de 28 de agosto de
2002,
solicitada por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos
Condición Jurídica y Derechos Humanos del
Niño
I
Presentación de la consulta............................................. párrs. 1-4
II Procedimiento
ante la Corte............................................. párrs. 5-15
IV Estructura
de la Opinión.................................................. párr. 37
V Definición
de Niño........................................................... párrs. 38-42
VI Igualdad......................................................................... párrs. 43-55
VII Interés
Superior del Niño................................................. párrs. 56-61
VIII Deberes
de la familia, la sociedad y el Estado
Familia como núcleo central de protección................... párrs. 62-70
Separación
excepcional del niño de su familia.............. párrs. 71-77
Instituciones y personal............................................ párrs. 78-79
Condiciones de vida y educación del niño..................... párrs. 80-86
IX Procedimientos judiciales o administrativos en que participan los niños
Debido proceso y garantías....................................... párrs. 92-98
Participación del niño............................................... párrs. 99-102
Proceso
administrativo............................................. párr. 103
Procesos
judiciales
Imputabilidad,
delincuencia y estado de riesgo............. párrs. 104-114
Debido
proceso....................................................... párrs. 115-119
a) Juez Natural.............................................. párr. 120
b)
Doble instancia y recurso efectivo................. párrs. 121-123
c) Principio de
Inocencia................................. párrs. 124-131
d) Principio de contradictorio........................... párrs. 132-133
e) Principio de publicidad................................ párrs. 134
Justicia alternativa................................................... párrs. 135-136
X Opinión........................................................................... párr. 137
Corte
Interamericana de Derechos Humanos
Opinión Consultiva
OC-17/2002
de 28 de agosto de
2002,
solicitada por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos
Condición Jurídica y Derechos Humanos del
Niño
Estuvieron
presentes:
Antônio
A. Cançado Trindade, Presidente;
Alirio
Abreu Burelli, Vicepresidente;
Máximo
Pacheco Gómez, Juez;
Hernán
Salgado Pesantes, Juez;
Oliver
Jackman, Juez;
Sergio
García Ramírez, Juez y
Carlos
Vicente de Roux Rengifo, Juez.
Estuvieron,
además, presentes:
Manuel
E. Ventura Robles, Secretario y
Pablo
Saavedra Alessandri, Secretario adjunto.
LA CORTE
integrada
en la forma antes mencionada,
emite
la siguiente Opinión Consultiva:
I
Presentación de la
consulta
1. El 30 de marzo de 2001 la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (en adelante “la Comisión” o “la Comisión
Interamericana”), en razón de lo que dispone el artículo 64.1 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (en adelante “la Convención Americana”, “la
Convención” o “el Pacto de San José”), sometió a la Corte Interamericana de
Derechos Humanos (en adelante “la Corte Interamericana”, “la Corte” o “el
Tribunal”) una solicitud de Opinión Consultiva (en adelante “la consulta”)
sobre la interpretación de los artículos 8 y 25 de la Convención Americana, con
el propósito de determinar si las medidas especiales establecidas en el
artículo 19 de la misma Convención constituyen “límites al arbitrio o a la
discrecionalidad de los Estados” en relación a niños, y asimismo solicitó la
formulación de criterios generales válidos sobre la materia dentro del marco de
la Convención Americana.
2. En
criterio de la Comisión Interamericana la consulta tiene como antecedente que
[e]n
distintas legislaciones y prácticas de los países americanos, la vigencia de
los derechos y garantías reconocidos en los artículos 8 y 25 por la Convención
Americana no es plena respecto a los niños como sujetos y actores en
jurisdicción penal, civil y administrativa, por asumirse que la obligación de
protección por el Estado para suplir la falta de plenitud de juicio de los
menores, puede hacer pasar a segundo plano dichas garantías. Eso implica que los derechos de los menores
de edad a las garantías judiciales y a la protección judicial pueden ser
menoscabados o restringidos. Por ende
también otros derechos reconocidos cuya vigencia depende de la efectividad de
las garantías judiciales como los derechos a la integridad personal, a la
libertad personal, a la protección de la honra y la dignidad, y a la protección
de la familia.
3. De conformidad con las manifestaciones de
la Comisión, existen ciertas “premisas interpretativas” que autoridades
estatales aplican al momento de dictar medidas especiales de protección a favor
de menores, las cuales tienden al debilitamiento de las garantías judiciales de
éstos. Dichas medidas son las
siguientes:
a.
Los menores son incapaces de juicio pleno
sobre sus actos y por consiguiente su participación por sí o a través de sus
representantes se reduce o anula tanto en lo civil como en lo penal.
b.
Esa carencia de juicio y personería es
presumida por el funcionario judicial o administrativo, que, al tomar
decisiones que entiende basadas en lo que considera los “mejores intereses del
niño”, deja en segundo plano esas garantías.
c.
Las condiciones del entorno familiar del
niño (situación económica y de integración familiar, falta de recursos
materiales de la familia, situación educacional, etc.) pasan a ser factores
centrales de decisión respecto al tratamiento cuando un niño o adolescente es
puesto bajo la jurisdicción penal o administrativa para decidir su
responsabilidad y su situación en relación con una presunta infracción, o para
la determinación de medidas que afectan derechos como el derecho a la familia,
a la residencia o a la libertad.
d.
La consideración de que el menor está en
situación irregular (abandono, deserción educativa, falta de recursos de su
familia, etc.) puede usarse para intentar justificar la aplicación de medidas normalmente
reservadas como sanción para figuras delictivas aplicables sólo bajo debido
proceso.
4. La Comisión incluyó en la consulta una
solicitud a este Tribunal para que se pronuncie específicamente sobre la
compatibilidad de las siguientes medidas especiales que algunos Estados adoptan
en relación a menores, con los artículos 8 y 25 de la Convención Americana:
a) la separación de
jóvenes de sus padres y/o familia por considerarse, al arbitrio del órgano
decisor y sin debido proceso legal, que sus familias no poseen condiciones para
su educación y mantenimiento;
b) la supresión de la
libertad a través de la internación de menores en establecimientos de guarda o
custodia, por considerárselos abandonados o proclives a caer en situaciones de
riesgo o ilegalidad; causales que no configuran figuras delictivas sino
condiciones personales o circunstanciales del menor[;]
c) la aceptación en sede
penal de confesiones de menores obtenidas sin las debidas garantías;
d) la tramitación de
juicios o procedimientos administrativos en los que se determinan derechos
fundamentales del menor, sin la garantía de defensa del menor[; y]
e) [l]a determinación en
procedimientos administrativos y judiciales de derechos y libertades sin la
garantía al derecho de ser oído personalmente y la no consideración de la
opinión y preferencias del menor en esa determinación.
II
Procedimiento ante
la Corte
5. Mediante notas de 24 de abril de 2001, la
Secretaría de la Corte (en adelante “la Secretaría”), en cumplimiento de lo que
dispone el artículo 62.1 del Reglamento de la Corte (en adelante “el
Reglamento”),
transmitió el texto de la consulta a los Estados Miembros de la Organización de
los Estados Americanos (en adelante “OEA”), al Instituto Interamericano del
Niño, al Consejo Permanente y, por intermedio del Secretario General de la OEA,
a los órganos de la Organización que -por sus competencias- pudieran tener
interés en la materia. Asimismo, les
informó que el Presidente de la Corte (en adelante “el Presidente”), en
consulta con los demás jueces que integran el Tribunal, dispuso que las
observaciones escritas y otros documentos relevantes sobre la consulta deberían
ser presentados en la Secretaría a más tardar el 31 de octubre de 2001.
6. El 7 de agosto de 2001 el Instituto
Interamericano del Niño presentó sus observaciones escritas en relación con la
solicitud de opinión consultiva.
7. Los Estados Unidos Mexicanos y la
República de Costa Rica presentaron sus observaciones escritas el 31 de octubre
de 2001.
8. Conforme a la prórroga del plazo de
presentación de observaciones que el Presidente concedió a la Comisión
Interamericana, ésta presentó nuevas precisiones el 8 de noviembre de
2001.
9. Las siguientes organizaciones no
gubernamentales presentaron sus escritos en calidad de amici curiae, entre el 16 y el 29 de octubre de 2001
- la
Coordinadora Nicaragüense de ONG’s que trabaja con la Niñez y la Adolescencia
(en adelante “CODENI”);
- el Instituto Universitario de Derechos
Humanos, A.C. de México; y
- la Fundación Rafael Preciado Hernández,
A.C. de México.
10. Por Resolución de 12 de abril de 2002, el
Presidente dispuso la realización de una audiencia pública sobre la consulta en
la sede de la Corte el 21 de junio de 2002, a partir de las 10:00 horas, e
instruyó a la Secretaría para que oportunamente invitase a participar en dicho
procedimiento oral a quienes hubiesen sometido por escrito sus puntos de vista
al Tribunal.
11. Las siguientes organizaciones presentaron sus escritos en
calidad de amici curiae, entre el 18
de junio y el 2 de agosto de 2002:
- Instituto
Latinoamericano de Naciones Unidas para la Prevención del Delito y Tratamiento
del Delincuente (en adelante “ILANUD”);
-
Centro por la Justicia y el Derecho
Internacional (en adelante “CEJIL”); y
-
la Comisión Colombiana de Juristas.
12. El 21 junio de 2002, con anterioridad al
inicio de la audiencia pública convocada por el Presidente, la Secretaría
entregó a los comparecientes el conjunto de escritos de observaciones y
documentos presentados, hasta ese momento.
13. Comparecieron a la audiencia pública,
por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos:
Mary Ana Beloff.
por
los Estados Unidos Mexicanos:
Embajador
Carlos Pujalte Piñeiro;
Ruth
Villanueva Castilleja; y
José
Ignacio Martín del Campo.
por Costa Rica:
Arnoldo
Brenes Castro;
Adriana
Murillo Ruin;
Norman
Lizano Ortiz;
Rodolfo
Vicente Salazar;
Mauricio
Medrano Goebel; e
Isabel
Gámez Páez.
por el Instituto Universitario de Derechos
Humanos, A.C. de México:
María Engracia del Carmen Rodríguez Moreleón;
Enoc Escobar Ramos;
María Cristina Alcayaga Núñez; y
Silvia Oliva de Arce.
por la Fundación Rafael Preciado Hernández,
A.C de México:
Dilcya
Samantha García Espinosa de los Monteros.
por el Centro de la Justicia y el Derecho Internacional:
Juan
Carlos Gutiérrez;
Luguely
Cunillera; y
Lourdes
Bascary.
por el Instituto Latinoamericano de Naciones Unidas
para la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente:
Carlos
Tiffer.
14. Durante la audiencia pública, el Presidente
señaló a los participantes que podrían enviar observaciones adicionales a más
tardar el 21 de julio siguiente. El 12 de julio siguiente informó a las partes
intervinientes que la Corte había programado las deliberaciones sobre la
consulta en la agenda de su LVI Período Ordinario de Sesiones, del 26 de agosto
al 6 de septiembre de 2002. Los Estados de México, la Comisión, CEJIL y la
Fundación Rafael Preciado Hernández, A.C. de México presentaron sus
observaciones dentro del plazo concedido para el efecto.
*
* *
15. La Corte resume de la
siguiente manera la parte conducente de las observaciones escritas del
Instituto Interamericano del Niño, los Estados participantes en este
procedimiento, la Comisión Interamericana y las Organizaciones no
Gubernamentales[2]:
Instituto
Interamericano del Niño: En su escrito de 7 de agosto de 2001 expresó:
A
partir de la aprobación de la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989,
los Estados del continente iniciaron un proceso de adecuación de su legislación
a la luz de la doctrina de la protección integral, en la cual se considera al
niño como sujeto pleno de derechos, dejando atrás la concepción de que es
sujeto pasivo de medidas de protección. En ésta se contempla una jurisdicción
altamente discriminante y excluyente, sin las garantías del debido proceso, en
la que los jueces tienen amplias facultades discrecionales sobre cómo proceder
en relación con la situación general de los niños. Se dio así la transición de un sistema
“tutelar represivo” a uno de responsabilidad y garantista en relación con los
niños, en el cual la jurisdicción especial se enmarca en el principio de
legalidad, siguiendo las debidas garantías y se adoptan medidas “orientadas al
reparo a la víctima y reeducación del menor de edad infractor a la ley,
relegando a casos absolutamente necesarios el internamiento”.
