialmente contestatario. También equivale, guardando las distancias históricas,
a la denominada concertación pospinochetiana
que asegura la vía neoliberal-capitalista –ya no por vía de la manu militari sino sobre la base de una civilidad represiva antizquierdista
chilena y celosamente proyanqui. Poco después de firmado el pacto de Punto
Fijo, el gobierno de Rómulo Betancourt suspendió las garantías económicas,
decreto que fue mantenido por todos los gobiernos hasta que en 1999 el gobierno
de Chávez las restauró y redimensionó.
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