La
Convención Americana sobre Derechos Humanos establece que los derechos en ella
contemplados son propios de todo ser humano y, por ello, el pleno goce y
ejercicio de los mismos está garantizado también para los niños (artículos 3 y
1.2 de la Convención Americana). En este
sentido, no se debe confundir la capacidad de goce de derechos, inherente a la
persona humana y que constituye una regla de ius cogens, con la incapacidad, relativa o absoluta, que tienen los
niños menores de 18 años de ejercer determinados derechos por sí mismos.
En
relación con las medidas especiales identificadas por la Comisión
Interamericana, señaló lo siguiente:
- Separación de los menores de sus padres por
considerar la autoridad que su familia no posee condiciones para su educación y
sustento: la carencia de recursos materiales no puede ser el
único fundamento de la decisión, judicial o administrativa, que ordena la
separación de la familia. Actuar de esa
manera infringe garantías como, entre otras, la legalidad del procedimiento, la
inviolabilidad de la defensa y la humanidad de la medida. La medidas de este tipo deben ser impugnadas
y consideradas inválidas;
-
- Internación de menores considerados
abandonados o en situación de riesgo, que no han incurrido en ningún delito: la
privación de libertad de jóvenes en situación de riesgo social, siguiendo los
principios de la doctrina de la situación irregular, significa la aplicación de
una sanción no tipificada, lo cual vulnera el principio de legalidad de la
pena, con el agravante de que por lo general se ordena sin definir su
duración. Asimismo, contraría las reglas
del debido proceso.
-
- Aceptación de confesiones de menores en
sede penal sin las debidas garantías: no obstante que la
mayoría de las legislaciones del continente reconoce garantías judiciales, por
lo general las confesiones de niños se obtienen sin haber seguido un
procedimiento de detención adecuado o sin la presencia del representante legal
del niño o de un familiar, lo cual es suficiente para declarar nulo el
procedimiento aplicado;
-
- Tramitación de procedimientos
administrativos o judiciales relativos a derechos fundamentales del menor, sin
las debidas garantías y sin considerar su opinión o preferencias:
procesos realizados de la manera descrita vulneran garantías fundamentales como
los principios de culpabilidad, legalidad y humanidad, así como garantías
procesales (jurisdiccionalidad, contradicción, inviolabilidad de la defensa,
presunción de inocencia, impugnación, legalidad del procedimiento y publicidad
del proceso).
-
A la
luz de las prácticas descritas, el Instituto estableció la necesidad de hacer
una revisión del proceso de adecuación de las legislación de los Estados
americanos a los principios de la Convención sobre los Derechos del Niño y la
Convención Americana, pues todavía hoy existen países que no han armonizado
enteramente su normativa a esos principios, de conformidad con el artículo 2 de
la Convención Americana. Concluyó
señalando que los artículos 8, 19 y 25 de la Convención Americana deben
constituir un límite a la facultad discrecional de los Estados para dictar
medidas especiales de protección a los niños. En consecuencia, aquéllos deben
“adecuar sus legislaciones y sus prácticas nacionales en consonancia a estos principios”.
Por
otro lado el Instituto expresó, en sus anexos, que la realidad muestra que los
sectores especialmente vulnerables de la sociedad se ven privados de la
protección de sus derechos humanos, lo cual resulta contrario al principio de
universalidad de los mismos.
En
este sentido, señaló que la llamada doctrina de la situación irregular
considera que son “niños” quienes tengan sus necesidades básicas satisfechas, y
“menores”, quienes se encuentren marginados socialmente y no puedan satisfacer
sus necesidades básicas. Para tratar a estos últimos se desarrollan
legislaciones que consideran a los niños como “objetos de protección y
control”, y se establecen jurisdicciones especiales, las cuales resultan
excluyentes y discriminatorias, niegan a los niños la condición de sujetos de
derecho y vulneran sus garantías fundamentales. Asimismo, “judicializan” los
problemas psicosociales de la niñez y crean la figura del juez de niños, quien,
con amplias facultades discrecionales, tiene la función de resolver los
problemas de este grupo social, ante la falta de políticas sociales de
protección por parte del Estado.
Dichas
jurisdicciones desatienden el principio de legalidad, la distinción entre las
capacidades de ejercicio y goce de derechos, la proporcionalidad de la pena y
el debido proceso. Asimismo, el sistema
no respeta las edades para los diversos tipos de intervención, no se inspira en
políticas resocializantes o reeducativas y propicia que niños no infractores sean
internados, indiferenciadamente, con menores de edad que han infringido la
ley. Se pudo determinar, a través de un
estudio del Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención
del Delito y Tratamiento del Delincuente (en adelante “ILANUD”), que el perfil
del niño infractor se conforma con los siguientes datos: sexo masculino,
retraso escolar de 4 años, residente en zonas marginales, desarrollo de
actividades ilícitas para contribuir al soporte de su núcleo familiar, familia
desintegrada, o con padre que se desempeña en una actividad laboral de menor
ingreso o está desempleado, y madre dedicada al servicio doméstico o a una
actividad de baja calificación laboral.
La
Convención sobre los Derechos del Niño desarrolló una nueva concepción que
distingue entre abandono y conducta irregular.
La primera figura requiere políticas de orden administrativo, mientras
que la segunda supone decisiones de carácter jurisdiccional.
Se
establece, asimismo, que los niños son inimputables penalmente, aunque a los
sujetos de 12 a 18 años que infringen la ley se les somete a una jurisdicción
especial, que puede aplicar sanciones consistentes en medidas
socio-educativas. Este sistema de
justicia especial, además de los caracteres básicos de todo órgano jurisdiccional, se basa en los siguientes principios:
a.
responsabilidad
ante la infracción: el contenido sancionatorio de la nueva
jurisdicción sólo se debe aplicar a niños mayores de 12 años y menores de 18
años que hayan infringido la ley penal -por la inimputabilidad de los menores
de 18 años-, y las medidas adoptadas pueden ser recurridas por los mismos
niños. El Estado debe adoptar sobre estas personas una política
rehabilitatoria, de manera que los adolescentes que infrinjan la ley “se hacen
merecedores de una intervención jurídica” distinta de la prevista por el código
penal para los adultos. En particular, deberán establecerse jurisdicciones
especializadas para conocer de las infracciones a la ley por parte de niños,
que además de satisfacer los rasgos comunes de cualquier jurisdicción (imparcialidad,
independencia, apego al principio de legalidad), resguarde los derechos
subjetivos de los niños, función que no compete a las autoridades
administrativas.
b.
despenalización
del sistema de justicia juvenil: en
consideración a que la sanción en esta jurisdicción especial busca rehabilitar
y no reprimir, el internamiento debe ser la última medida. Antes deben
valorarse otras medidas de carácter socio-educativo como: orientación familiar,
imposición de reglas de conducta, prestación de servicios a la comunidad,
obligación de reparar el daño y libertad asistida. Las medidas deben ser siempre proporcionales
y estar fundamentadas en el interés superior del niño y su reintegración
familiar y comunitaria;
c.
separación
de funciones administrativas y jurisdiccionales: se debe diferenciar
entre la protección social, que busca ofrecer las condiciones necesarias para
que el niño desarrolle su personalidad y
satisfaga sus derechos fundamentales, y protección jurídica, entendida como una
función de garantía que tiene como objetivo decidir sobre los derechos
subjetivos de los niños;
d.
garantía
de los derechos: las garantías englobadas dentro del debido
proceso deben respetarse en tres momentos: i. al momento de la detención, la
cual debe sustentarse en una orden judicial, salvo casos de infracciones in fraganti, y debe ser ejecutada por
personal policial capacitado en el tratamiento de adolescentes infractores, es
decir, personal especial; ii. en el desarrollo de los procedimientos
judiciales, tanto los de carácter sustantivo (principios de culpabilidad,
legalidad y humanidad), como los de carácter procesal (principios de
jurisdiccionalidad, contradicción, inviolabilidad de la defensa, presunción de
inocencia, impugnación, legalidad del procedimiento y publicidad del proceso);
y iii. en el cumplimiento de una medida reeducativa o de internamiento. Esta
debe ser supervisada por el órgano competente. En caso de privación de
libertad, se debe acatar la prohibición de recluir a niños en establecimientos
para adultos, y en general, respetar los derechos del niño a conocer el régimen
al cual está sujeto, recibir asesoría jurídica eficaz, continuar el desarrollo
educativo o profesional, realizar actividades recreativas, conocer el
procedimiento para presentar quejas, estar en un ambiente físico adecuado e
higiénico, contar con atención médica suficiente, recibir visitas de sus
familiares, mantener contacto con la comunidad local y ser reintegrado
gradualmente a la normalidad social.
e.
Participación
de la comunidad en las políticas reeducativas y de reinserción familiar y
social:
constituye un elemento esencial dentro de la nueva justicia juvenil, pues las
medidas buscan la reinserción gradual y progresiva de los niños infractores en
la sociedad.
Costa Rica: En sus
intervenciones, tanto escritas como orales, el Estado de Costa Rica manifestó:
a. En relación con la interpretación de los
artículos 8, 19 y 25 de la Convención Americana:
Las garantías de
los artículos 8 y 25 de la Convención Americana, en relación con el artículo 19
del mismo instrumento deben interpretarse en dos sentidos: uno negativo, en
razón de que dichas disposiciones sí constituyen límites al arbitrio de los
Estados, pues éstos no pueden legislar en detrimento de esas garantías básicas; y otro positivo, que implica permitir su
adecuado ejercicio, tomando en cuenta que los artículos mencionados no impiden
adoptar disposiciones específicas en materia de niñez que amplíen las garantías
ahí contempladas.
Las
garantías de los artículos 8 y 25 de la Convención Americana deben aplicarse a
la luz de la especialidad que el propio Pacto de San José ha reconocido a la
materia de infancia y adolescencia, en el sentido de “proteger reforzadamente
los derechos de niños”, tal como sucede con otras situaciones especiales como
son las consagradas en sus artículos 5.5 y 27 de la Convención. Por ello deben
“leerse transversalmente” -y utilizando criterios amplios de interpretación-
con lo establecido en la Convención sobre los Derechos del Niño. Por esa razón, la aplicación de dichos
artículos debe considerar los principios de interés superior de los niños,
protección integral, justicia especializada, presunción de minoridad, principio
de lesividad, confidencialidad y privacidad, y formación integral y reinserción
en la familia y la sociedad, así como la precisión acerca de la manera y
condiciones en que los niños pueden acceder a esos recursos judiciales, tomando
en cuenta que su capacidad de actuar no es plena, “sino que está vinculada al
ejercicio de la autoridad parental, y determinada por su grado de madurez
emocional y capacidad de discernimiento”.
El
artículo 19 de la Convención Americana obliga a los Estados a desarrollar la
normativa para garantizar las medidas de protección que los niños requieran en
su condición de tales, de manera que cualquier desarrollo normativo que los
Estados elaboren en torno a las medidas de protección para la niñez debe
reconocer que los niños son sujetos de derechos propios, que deben realizarse
dentro del concepto de protección integral. Estas medidas positivas “no
consagran una potestad discrecional del Estado” con respecto a esta población.
Los
derechos reconocidos en los artículos 8 y 25 de la Convención han sido
contemplados y desarrollados en el artículo 40 de la Convención sobre los Derechos
del Niño. Asimismo, agregó que son
relevantes para esta solicitud de opinión los artículos 3, 9, 12.2, 16, 19, 20,
25 y 37 del mismo instrumento internacional.
La
Convención sobre los Derechos del Niño reconoce la protección especial que el
Estado debe brindar a los niños, particularmente en materia de administración
de justicia, y reconoce como una prioridad que los conflictos en los que haya
niños involucrados se resuelvan, siempre que ello sea posible, sin acudir a la
vía penal; en caso de recurrir a ésta, siempre se les deben reconocer las
mismas garantías de que gozan los adultos, así como aquellas específicas
propias de su condición de niños. Dicha
Convención se remite, asimismo, a otros instrumentos internacionales como las
Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de Justicia a
Menores (Reglas de Beijing), las Directrices de las Naciones Unidas para la
Prevención de la Delincuencia Juvenil (Directrices de Riad) y las Reglas de las
Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad.
En
Costa Rica, específicamente, estas normas internacionales han sido introducidas
en las instancias administrativas, judiciales y penitenciarias. Además, existe
un Código de la Niñez y la Adolescencia (1998), que establece un proceso
especial de protección en caso de acción u omisión de la sociedad o el Estado,
de los padres o responsables, o de acciones u omisiones que los niños cometen
en su propio agravio. Este proceso está
a cargo del Patronato Nacional de la
Infancia, en primera instancia, y contempla la posibilidad de que las
decisiones de éste sean recurridas en la vía jurisdiccional. Por otro lado, existe también una Ley de
Justicia Penal Juvenil (1996), en la que se consagran garantías rigurosas y
medidas de protección de naturaleza y contenido diferentes, aplicables a los
niños que infringen la ley penal. Para la observancia de dichas garantías a
nivel judicial se requería la “creación de Juzgados Penales Juveniles, el
Tribunal Superior Penal Juvenil, Juzgados de Ejecución de la Pena, Defensa
Penal Juvenil, Ministerio Público especializado, [y] Policía Judicial Juvenil”.
En
relación con las medidas concretas identificadas por la Comisión, Costa Rica
manifestó que dichas “situaciones no [puede entenderse] como ‘medidas de
protección’ válidas en los términos del artículo 19 de la Convención
Americana”, pues éstas responden a situaciones que en Costa Rica se dieron
antes de la entrada en vigor de la legislación actual, que es acorde con la
Convención sobre los Derechos del Niño.
- Separación de los jóvenes de sus padres
por considerar la autoridad que su familia no posee condiciones para su
educación o mantenimiento: ésta “resultaría violatoria del artículo
19 de la Convención Americana, así como de los artículos 8 y 25 [del] mismo
cuerpo legal y de los artículos 9, 12.2 y 40 de la Convención sobre los
Derechos del Niño”. En Costa Rica se
puede aplicar una medida, conforme al Código de la Niñez y la Adolescencia, con
garantía de debido proceso la cual se
trata de una medida de protección provisional en familias sustitutas, o abrigo
temporal en entidades públicas o privadas.
- Internación de menores en
establecimientos de custodia, por considerarlos abandonados o en situación de
riesgo o ilegalidad, sin que hayan incurrido en delito: esta
medida constituye un reflejo de la doctrina de la situación irregular, y por lo
tanto, resultaría violatoria de los artículos 7, 8, 19 y 25 de la Convención
Americana, así como de los artículos 25, 37 y 40 de la Convención sobre los
Derechos del Niño. En Costa Rica, cuando
viene al caso una medida como la descrita, se otorga la posibilidad de
apelación en vía judicial, bajo los parámetros del debido proceso y escuchando
la opinión del niño.
- Aceptación de
confesiones de menores en sede penal sin las debidas garantías: se
vulneraría los artículos 19, 8.2 inciso g)
y 8.3 de la Convención Americana, además de la garantía señalada en el
artículo 40, inciso 2.b). Conforme a la legislación costarricense, el niño
tiene el derecho de abstenerse de declarar.
- Tramitación de procedimientos
administrativos relativos a derechos fundamentales del niño, sin la garantía de
defensa de éste: la
hipótesis planteada violaría los artículos 8, 19 y 25 del Pacto de San José,
así como los artículo 12, inciso 2) y 40 de la Convención sobre los Derechos
del Niño. En el caso de Costa Rica, la
legislación ha sido adaptada a los instrumentos internacionales mencionados.
En
conclusión, el Estado afirmó que se ha superado la concepción de que los niños
son “seres incompletos que deben ser objeto de protección”, desde un punto de
vista técnico, los artículos 8 y 25 de la Convención Americana no constituyen
límites a la actividad del Estado “en tanto […] que
no impiden mejorar el estándar de tutela y garantía especificando estas
disposiciones para la materia de la niñez”.
De esta manera, “los menores de edad por su condición pueden y deben
gozar de mayores y especiales garantías a las establecidas para los adultos,
pero en ningún caso de menores garantías o de debilitamiento de ellas con el
pretexto de una protección mal entendida”.
f.
Sobre
la Convención sobre los Derechos de Niño:
A
nivel internacional se ha reconocido la existencia de un principio universal de
protección especial a la niñez, en razón de encontrarse en una posición de
“desventaja y mayor vulnerabilidad” frente a otros sectores de la población, y
por enfrentar necesidades específicas. En ese sentido se pronuncia la
Declaración de los Derechos del Niño, aprobada por la Asamblea General de la ONU
en 1959. Sin embargo, fue hasta 1989,
con la Convención sobre los Derechos del Niño, que se dio “una verdadera
transformación cualitativa en la interpretación, comprensión y atención de las
personas menores de edad, y por consiguiente en su condición social y
jurídica”. Dicha Convención contiene una
serie de principios y disposiciones relativos a la protección de los niños y
constituye un paradigma de las nuevas orientaciones que deben regir la materia. En particular, contempla la necesidad de
atender el interés superior del niño, la regla de que no sea separado de sus
padres contra la voluntad de éstos y la posibilidad de que el niño sea
escuchado en todo procedimiento judicial o administrativo que lo afecte; los
niños infractores de la ley deben ser tratados “de manera acorde con el fomento
de su sentido de la dignidad y la importancia de promover una función
constructiva en la sociedad”.
g.
Doctrina
de la protección integral:
Con la
Convención sobre los Derechos del Niño se abandonó la antigua doctrina de la
situación irregular, que consideraba a los niños incapaces de asumir
responsabilidad por sus acciones. Por ello, se constituían en objetos pasivos
de la intervención “proteccionista” o represiva del Estado. Además, esa doctrina creaba una distinción
entre “niños”, que tenían cubiertas sus necesidades básicas, y “menores”, que
eran miembros de la población infantil con sus necesidades básicas
insatisfechas, y se encontraban por lo tanto, en una “situación irregular”.
Para este segundo grupo, el sistema tendía a judicializar e institucionalizar
cualquier problema vinculado con su condición de menores, y la figura del “juez
tutelar” sobresalía como una forma de restituir las carencias del niño.
Esta
Convención, junto con otros instrumentos internacionales, acogió la doctrina de
la protección integral, que reconoce al niño su condición de sujeto de derecho
y le confiere un papel principal en la construcción de su propio destino. En materia penal, específicamente, significó
el cambio de una jurisdicción tutelar a una punitivo-garantista, en la cual,
entre otras medidas, se reconocen plenamente los derechos y garantías de los
niños; se les considera responsables de sus actos delictivos; se limita la
intervención de la justicia penal al mínimo indispensable; se amplía la gama de
sanciones, basadas en principios educativos; y se reduce al máximo la
aplicación de las penas privativas de la libertad.
h.
Surgimiento
del Derecho de la niñez y la adolescencia:
La Convención sobre los Derechos del Niño, entre
otros instrumentos internacionales, y la elaboración de la doctrina de la
protección integral trajeron consigo el surgimiento del Derecho de los niños
como una nueva rama jurídica, basada en tres pilares fundamentales: el
interés superior del niño, entendido como la premisa bajo la cual se debe
interpretar, integrar y aplicar la normativa de la niñez y la adolescencia, y
que constituye, por ello, un límite a la discrecionalidad de las autoridades en
la adopción de decisiones relacionadas con los niños; el menor de edad como sujeto de derecho, de manera que se reconocen
a éste tanto los derechos humanos básicos como los que sean propios de su
condición de niño; y el ejercicio de los derechos fundamentales y
su vínculo a la autoridad parental: siendo que la autoridad parental tiene
como único fin procurar al niño la protección y los cuidados indispensables
para garantizar su desarrollo integral, constituye una responsabilidad y un
derecho para los padres, pero también un derecho fundamental para los niños a
ser protegidos y orientados hasta alcanzar su plena autonomía. Por ello, el
ejercicio de autoridad debe disminuir conforme avanza la edad del niño.
Como
conclusión, Costa Rica manifestó que “las disposiciones de los artículos 8 y 25
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos resultan insuficientes por sí
mismas para asegurar a las personas menores de edad el respeto de las garantías
y derechos reconocidos por ese instrumento a todas las personas”, y por ello
deben considerarse una serie de principios y garantías propias de la materia de
la niñez, para conformar así un núcleo fundamental sobre los derechos de los
niños, que contemple un principio de discriminación positiva con el propósito
de procurar una equidad y compensar, “mediante el reconocimiento de mayores y
más específicas garantías, estas situaciones de franca desigualdad que existen
en la realidad”. Para esto, afirmó, es
necesario que todos los Estados ratifiquen la Convención sobre los Derechos del
Niño y armonicen su legislación con los principios en ella contemplados.
Estados Unidos
Mexicanos: En sus comunicaciones escritas
y orales, México manifestó:
Los
niños no deben ser considerados “objetos de protección segregativa”, sino
sujetos de pleno derecho que deben recibir protección integral, y gozar de
todos los derechos que tienen las personas adultas, además de “un grupo de
derechos específicos que se les otorga por la particularidad de que los niños
se encuentran en desarrollo”. No sólo se deben proteger sus derechos, sino
también es necesario adoptar medidas especiales de protección, conforme al
artículo 19 de la Convención Americana y un conjunto de instrumentos
internacionales en materia de niñez.
Los
dos grandes principios que rigen los derechos humanos son los de no
discriminación e igualdad ante la ley, cuyo reconocimiento debe realizarse a favor de todas las
personas, “sin distinguir si el beneficiario de [e]stos [derechos es un niño,
un joven o un adulto]”. En consecuencia,
las medidas que plantea la Comisión Interamericana en su escrito de consulta
“estarían relacionad[as] con cuestiones de eficacia de las normas de la
Convención, más que de compatibilidad de sus respectivos alcances”.
- Separación de los jóvenes de sus padres por
considerar la autoridad que su familia no posee condiciones para su educación o
sustento: se rechaza el término “jóvenes”, por su ambigüedad, y
se opta por el concepto de “menores”, que resulta más preciso para referirse a
este sector de la población. Asimismo,
el Estado considera que debe distinguirse entre
“la
separación del menor motivada por la falta de condiciones de sus familiares
para su educación, y segundo la separación del menor por la falta de
condiciones para su mantenimiento. Al respecto, es indudable que en ambos casos
el órgano facultado para tomar dicha determinación debe de respetar siempre las
reglas del debido proceso legal”. Conforme al artículo 9 de la Convención sobre
los Derechos del Niño, la separación del niño de sus padres debe ser
excepcional, limitarse a los casos de maltrato o descuido, y adoptarse para
proteger el interés superior del niño.
En ese
sentido, los artículos 8 y 25 de la Convención Americana, “más que representar
un límite al arbitrio o a la discreción de los Estados para dictar medidas de
protección de acuerdo al artículo 19 de la misma, constituyen el cauce por el
cual deben transitar necesariamente dichas acciones” para ser consideradas acordes con las obligaciones del Estado derivadas
de la propia Convención.
- Internación de menores en establecimientos
de custodia, por considerarlos abandonados o en situación de riesgo o
ilegalidad, sin que hayan incurrido en delito: en las tres
hipótesis planteadas, abandono, riesgo o ilegalidad, corresponde a los Estados
instrumentar programas de protección social de los niños. Dichos programas
deben contemplar la existencia de órganos de control que supervisen la
aplicación y legalidad de aquéllos, así como la adopción de medidas oportunas
para prevenir o remediar las situaciones descritas por la Comisión en que se
encuentren los niños.
El
Estado debe adoptar medidas para la protección y el cuidado de los niños
abandonados, por tratarse de un sector social muy vulnerable, incluso sujeto a
mayor protección que la población en situación de peligrosidad que, de
conformidad con el artículo 19 de la Convención Americana, los artículos 3.2 y
20 de la Convención sobre los Derechos del Niño y el artículo 9 de las
Directrices de Riad. El internamiento de niños en establecimientos de guarda
debe tener carácter provisional y considerarse “una medida que ayudará al niño
a encauzar debidamente su proyecto de vida”. Los Estados deberán cuidar que el
internamiento de niños en establecimientos de guarda o de custodia, tenga
carácter cautelar o provisional, y que su pertinencia y duración estén
debidamente sustentadas en estudios especializados y sean revisadas
periódicamente por la vía administrativa o judicial. En México, el abandono de
niños constituye un delito.
Los
niños en situación de riesgo, llamados “niños de la calle”, también deben ser
abarcados por medidas de prevención y protección. Siguiendo los términos
establecidos por este Tribunal en el Caso
Villagrán Morales y otros, los Estados deben adoptar medidas, tanto
legislativas como institucionales, para proteger y garantizar los derechos de
los niños en situación de riesgo. Entre estas medidas puede figurar, igual que
en el caso de los niños en estado de abandono, el internamiento en
establecimientos de guarda o custodia, siempre que éstos sirvan al objetivo de
“garantizar el pleno y armonioso desarrollo de [la]
personalidad [del niño]”. La
medida debe adaptarse con observancia de las garantías correspondientes, previa
consideración del punto de vista del niño, tomando en cuenta su edad y madurez,
y ser siempre impugnable.
El
Estado tiene la obligación de elaborar programas de prevención del delito. El internamiento de niños sin que hayan
cometido una falta y sin respetar las garantías del debido proceso,
constituiría una violación a los artículos
7 y 8 de la Convención Americana, al artículo 40 de la Convención sobre
los Derechos del Niño, a la Constitución mexicana y al principio, fundamental
en el Derecho penal de nulla poena sine
lege.
En
el supuesto de privación de la libertad de los niños, la detención debe
realizarse conforme a la ley, durante el período más breve que proceda y
siguiendo los principios de excepcionalidad, determinación temporal y último
recurso. Asimismo, las condiciones en
las que el niño puede ser detenido deben ser las mismas que rigen la detención
de los adultos, pero reconociendo que “la niñez requiere de derechos
adicionales y de un cuidado especial”.
Además, para la detención de niños “deben darse condiciones mucho más
específicas en las que resulte imposible resolver la situación con cualquier
otra medida”.
-
Aceptación
de confesiones de menores en sede penal sin las debidas garantías: el
Estado señaló que todo niño debe gozar de garantías mínimas cuando se
desarrolla un proceso judicial contra él, entre ellas: presunción de inocencia,
obligación de la autoridad de dar aviso a los representantes del niño de
cualquier actuación que se adopte para o contra éste, derecho a ser asistido
legalmente y derecho de ofrecer pruebas.
En consecuencia, cualquier declaración en sede penal que se obtenga sin
las garantías procesales mínimas, no debe tener valor probatorio.
- Tramitación de procedimientos
administrativos relativos a derechos fundamentales, sin la garantía de defensa
del menor: los niños tienen derecho a ser asistidos por un
abogado, en cualquier procedimiento seguido contra ellos. El desarrollo de
procesos o procedimientos administrativos sin esa garantía constituye una
violación de los derechos consagrados en
los artículos 8 y 25 de la Convención Americana.
- Determinación en procedimientos administrativos
o judiciales de derechos fundamentales del menor, sin haber oído a éste y
considerar su opinión: conforme a la Convención sobre los Derechos
del Niño, el Estado debe garantizar al niño las condiciones que le permitan
formarse un juicio propio y expresar opinión en los asuntos que lo
afecten. Sin embargo, la libertad de
expresar su opinión no es ilimitada; la autoridad debe valorarla según la
posibilidad que tenga el niño de formarse un juicio propio, atendiendo a su
edad y madurez, de conformidad con el artículo 12 de la Convención sobre los
Derechos del Niño. Asimismo, el derecho
a ser oído constituye una garantía fundamental que debe respetarse en todo
procedimiento administrativo o judicial, como han reconocido el sistema
interamericano de protección a los derechos humanos y el orden jurídico
mexicano, tanto en lo que respecto a la legislación, como en lo que toca al
desarrollo jurisprudencial.
Ante
la ausencia de un instrumento interamericano que regule específicamente el
derecho de los niños, la Convención sobre los Derechos del Niño constituye,
como lo ha señalado esta misma Corte,
parte del corpus iuris “que debe
servir para fijar el contenido y los alcances de la disposición general
definida, justo en este artículo 19 a que se hace referencia”.
Finalmente, el
Estado señaló que el niño es sujeto de derechos, incluso antes de su
nacimiento, sin perjuicio de que la capacidad de ejercicio se adquiera hasta la
mayoría de edad, es decir: “sea un menor trabajador, sea un menor estudiante,
sea un menor discapacitado, sea un menor infractor, tiene el derecho a la
tutela, por su condición especial de menor de edad”.
Comisión
Interamericana En sus
intervenciones escritas y orales, la Comisión
de
Derechos Humanos: Interamericana
manifestó:
La aprobación de la
Convención sobre los Derechos del Niño constituyó “la culminación de un proceso
durante el cual se construyó el llamado modelo o doctrina de la protección
integral de los derechos del niño”. Este
nuevo sistema se caracteriza por:
i. reconocer a los niños como sujetos de derechos
y la necesidad de brindarles medidas especiales de protección, las cuales deben
impedir intervenciones ilegítimas del Estado que vulneren sus derechos, y
prever prestaciones positivas que les permitan disfrutar efectivamente sus
derechos;
ii. haber surgido con base en “los aspectos
críticos” del modelo de la “situación irregular” que imperó en nuestra región por más de ochenta años;
iii. dejar atrás la “judicialización” de asuntos
exclusivamente sociales y el internamiento de los niños o jóvenes cuyos
derechos económicos, sociales y culturales se encuentran vulnerados;
iv. evitar la utilización de “eufemismos
justificados por el argumento de la protección”, lo cual impida emplear los
mecanismos de protección de derechos fundamentales propios del debido proceso;
v. brindar un trato diferenciado entre los niños
cuyos derechos se encuentran vulnerados, y aquellos otros a quienes se les
imputa la comisión de un hecho delictivo;
vi. adoptar las medidas de protección que promuevan
los derechos del niño y que de ninguna manera los vulneren, considerando el consentimiento del niño y de
su grupo familiar;
vii. desarrollar políticas públicas
universales, así como “focalizadas y descentralizadas”, tendientes a hacer
efectivos los derechos de los niños; y
viii. establecer un
sistema de responsabilidad especial para adolescentes, respetuoso de todas las
garantías materiales y procesales.
Con este nuevo
modelo, “los Estados se comprometen a transformar su relación con la infancia”,
abandonando la concepción del niño como “incapaz” y logrando el respeto de
todos sus derechos, así como el reconocimiento de una protección
adicional. Además, se enfatiza la
protección a la familia por ser “el lugar por excelencia donde deben efectivizarse
en primer lugar los derechos de los niños, las niñas y los adolescentes cuyas
opiniones deben ser priorizadas para la toma de decisiones familiares”. Esta protección a la familia se basa en los
siguientes principios:
a.
Importancia de la familia como “ente de
crianza y [...] principal núcleo
de socialización del niño”;
b.
Derecho del niño a tener una familia y a
convivir con ella, de manera que se evite la desvinculación de sus padres
biológicos o de su familia extendida; de no ser ello posible, se deben buscar
otras “modalidades de ubicación familiar” o, finalmente, recurrir a “entidades
de abrigo de la comunidad”; y
c.
“Desjudicialización” de los asuntos
relativos a cuestiones socioeconómicas y adopción de programas de ayuda social
al grupo familiar, tomando en consideración que la simple falta de recursos del
Estado no justifica la ausencia de estas políticas.
A pesar de que la
Convención sobre los Derechos del Niño es uno de los instrumentos
internacionales con mayor número de ratificaciones, no todos los países en el
continente americano han armonizado sus legislaciones internas con los
principios establecidos en ella, y los que lo han hecho han enfrentado
dificultades para llevarlos a la práctica.
La Convención sobre
los Derechos del Niño establece dos ámbitos de protección: a) de los derechos
de los niños, las niñas y los adolescentes en general, y b) el de los niños que
han cometido un delito. En este último campo, los niños no sólo deben recibir
las mismas garantías que los adultos, sino, además, una protección especial.
El Estado, incluido
el Poder Judicial, tiene la obligación de aplicar los tratados internacionales.
En ese sentido, la Comisión reconoce que la Convención sobre los Derechos del
Niño, junto con otros instrumentos internacionales, constituyen un corpus iuris internacional para la
protección de los niños, que puede servir como “guía interpretativa”, a la luz
del artículo 29 de la Convención Americana, para analizar el contenido de los
artículos 8 y 25 y su relación con el artículo 19, de la misma Convención.
Asimismo, aquellos
instrumentos - entre los que se encuentran las “Reglas de Beijing”, las “Reglas
de Tokio” y las “Directrices de Riad” - desarrollan la protección integral de
los niños y adolescentes. Esta implica considerar al niño como sujeto pleno de
derechos y reconocen las garantías con que cuenta en cualquier procedimiento en
el que se afecten esos derechos. En el
sistema interamericano, el niño debe disfrutar determinadas garantías
específicas “en cualquier proceso en el cual esté en juego su libertad o
cualquier otro derecho. Esto incluye cualquier procedimiento administrativo”,
artículos 8 y 25 de la Convención Americana. Dichas garantías deben ser
observadas, en especial, cuando el procedimiento significa la posibilidad de
aplicar una medida privativa de libertad (llámese “medida de internación” o
“medida de protección”). En la
aplicación de medidas de privación de libertad de un niño, es preciso
considerar dos principios: a) la privación de libertad constituye la ultima ratio, y
por ello es necesario preferir medidas de otra naturaleza, sin recurrir al
sistema judicial, siempre que ello resulte adecuado; y b)
es preciso considerar siempre el interés superior del niño lo cual implica
reconocer que éste es sujeto de derechos.
Este reconocimiento supone en el
caso de los niños se consideren medidas especiales que implican “mayores
derechos que [los que se
reconocen ] a todas las otras personas” .
Los artículos 8 y
25 de la Convención Americana, en concordancia con el artículo 40 de la
Convención sobre los Derechos del Niño, recogen garantías que deben observarse
en cualquier proceso en el que se determinen derechos de un niño, entre ellas:
a. Juez Natural: “Toda persona tiene
derecho a ser juzgada por un juez que sea competente, independiente e
imparcial, establecido con anterioridad por la ley”. En este sentido, el artículo 5.5 de la
Convención Americana contempla la necesidad de que los procesos acerca de
menores de edad sean llevados antes jueces especializados.
El artículo 40 de
la Convención sobre los Derechos del Niño extiende la garantía del juez natural
a los supuestos en los que se trate de autoridades estatales diferentes de los
órganos jurisdiccionales, o de mecanismos alternativos, no judiciales, para resolver
el conflicto.
b. Presunción de inocencia: no se deberá
tratar como culpable a una persona acusada de haber cometido un delito, sino hasta que se haya establecido
efectivamente su responsabilidad. La garantía abarca a los niños, imputables o
no.
En materia de
niñez, las legislaciones latinoamericanas tienden a considerar que se trata de
un sistema de derecho penal de autor y
no de acto, lo cual vulnera la presunción de inocencia.
Con anterioridad a
la entrada en vigor de la Convención sobre los Derechos del Niño, el juez
ejercía un papel “proteccionista” que le facultaba, en caso de encontrarse el
niño en una situación de peligro o vulnerabilidad, a violentar sus derechos y
garantías. Inclusive bastaba la simple
imputación de un delito para suponer que el niño se encontraba en situación de
peligro, lo cual atraía la imposición de alguna medida, por ejemplo, de
internación. Sin embargo, gracias a la
aprobación de la Convención sobre los Derechos del Niño, los jueces están
obligados a respetar las garantías de éste. Es necesario “considerar la
investigación y eventual sanción de un niño, en función del hecho cometido y no
de circunstancias personales.” Resulta
claro que las debidas garantías no pueden ser desconocidas por el interés
superior del niño. Por ello, cuando se presenta al juez un niño inculpado de un
delito, y el sujeto se encuentra en
especial estado de vulnerabilidad, debe darse “intervención a los
mecanismos que haya creado el Estado para ocuparse de esa situación
particular”, y tratar al niño como inocente, sin considerar su situación
personal.
c. Derecho de defensa: incluye varios
derechos: contar con el tiempo y los medios para preparar la defensa, tener
intérprete o traductor, ser oído, conocer la acusación e interrogar y presentar testigos. Esto mismo se dispone en el artículo 40 de la
Convención sobre los Derechos del Niño.
En esta garantía
subyace el principio del contradictorio y se supera la idea de que el niño no
necesita defensa, pues el juez asume la
defensa de sus intereses.
El derecho del niño
a ser oído contempla la oportunidad de expresar su opinión en cualquier
procedimiento en el cual se discutan sus derechos, siempre que esté en
condiciones de formarse un juicio propio.
Este elemento es angular para el debido proceso del niño, a fin de que
“sea leído como una instancia de diálogo, en la que la voz del niño sea tenida
en cuenta, de modo de considerar que lo que él o ella consideren respecto al
problema de que está involucrado”.
d.
Doble instancia: (artículos 8.2.h de la Convención Americana
y 40.b.v de la Convención sobre los Derechos del Niño): el niño debe gozar del
derecho a que un tribunal revise la medida que le ha sido impuesta, para
controlar así el poder punitivo de las autoridades. Dicha garantía debe estar
vigente en cualquier procedimiento en el que se determinen los derechos del
niño, y en especial cuando se apliquen medidas privativas de libertad.
e. Non bis in idem: (artículo 8.4 de la
Convención Americana) la garantía de que un niño que ha sido procesado por
determinados hechos no podrá ser enjuiciado nuevamente por los mismos hechos,
se encuentra contemplada en el artículo 8.4 de la Convención Americana. En la Convención sobre los Derechos del Niño
no existe una disposición semejante.
f.
Publicidad: (artículo 8.5 de
la Convención Americana) vinculada con el sistema democrático de gobierno, esta
garantía debe tomar en consideración la privacidad del niño, sin disminuir el
derecho de defensa de las partes ni restar transparencia a las actuaciones
judiciales, para “no caer en el secreto absoluto de lo que pasa en el proceso,
sobre todo respecto de las partes”. En la Convención sobre los Derechos del
Niño no se encuentra una disposición semejante.
Las garantías del
debido proceso, consagradas en el artículo 8 de la Convención Americana, poseen
un doble valor: intrínseco, mediante el cual la persona es considerada sujeto
en el desarrollo de ese diálogo; e instrumental, como medio para obtener una
solución justa. En este sentido, la
Convención sobre los Derechos del Niño “reclama el reconocimiento de la
autonomía y subjetividad del niño y establece el peso que su opinión puede y
debe tener en las decisiones de los adultos”.
El derecho a un
recurso efectivo, establecido en el artículo 25 de la Convención Americana,
implica no sólo la existencia de un instrumento procesal que ampare los
derechos violados, sino también el deber de la autoridad de fundamentar la
decisión sobre el reclamo y la posibilidad de revisión judicial de la medida
adoptada.
En conclusión, la
Comisión manifiesta que la Convención sobre los Derechos del Niño debe ser
utilizada por los órganos del sistema interamericano de protección de los
derechos humanos en la interpretación de todas las normas de la Convención
Americana, en aquellos asuntos que involucren a niños, y en particular en lo
relativo a la interpretación y aplicación del artículo 19 de la Convención
Americana. Asimismo, la aplicación de
esta última disposición debe hallarse “precedida y acompañada” por el respeto
de las garantías contempladas en los
artículos 8 y 25 de la Convención Americana. Finalmente, la Comisión
señaló la importancia de que “los Estados, y en particular los jueces, cumplan
con la obligación de aplicar los tratados internacionales, adaptando su
legislación, o dictando resoluciones que cumplan con los estándares fijados por
los tratados de Derechos Humanos”.
Instituto
Universitario de
Derechos Humanos y otras
Organizaciones en
la materia,
En
sus intervenciones escritas y orales, manifestó que:
Los principios de
no discriminación, interés superior del niño e igualdad son primordiales en
todas las actividades que conciernen a los niños y en la correspondiente
legislación. Es preciso tener en cuenta la opinión de los niños en los asuntos
que les conciernen. Los sistemas legales deben establecer jurisdicciones de
niños que privilegien la prevención, así como fomentar su rehabilitación y reinserción social, evitando en lo posible la
penalización y la privación de la libertad. En la audiencia agregó que deben
considerarse los diversos ámbitos de prevención: primaria, en la familia,
secundaria, en la sociedad, y terciaria cuando el Estado deba intervenir en la
adopción de alguna medida.
- Separación de los jóvenes de sus padres
por considerar la autoridad que su familia no posee condiciones para su
educación o sustento: el término “joven” debe ser rechazado, pues
abarca tanto a mayores como a menores de 18 años. El término “menor” es
jurídico; y contempla la asistencia y la
tutela que se debe dar a la persona que, en razón de su edad no posee la
capacidad de ejercicio de sus derechos.
La
separación de los niños de sus padres debe adoptarse bajo las debidas garantías
judiciales, “privilegiando siempre el interés supremo del menor, el cual puede
verse menoscabado por la falta de condiciones para su debido desarrollo
integral”. Por ello, el Estado sólo puede disponer esa reparación, en su
calidad de promotor y protector de los derechos del niño, ante circunstancias
que coloquen a éste en riesgo de sufrir violencia, maltrato, abuso y
explotación sexual, entre otros peligros.
- Internación de menores en
establecimientos de custodia, por considerarlos abandonados o en situación de
riesgo o ilegalidad, sin que hayan incurrido en delito, sino por condiciones
personales o circunstanciales del menor: el Estado debe
adoptar medidas de protección, mediante procedimientos legítimos de
intervención y con la debida aplicación de la ley, cuando los niños se
encuentren en situación real de abandono familiar o social que se traduzca en
riesgo o vulneración de los intereses supremos de la niñez. Una de estas
medidas es la internación de niños en establecimientos de custodia que atiendan
al objetivo de garantizar su desarrollo y el ejercicio de sus derechos. Las
situaciones de riesgo e ilegalidad no
son sinónimas, como aparece en el planteamiento.
- Aceptación, en sede penal, de confesiones
de menores que se obtengan sin las debidas garantías: la
confesión de niños, entendida como una declaración autoinculpatoria, debe
rendirse siempre con garantías y el respeto pleno de sus derechos. Es necesario
establecer un procedimiento especial para la justicia de niños, lo cual no
implica necesariamente el desarrollo de un procedimiento penal.
- Tramitación de procedimientos
administrativos relativos a derechos fundamentales del menor, sin la garantía
de defensa del menor: se debe distinguir entre los procedimientos
administrativos para la atención de niños infractores y otros procedimientos relativos a conductas no
tipificadas en las leyes penales. En
estos últimos casos la ausencia del defensor no implicará violación de los derechos.
- Determinación, en procedimientos
administrativos o judiciales, de derechos fundamentales del menor, sin haber
oído a éste ni considerar su opinión: es preciso
distinguir la posibilidad de que el niño
exprese su opinión libremente, por sí
mismo o por medio de un representante, del derecho considerado en conformidad con el artículo 12 de la
Convención sobre los Derechos del Niño. Esto implica “la necesidad de analizar
a fondo sobre la forma que se debe adoptar ese derecho ya que el menor no puede
de manera ilimitada expresar su opinión, sino que se debe atender a las
condiciones particulares de cada menor, en función de su edad y madurez”.
Federación
Coordinadora de ONG’s que
trabajan
con la Niñez y la Adolescencia-
CODENI, de
Nicaragua:
En su escrito de 16 de octubre de 2001,
manifestó que:
En
Nicaragua la aprobación del Código de la Niñez y la Adolescencia, en el año
1998, ha generado cambios estructurales en el tratamiento de los adolescentes
infractores de la ley. No obstante, estos cambios no han sido sustanciales,
debido a la falta de asignación de un presupuesto específico para la aplicación
integral del código.
En
relación con este sector de la población, resulta conveniente emplear la
terminología “niñas, niños y adolescentes”, para rescatar su condición de
sujetos sociales y de derecho, producto de su personalidad jurídica, y dejar
atrás la política de la situación irregular, que emplea el vocablo “menores” en
forma peyorativa.
La
inimputabilidad del niño debe permitir identificarlo y brindarle un tratamiento
diferente del que corresponde a un presunto infractor, en consideración a que
el “acto incurrido [responde] a una situación particular y no necesariamente
[a] un hecho premeditado o aprendido tal como la plantea la política de
situación irregular”.
La ley
debe considerar, al momento de determinar las causas de la comisión de un hecho
delictivo, el estudio “biopsicosocial” del sujeto implementado en Nicaragua
y que muestra que “casi en un 100% [de…]
los actos delictivos devienen de circunstancias fuera del alcance de
ellos/ellas o de situaciones específicas del mismo [s]istema”, por cuanto los
niños proclives o propensos a caer en situaciones de riesgo o ilegalidad son
los pobres, hijos e hijas de prostitutas y delincuentes, entre otros.
Hay
principios que están relacionados con el debido proceso, como los de
culpabilidad, humanidad, jurisdiccionalidad, contradicción e inviolabilidad de
la defensa, que deben ser aplicados a la niñez:
a) Principio de Culpabilidad: la publicidad que se genera desde el momento
de la comisión del delito, el no atender al victimario y el dejar de brindar un
tratamiento especializado por personas expertas en el tema, produce “la
culpabilidad anticipada de los niños y niñas”.
Además, debe considerarse parte de las obligaciones del Estado el tener
expertos en temas de niñez y adolescencia en la Magistratura, la Procuraduría y
la Defensa Pública.
b) Principio de Humanidad: la
tipología de los delitos que debe regir con respecto a los adolescentes debe
ser distinta de aquella prevista en la ley común; las medidas correctivas deben
procurar la resocialización del victimario, más que su simple reclusión, ya que
“está demostrado que esta medida no causa efectos positivos”.
Asimismo,
la ley debe establecer una clara tipificación de la conducta y considerar que
el proceso judicial es una instancia de “protección especial” y no de
inquisición.
c) Principio de Jurisdiccionalidad: la
ley debe delimitar los campos y los roles de cada actor responsable. Es preciso
aplicar medidas socio-educativas que permitan la resocialización del niño. La
instancia administrativa vigilará el cumplimiento de esas medidas.
d) Principio contradictorio: el
derecho a ser escuchado se relaciona con el reconocimiento de la personalidad
jurídica, “en tanto ambos no se observen desde la misma dirección, difícilmente
una persona adulta y sin experiencia, establecerá las diferencias prácticas de
la terminología”.
e) Principio de la inviolabilidad de la
defensa: En general, la defensa de los niños no corre
a cargo de especialistas en temas de la niñez y la adolescencia. Esto no
contribuye al respeto de los derechos del niño y la niña. Es fundamental el papel del Estado y la
familia, no como espectadores o sancionadores del individuo, sino “como
alternativas para superar el problema”.
La existencia de especialistas psicosociales que atiendan a los niños y la
correlación de esta atención con la familia, constituyen obligaciones del
Estado.
Fundación Rafael Preciado
Hernández, A.C, de
México: En sus presentaciones
escritas y orales:
Se
toma como punto de partida para el desarrollo del tema la Convención sobre los
Derechos del Niño de Naciones Unidas, de 1989, por ser el instrumento
internacional que marcó el inicio de la doctrina de la protección integral que
define a los infantes como sujetos plenos de derecho no como objetos de tutela.
La interpretación solicitada de los artículos 8, 19 y 25 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos debe incorporar plenamente el modelo
presentado y adoptado en la Convención
sobre los Derechos del Niño.
Se
destacan algunas directrices pertinentes para la interpretación propuesta, a
saber:
a.
Prohibición
de separar a las niñas, los niños y los adolescentes de su medio familiar o
comunitario por cuestiones meramente materiales.
El actual modelo de protección a la infancia se plantea sobre la base
de una responsabilidad conjunta entre el Estado y los padres (o responsables de
los niños). Con fundamento en el principio de solidaridad, aquél no debe tomar
al infante bajo su tutela, privándole del ejercicio de sus derechos, sobre todo
del derecho de libertad, en razón de la carencia de condiciones mínimas de
subsistencia o como consecuencia de su especial situación personal, social o
cultural, y los padres deben brindar al menos condiciones de vida
adecuadas. Es decir, tanto el Estado
como la familia son responsables solidarios de brindar y garantizar al niño o
niña las condiciones mínimas de subsistencia. Esto implica que las
legislaciones que se desarrollan conforme al principio de tutela y criminalizan
la pobreza, despojando de garantías judiciales al manejo de los conflictos
jurídicos de los sectores más desfavorecidos de la población, deben ser objeto
de reconsideración con el objeto de ajustarlas al modelo y a la realidad
imperantes.
b.
Delimitación
de las órbitas de la administración y de la actividad jurisdiccional.
Las
cuestiones de naturaleza jurisdiccional relativas a los derechos de niñas,
niños y adolescentes, sean de derecho penal, civil o de familia, a la luz de la Convención, deben ser realizadas por
jueces con capacidad plena y específica para dirimir conflictos de naturaleza
jurídica, con las características de técnica, imparcialidad e independencia
inherentes a su cargo y limitados por las garantías individuales.
La
Convención sobre los Derechos del Niño, principal normatividad en el seno
internacional que ha venido a reemplazar a las antiguas leyes tutelares,
establece el carácter complementario de los mecanismos especiales de protección
de los niños, que no es autónomo sino fundado en la protección jurídica general
(artículo 41 Convención sobre los Derechos del Niño) para lo cual también
establece clara separación entre lo asistencial y lo penal.
Desde
esta perspectiva se señala que todo proceso seguido a un infante debe respetar
los siguientes principios:
1.
Jurisdiccionalidad:
implica el respeto de ciertas características mínimas de la jurisdicción, tales
como, la intervención del juez natural y la independencia e imparcialidad del
órgano llamado a tomar la decisión pertinente.
2.
Inviolabilidad
de la defensa: obliga a la presencia del defensor técnico en la toma
de decisiones que afecten al niño y en todo proceso en el que éste intervenga.
3.
Legalidad
del procedimiento: todo procedimiento que implique la
presencia de un niño o la toma de decisiones que afecten al mismo debe estar
previamente determinado en la ley, para evitar la aplicación de criterios
discrecionales y garantizar el desarrollo justo y equitativo de los sujetos,
evitando de esta manera la adopción de decisiones basadas en las condiciones
personales del niño o la niña.
4.
Contradicción: implica
la posibilidad de conocer los hechos y las pruebas que concurren al proceso,
así como la de hacerles frente mediante la respectiva asistencia legal.
5.
Impugnación:
presupone la existencia de un órgano superior ante el cual se pueda recurrir la
decisión adoptada.
6.
Publicidad: tiene
dos manifestaciones; por un lado, la posibilidad de acceder a todas las piezas
procesales para garantizar la defensa adecuada; y por el otro, la protección de
la identidad de los niños y niñas para evitar su estigmatización.
c.
Los
niños como sujetos plenos de derecho.
El artículo 3 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
reconoce la personalidad jurídica de todas las personas y esto, por supuesto,
incluye a los infantes. Sin embargo, el antiguo modelo tutelar solo veía a los
niños como objetos de protección y no como sujetos de derecho. Por lo tanto,
aquéllos no gozaban del reconocimiento de sus derechos. En la actualidad, el
preámbulo de la Convención sobre los Derechos del Niño y los principios de la
Carta de las Naciones Unidas dejan en claro que los niños son sujetos de
derecho, en condiciones de igualdad y con fundamento en la dignidad intrínseca
de todos los seres humanos.
Según
el modelo de protección integral adoptado, los niños tienen derecho a ser
partícipes de los procesos que impliquen la toma de decisiones que les afecten,
no sólo dentro del ámbito familiar sino también en las actuaciones que se
realicen ante las autoridades competentes.
En
razón de estos criterios, se considera pertinente exhortar a los países
miembros de la OEA a que adopten en su legislación interna las directrices
establecidas por el derecho internacional en materia de protección y tutela a
los infantes, a fin de reconocer a éstos como titulares de derechos y
obligaciones. Esto incluye el derecho a un debido proceso.
En el
caso de México, se observa claramente la adopción del modelo tutelar. La
legislación considera al niño inimputable
e incapaz, y de esta forma le brinda un tratamiento similar al que
corresponde a los discapacitados mentales, negándoles el acceso al debido
proceso que se observa en las decisiones
jurisdiccionales sobre adultos.
Según
la legislación mexicana, los niños están sometidos a un proceso no
jurisdiccional abstraído de la garantía judicial del debido proceso. Aquél
implica un “tratamiento” que consiste en la privación de la libertad decidida
sin garantía alguna, y que en vez de contribuir a la protección de los infantes
trae consigo una serie de violaciones sistemáticas a los derechos y garantías
de los niños niñas y adolescentes.
La
legislación mexicana debe adoptar el modelo de protección reconocido por la
normativa internacional.
Instituto
Latinoamericano para la Prevención
del
Delito y el Tratamiento del Delincuente
de Naciones Unidas
(ILANUD):
En sus argumentaciones escritas y orales el
ILANUD hizo las siguientes apreciaciones:
Respecto
de la primera cuestión planteada por la
Comisión y que se relaciona con la separación de los jóvenes de sus familias
por razones de educación y sustento, el Instituto estableció que los artículos
8 y 25 de la Convención constituyen límites al arbitrio y discreción de los Estados para dictar
medidas de protección de acuerdo con lo establecido en el artículo 19 de este
mismo instrumento. “La separación de los
jóvenes de sus padres y/o familias y sin el debido proceso, por considerar que
sus familias no poseen las condiciones para brindarles educación y
mantenimiento, viola el artículo 2 de la Convención sobre los Derechos del
Niño, así como los principios establecidos en el Derecho Internacional y
Derechos Humanos; el principio de igualdad y el derecho a la no
discriminación”.
Con
respecto a la medida relacionada con la supresión de la libertad de
personas menores de edad, por
considerárseles abandonados o proclives a caer en situaciones de riesgo o ilegalidad, consideró “que las garantías
establecidas en el artículo 8 y 25 de la Convención Americana [...] constituyen
un límite para los Estados Partes, para decidir sobre estas medidas especiales.
La práctica de acordar la supresión de la libertad considerando circunstancias
especiales de los menores de edad, viola el Derecho a la Integridad
Personal (artículo 5) y el Derecho a la
Libertad Personal (artículo 7), ambos de la Convención Americana [...], lo
mismo que los principios de Derecho Internacional y Derechos Humanos como el
principio pro libertatis, y el
principio pro homine. También se
violaría claramente el principio de
igualdad y no discriminación”.
Respecto
de la admisión de confesiones de personas menores de edad, sin las debidas
garantías, en sede penal, manifestó “que
las garantías judiciales y la protección judicial establecidas en los artículos
8 y 25 de la Convención, constituyen límites y derechos mínimos que deben
respetar los Estados partes cuando se recibe confesión o declaración a
cualquier persona, y especialmente a los menores de edad. Aceptar estas medidas
especiales en forma discrecional y sin límites, configura una violación al
principio de especialidad de la justicia de menores establecido en el artículo 5.5 de la
Convención Americana”, al igual que debido proceso.
Con
relación a los procesos administrativos en los que se determinan derechos
fundamentales sin la garantía de la defensa, señaló que “esta práctica viola
las garantías judiciales establecidas en el artículo 8 y 25 de la Convención
Americana por lo que sí constituyen límites al arbitrio y discreción para los Estados Partes”.
Asimismo consideró que dichas prácticas
atentan contra el derecho a la defensa establecido en el artículo 40,
inciso 2, párrafo ii de la Convención sobre los Derechos del Niño. Este derecho
supone que se respeten todas las garantías judiciales, como son los derechos a
conocer la acusación, la presunción de inocencia y a la doble instancia, entre
otros.
Por último, con
relación a la cuestión planteada por la Comisión Interamericana referida a
determinar en procedimientos administrativos o judiciales derechos y libertades
sin la garantía de ser oído personalmente, y la no consideración de opinión de
la persona menor de edad, argumentó que ésta violaría lo consagrado en los
artículos 8 y 25 de la Convención Americana, pues estas normas constituyen
límites al arbitrio y discreción de los Estados partes “como derechos mínimos,
que se deben respetar a todos sus ciudadanos y en especial a los niños y
adolescentes”. Asimismo esta situación atentaría contra lo establecido en el
artículo 40 de la Convención sobre los Derechos del Niño, “así como principios
del derecho internacionalmente aceptados y reconocidos como por ejemplo: el
principio del interés superior del niño, el reconocimiento de personas menores
de edad como sujetos de derecho, el principio de la protección integral, el
principio de jurisdicción especializada, el principio de formación integral y
reinserción a la familia y la sociedad”.
Luego
de la adopción de la Convención sobre los Derechos del Niño la mayoría de las
legislaciones latinoamericanas empezaron a cambiar la teoría tutelar,
usualmente aplicado en la vía judicial o administrativa, de acuerdo a cada
Estado, por la de protección integral
establecida en el instrumento internacional mencionado. Para tal efecto se
utilizó una técnica legislativa que podría ser denominada “[c]ódigos
omnicomprensivos, llamados códigos de la niñez que regulan todo tipo de las
situaciones tanto de omisión de derechos, como también de infracción a la ley
penal”.
Centro por la Justicia y el
Derecho Internacional: En su escrito y en su exposición
oral manifestó que:
La Convención sobre los Derechos del Niño:
La principal
reacción frente al sistema de la “situación irregular” en el campo normativo
fue la adopción de la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989, la cual
significó un cambio de paradigma al reconocer a los menores como sujetos de
derechos y establecer el principio del “interés superior del niño” como “una
norma de resolución de conflictos entre derechos, y/o como una guía para la
evaluación de leyes, prácticas y políticas referidas a la infancia”, así como
principios tales como el respeto a la opinión del niño, el principio de
sobrevivencia y desarrollo y el principio de no discriminación. Asimismo, la Convención sobre los Derechos
del Niño consagró normativamente la “doctrina de la protección integral”,
mediante la cual se delimita la labor del juez a la resolución de conflictos de
naturaleza jurídica, se fortalecen las garantías procesales y se establecen
obligaciones a cargo del Estado de establecer “políticas de carácter integral
que respeten los derechos y garantías protegidas” en la mencionada Convención.
Este
impulso de la doctrina de la protección integral ha significado una serie de
modificaciones en las legislaciones de la región; no obstante, “las prácticas
de la administración de justicia y la política de Estado siguen sin adecuarse a
los preceptos de la Convención [sobre los Derechos del Niño]”. Asimismo, en algunos países se vive en “un
entorno cada vez más excluyente (social y políticamente)” para los menores de
edad y las violaciones graves o sistemáticas de sus derechos humanos ponen en
evidencia el incumplimiento de los Estados de sus obligaciones
internacionales.
Situación legislativa actual:
Algunos
países de la región han desarrollado nuevas legislaciones en sus ordenamientos
con el propósito de brindar una protección especial para los menores de
edad. Sin embargo, la carencia de
reformas legislativas orientadas a “fortalecer las políticas sociales básicas”
constituye un obstáculo para el goce efectivo de los derechos reconocidos en la
Convención sobre los Derechos del Niño.
Además, existen países en los cuales no se ha iniciado la readecuación
legislativa o ésta se debe profundizar para “lograr la efectiva adecuación de
la normativa a los preceptos de la” Convención sobre los Derechos del Niño,
principalmente en materia de garantías.
Asimismo,
inclusive en aquellos países en los cuales se ha adoptado una nueva
legislación, existen una serie de deficiencias que resulta necesario corregir,
como lo son, entre otras, la creación de instalaciones necesarias para la
aplicación de medidas privativas de libertad con condiciones dignas y la
desvinculación de las legislaciones del viejo sistema de la doctrina de la
situación irregular. De esta manera, la
doctrina de la protección integral se ha encontrado con muchos obstáculos de
diversa naturaleza, como lo son:
-
Económicos: la falta de partidas
presupuestarias para brindar una adecuada función tutelar de los derechos de
los niños;
-
Políticos: el gasto social no constituye
una prioridad para los gobiernos, y cuando se realiza resulta “incoherente en
las ejecuciones por la falta de una adecuada planeación”;
-
Ideológicos: es necesario promover una
mayor sensibilización y compromiso frente a las nuevas exigencias de la
infancia, frente a una “extendida cultura autoritaria y represiva”;
-
Institucionales: existe una carencia de
capacitación de los operadores jurídicos y sociales en esta materia, pues “no
entienden los alcances de su competencia ni logran desvincular plenamente esta
función de la función sancionadora”, frente a un niño infractor.
-
Informativos: es necesario realizar un proceso de
capacitación a los abogados, debido a su “especial participación a nivel de
control y exigencia” frente a las instituciones estatales encargadas de
ejecutar las medidas de protección;
-
Legislativos: los avances en este campo han
sido lentos y de carácter formal; y
-
Formativos: a pesar de los logros
alcanzados, no existe “una masa crítica de profesionales que esté en la
capacidad de crear opinión” sobre esta materia.
-
Problemática actual de la niñez:
En la
región, millones de niños viven en condiciones de pobreza y marginación, siendo
“víctimas de un inmenso e imperdonable olvido” y “productos de grandes fallas
estructurales”, relacionadas con políticas nacionales e internacionales. Se destacan las siguientes
problemáticas:
a. La niñez en situación de conflictos
armados:
Este
tipo de conflictos han ido aparejados de violaciones a los derechos humanos y
al Derecho Internacional Humanitario en perjuicio de niños y adolescentes de la
región, con consecuencias para ellos que resultan aún más intensas y
traumáticas que para los adultos.
Asimismo, los conflictos generan más pobreza al destinarse a estos fines
mayores recursos; sucede también que aumenta la malnutrición ante la escasa
producción de alimentos, así como aumentan los obstáculos para acceder a los
servicios. Además, los niños deben
enfrentarse muchas veces al desplazamiento y separación de sus familias,
privándolos de un entorno seguro.
Al
respecto, es importante la existencia del Protocolo Facultativo de la
Convención sobre los Derechos del Niño relativo a la participación de los niños
en conflictos armados como una forma de complementar las obligaciones mínimas
de los Estados establecidas en la Convención sobre los Derechos del Niño en
relación con los niños en conflictos armados y su recuperación, pues, entre
otras cosas, se eleva la edad mínima para el reclutamiento de 15 a 18
años.
Asimismo,
no obstante que muchos Estados reconocen la existencia de niños soldados
reclutados por las fuerzas armadas y que adquieren el compromiso de dictar
disposiciones para evitar nuevos reclutamientos, por lo general sucede que no
han elaborado disposiciones para facilitar la desmovilización de los niños
actualmente reclutados, impidiéndoles a estos últimos el acceso a la educación,
la reunificación familiar o la alimentación y albergue necesarios para su
reintegración social. Además, en
relación con los desplazamientos internos de los menores de edad, el “no darle
el marco legal a la situación de la manera completa que ésta requiere coloca a
la infancia en desprotección por la no existencia de un recurso legal
específico para proteger esa situación”, en detrimento del “derecho de no
desplazarse como un corolario del derecho de Circulación y de Residencia”.
b. Refugio y Nacionalidad:
Para definir el
alcance de las medidas de protección que contempla el artículo 19 de la
Convención Americana respecto de los niños refugiados o solicitantes de asilo,
resulta fundamental integrar las normas y principios consagrados en la
Convención sobre los Derechos del Niño y la Convención de 1951 sobre el
Estatuto de los Refugiados, como un marco jurídico consolidado de
protección. En consecuencia, las medidas
de protección deben ser tomadas en consideración al realizar la determinación
de la condición de refugiado y en el trato que los niños refugiados y
buscadores de asilo deben recibir, en particular cuando han sido separados de
sus padres o guardianes.
Las obligaciones
internacionales en materia de derechos humanos exigen que los derechos
contemplados en los diferentes tratados se garanticen a todas las personas, sin
considerar su edad. Por ello, la
discriminación en razón de la edad sólo puede admitirse en algunas
circunstancias, de conformidad con la propia jurisprudencia de la Corte,
siempre que la distinción responda a criterios razonables y objetivos y que las
medidas adoptadas resulten proporcionales.
Aún más, tratándose de niños, los Estados deben tomar medidas especiales
para protegerlos, con fundamento en el principio del interés superior del niño.
Las garantías
judiciales contempladas en el artículo 8 de la Convención Americana, las cuales
se extienden a todo procedimiento -administrativo o judicial- donde se
determinen derechos, deben aplicarse en el trámite de determinación de la
condición de refugiado, por cuanto este mecanismo permite establecer si la
persona cumple las condiciones para disfrutar del derecho al asilo y la
protección contra el refoulement. Asimismo, el derecho a un recurso sencillo y
rápido que ampare contra actos que violen derechos fundamentales, establecido
en el artículo 25 de la Convención Americana, debe aplicarse sin discriminación
a todas las personas sujetas a la jurisdicción del Estado, incluyendo a los
individuos que no son nacionales de ese Estado.
En particular, se debe considerar el respeto de las siguientes garantías
en el proceso de determinación de la condición de refugiado:
-
el derecho a una audiencia para que el niño
presente su solicitud de asilo y exprese su opinión libremente, en un plazo
razonable y ante una autoridad competente, imparcial e independiente. Esto a su vez presupone la protección contra
el refoulement y la devolución en la
frontera. Asimismo, para garantizar la
mayor participación posible del niño, se le debe explicar adecuadamente cómo
funciona el procedimiento, cuáles decisiones se han tomado y cuáles pueden ser
las consecuencias de las mismas; además, cuando corresponda, el Estado debe
garantizar que el niño cuente con la asistencia de un representante legal con
la preparación para realizar esta función;
-
la adopción de medidas especiales que
permitan estudiar la solicitud de asilo de un niño de una manera más flexible,
en consideración de que los niños, por lo general, experimentan la persecución
de manera diferente que los adultos; estas medidas podrían comprender el
otorgamiento del beneficio de la duda al analizar la credibilidad de su
solicitud, estándares de prueba menos rígidos y un procedimiento más expedito;
y
-
una evaluación del grado de desarrollo mental
y madurez del niño por parte de un especialista con la preparación y
experiencia debida; de no contar el niño con la suficiente madurez, es
necesario considerar factores más objetivos al analizar su solicitud, tales
como las condiciones de su país de origen y la situación de sus
familiares.
Igualmente, la
protección a la familia, como unidad social básica, también se encuentra
contemplada en los tratados internacionales de derechos humanos. Por ello, cualquier decisión estatal que
afecte la unidad familiar, debe adoptarse con apego a las garantías judiciales
consagradas en la Convención Americana.
El respeto por la unidad familiar hace necesario que el Estado no sólo
se abstenga de cometer actos que signifiquen la separación de los miembros de
la familia, sino que adopte acciones para mantener la unidad familiar o para
reunificarlos, de ser el caso.
En este sentido, se
debe presumir que el permanecer con su familia o reunirse en caso de haberse
separado, va en beneficio del interés superior del niño. No obstante, existen circunstancias en las
cuales esta separación resulta más favorable para el niño. Previo a tomarse esta decisión, es necesario
escuchar el parecer de todas las partes interesadas. Asimismo, es obligación del Estado no sólo el
abstenerse de tomar acciones que puedan resultar en la separación de la
familia, sino que además debe adoptar aquellas medidas que permitan mantener la
unidad familiar o la reunificación de sus miembros, en caso de haber sido
separados.
De igual manera, la
detención de los solicitantes de asilo resulta indeseable debido a las
consecuencias negativas en sus posibilidades de participar en el procedimiento
de solicitud de asilo y porque puede resultar una experiencia traumática. En este sentido, el Comité Ejecutivo del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha manifestado
que las personas que solicitan asilo y que han sido admitidas en un país para
la determinación de la condición de refugiado “no deben ser sancionados o
expuestos a un tratamiento desfavorable basado sólo en que su presencia en ese
país sea considerada ilegal”. De esta
manera, la detención de estas personas -de ser necesaria- debe darse durante un
período corto y debe tener carácter excepcional, dando preferencia a otras
medidas alternativas. Asimismo, la
situación particular de cada persona debe ser estudiada antes de ordenar su
detención.
En consecuencia, este Comité ha identificado
cuatro supuestos en los cuales la detención de la persona podría considerarse “necesaria”:
i.
para verificar su identidad;
ii.
para determinar los elementos en que se
basa la solicitud de condición de refugiado o asilado;
iii.
para tratar los casos en que los
solicitantes de refugio o asilo han destruido su documento de identidad o han
utilizado documentos fraudulentos con el propósito de inducir a error a las
autoridades; o
iv.
para proteger la seguridad nacional o el
orden público.
En el caso de
menores de edad, éstos criterios deben ser aún más restrictivos y, en
consecuencia, como regla, los niños no debe ser detenidos y, por el contrario,
deben recibir hospedaje y una supervisión adecuada por parte de autoridades
estatales protectoras de la infancia. Ante la falta de alternativas, la
detención debe ser una medida de ultima
ratio y por el período más corto posible; asimismo, los niños deben
recibir, al menos, las mismas garantías procesales otorgadas a los
adultos.
Por otro lado, los
niños cuyos padres solicitan asilo o reciben refugio se encuentran en una
situación de especial vulnerabilidad en relación con las políticas restrictivas
de control migratorio existentes en la región, ya que las “familias se
encuentran cada vez más marginad[as] y vulnerables frente a los abusos”. Asimismo, los niños se ven expuestos a ser
repatriados forzadamente sin las condiciones de seguridad y garantías
mínimas.
Asimismo,
la existencia de niños sin nacionalidad hace que éstos se encuentran en una
situación de desprotección en la esfera internacional, ya que no reciben los
beneficios y derechos que los ciudadanos disfrutan y, además, al negarles el
Estado sus partidas de nacimiento cuando nacen en el país de refugio, se les
coloca en un “riesgo permanente de ser expulsados arbitrariamente y en
consecuencia de ser separados de sus familias”, lo cual muchas veces genera que
“se le conculca a la infancia a través de un primer derecho muchos otros”.
c. Casos de peligro a la vida y la salud:
Cuando
los niños son víctimas de abusos, “no sólo les causa daños psicológicos,
físicos y morales, sino que además los expone a enfermedades de transmisión
sexual, acentuando aún más el peligro que corre su vida”. Lamentablemente, estos hechos muchas veces
quedan en el entorno familiar y en otros casos el Estado no actúa, aunque se
encuentra facultado a ejercer los mecanismos adecuados para su protección. Asimismo, los mecanismos sancionatorios en
contra de los victimarios carecen de efectividad, negando el acceso a la
justicia y contrariando toda idea de protección a la niñez.
d. Casos de niños y adolescentes
especialmente vulnerables:
La
falta de provisión de los Estados en brindar una adecuada protección a niños
que se encuentran en una situación especial por alguna incapacidad física o
mental, coloca a estos niños en un estado de indefensión, lo cual se agrava
cuando se les somete en un sistema de internación que no cuenta con los
recursos adecuados para estos efectos.
e.
Casos de guarda o tutela
(adopción):
La
problemática de las adopciones ilegales, así como la prostitución y pornografía
infantil generan una profunda preocupación a nivel internacional. Esta problemática tiene lugar mayormente
cuando “se dan fallas de tipo legislativo que no implican ningún tipo de
obstáculo para este tipo de ilícitos”.
Especialmente en relación con la adopción, debe lograrse la intervención
judicial para controlar su ejecución, ya que es importante que sea “un acto
tendiente al bienestar del niño” y la falta de control sobre ella puede dar
lugar a abusos y acciones ilícitas.
f. Niños y adolescentes que no pueden
acceder a la educación:
Todos
los niños tienen derecho a la educación, como un derecho fundamental
universalmente reconocido. Sin embargo,
existen millones de niños en edad para asistir a la escuela primaria que no
tienen la posibilidad de hacerlo, encontrándose en una situación de negación
del derecho a la educación, la cual está unida a violaciones de derechos
civiles y políticos, tales como el trabajo ilegal, la detención en prisiones y
la discriminación étnica, religiosa o de otras condiciones, y que se agrava
cuando se trata de niños en circunstancias especialmente difíciles como niños
de minorías étnicas, huérfanos, refugiados u homosexuales.
Asimismo,
la existencia de violencia para mantener la disciplina en las aulas y para
sancionar a los niños con mal rendimiento académico son factores que, a parte
de las consecuencias directas que puedan ocasionar, constituyen obstáculos al
acceso a la educación que los Estados deben comprometerse a eliminar.
El desarrollo del artículo 19 de la
Convención Americana:
Con
base en el artículo 19 de la Convención Americana, el niño tiene derecho a
recibir medidas de protección por parte de los Estados, las cuales deben ser
brindadas sin discriminación. De manera
que para dar contenido a esta disposición, se debe tomar en cuenta lo
establecido en otros instrumentos internacionales, de conformidad con el
criterio interpretativo del artículo 29
de la Convención Americana que consagra “el principio de aplicabilidad de la
norma más favorable al individuo”, así como las normas y principios de la
Convención sobre los Derechos del Niño, que se manifiesta especialmente en el
principio del “interés superior del niño”.
Las
medidas de protección especial que los niños deben recibir “superan el
exclusivo control del Estado” y el artículo 19 de la Convención Americana exige
a los Estados la existencia de “una política integral para la protección de los
niños” y la adopción de todas las medidas necesarias para garantizar el
disfrute pleno de sus derechos.
Garantías sustantivas y procesales relativas
a la protección especial consagrada en el artículo 19 de la Convención
Americana:
Las
garantías del proceso y la protección judicial son plenamente aplicables “al
momento de resolver disputas que involucran a niños, niñas y adolescentes, así
como respecto a procesos o procedimientos para la determinación de sus derechos
o situación”.
A. Garantías sustantivas:
Los
artículos 8 y 25 de la Convención Americana tienen el propósito de “garantizar
la tutela efectiva de los derechos, rodeando a la misma de los resguardos
procesales y sustantivos indispensables” para la realización de los derechos de
los niños. Se destacan principalmente
tres:
i. Principio de culpabilidad (nulla poena sine culpa):
Reconocido
en diversos tratados internacionales, este principio consiste en la “necesidad
de la existencia de culpa para ser castigado”.
Según su concepción actual, el principio de presunción de inocencia es
considerado una “regla probatoria o regla de juicio” y una “regla de
tratamiento de imputado”.
En relación con las
prácticas que la Comisión propone en su solicitud, resulta necesario establecer
que la culpabilidad se encuentra estrechamente vinculada con la imputabilidad,
de manera que quien carezca de facultades psíquicas y físicas, bien por no
tener la madurez suficiente o por padecer graves alteraciones físicas, no puede
ser declarado culpable y, en consecuencia, no puede ser responsable penalmente
de sus actos, aunque éstos sean típicos y antijurídicos. Así, la inimputabilidad se erige como “una
limitación de la responsabilidad penal basada en la capacidad intelectiva y
volitiva”, así como en otros factores relevantes que debe considerarse para la
determinación de la imputabilidad.
El
juicio de imputabilidad no debe significar discriminación alguna, ni procesos
estigmatizantes contra los inimputables, como los niños, en el sentido de
considerarlos seres inferiores o incapaces, sino que “simplemente son personas
en situaciones de desigualdad”. Por
ello, la determinación de “inimputables” debe proceder de “una decisión
sociopolítica y político-criminal, que reflejen la obligación del Estado de
considerar su especial condición en la sociedad”, de manera que sí deben
responder por sus actos, pero de una manera distinta que los adultos. Debe aplicarse entonces el principio de
igualdad, en el sentido de que “hay que tratar desigual a los desiguales, para
convertirlos en iguales”.
En
relación con los niños, el reconocimiento de las especiales necesidades que
éstos tienen debe tomarse en cuenta al momento de otorgarle la titularidad de
sus derechos, así como al momento de exigirles responsabilidades. En la actualidad, “no se busca extender la
imputabilidad penal a los adolescentes, sino […] establecer su responsabilidad
penal”, de forma que sus actos, si bien no serán considerados delitos, sí
tendrán consecuencias jurídicas, las cuales serán congruentes con su condición
de persona, su dignidad, sus derechos y las características especiales de cada
niño.
En
consecuencia, se estima que los niños menores de 18 años, pero mayores de 12 ó
14 años, “no deberían ser considerados penalmente imputables, pero sí
penalmente responsables”, tomando en consideración que, en virtud de su
condición de niño, es una persona inimputable que “ha tenido obstáculos para
participar igualitariamente en la sociedad y para satisfacer sus necesidades”,
y por ello el Estado debe tomar en cuenta estas circunstancias y promover las
condiciones que les permitan integrarse a la sociedad.
ii. Principio de legalidad (nullum crimen, nulla poena sine lege):
Entendido como
garantía procesal, este principio busca garantizar que “todo procedimiento se
lleve delante de acuerdo a la ley”, así como determinar un marco de acción a la
autoridad que debe decidir sobre alguna cuestión relativa a los menores de
edad.
Este principio se
encuentra desarrollado en la jurisprudencia de la Corte y contemplado en la
normativa internacional, e impone la imposibilidad de “penar un acto sin una
ley que lo haya sancionado como un crimen previamente”. Asimismo, obliga a reconocer la
inimputabilidad del menor de edad respecto de su responsabilidad penal, tanto
para fijar los límites en que inicia y termina esta causa de inimputabilidad,
como para “el tiempo en el que se debe imponer el tratamiento resocializador
del menor infractor”.
Algunas
veces el principio de legalidad se encuentra “confrontado con la realidad”, ya
que existen legislaciones que contemplan disposiciones que implican un
menoscabo a los derechos de los niños y niñas, “basados únicamente en condiciones
personales o circunstanciales de éstos”.
No
obstante que las constituciones de los países de la región contemplan la
prohibición de ser privado de la libertad arbitrariamente, frecuentemente las
autoridades incumplen con esta garantía cuando se trata de asuntos de menores
de edad, pues no cuentan con una orden judicial para realizar la detención, no
ponen al niño ante autoridad judicial competente en un plazo máximo de 24 horas
o por las mismas condiciones de detención, todo lo cual pone en peligro al menor
de que se cometan en su perjuicio ulteriores violaciones.
iii. Principio de humanidad:
Este
principio tiene el propósito de prohibir a las autoridades la comisión de
abusos durante el cumplimiento de una pena o durante la institucionalización de
un niño o niña. Tiene tres consecuencias
principales: la prohibición expresa de aplicar torturas o tratos crueles,
inhumanos o degradantes; señalar los fines reeducativos y tendientes a la
reinserción social de los niños que reciben las medidas; y la prohibición de
aplicar la pena de muerte a personas que tenían menos de 18 años al momento de
los hechos. En consecuencia, una medida
privativa de libertad “en ningún caso puede implicar la pérdida de algunos de
los derechos que sean compatibles con ella e incluso debe reconocérseles todos
aquellos derechos que sean necesarios para su adecuada socialización”.
Asimismo,
muchos centros de detención no tienen las condiciones de infraestructura
adecuadas, ni recursos humanos ni profesionales con capacidad de desarrollar
los programas de educación y trabajo que permitan la reeducación y la
reinserción social que éstas medidas pretenden.
B. Garantías procesales:
Estas se refieren a
todas aquellas garantías que deben respetarse por ser necesarias en cualquier
situación judicial donde se busque decidir una controversia sobre un derecho de
forma equitativa. De esta manera,
deberán ser reconocidas no sólo en los procesos donde se definan
responsabilidades penales, sino “en todos aquellos procesos judiciales o
administrativos en donde se discuta, directa o indirectamente, sobre un derecho
fundamental” de los niños.
i. Principio de jurisdiccionalidad:
La
administración de justicia debe estar a cargo de un juez natural, competente,
independiente e imparcial, de conformidad con el artículo 8 de la Convención
Americana. Asimismo, al decidir sobre
controversias o situaciones que involucren niños y adolescentes, debe buscar
preservarse la especialidad de los organismos encargados de esta tarea. Además, en materia penal, la autoridad deberá
ser judicial, salvo cuando se presenta la figura de la “remisión” a sede
administrativa, en casos en que sea lo mejor para las partes involucradas,
especialmente, el niño o niña.
Igualmente, debe brindarse la capacitación de las autoridades que
resuelven los conflictos de los menores de edad, como un requisito fundamental
del ejercicio de sus funciones.
ii. Principio del contradictorio:
Resulta
fundamental la determinación de las partes involucradas en un proceso, tanto
como el garantizar los derechos consagrados en la ley. Por ello, es necesario que “se confiera
igualdad de oportunidades a las justiciables para la alegación y defensa de sus
pretensiones” y se brinde el “debido equilibrio entre los sujetos
procesales”. Asimismo, debe procurarse
que “el proceso cuente con una parte actora, acusadora o solicitante
diferenciada claramente de la función judicial encargada de la decisión”.
La
adecuada asesoría jurídica y la participación de los padres o tutores durante
le proceso permiten que se garantice la protección que por su especial
condición el niño o niña necesitan.
iii. Principio de la inviolabilidad de la
defensa:
Este
principio significa que toda persona disfrute efectivamente del derecho de
preparar su defensa adecuadamente, lo que implica conocer los cargos y las
pruebas en su contra, así como el derecho a una asistencia letrada idónea
durante todo el proceso, lo cual “no es sustituible por padres, psicólogos,
asistentes sociales”. Además, este
derecho implica no someter a la persona detenida a torturas para obtener una
confesión sobre la comisión de las conductas delictivas.
iv. Principio de publicidad del proceso:
De
conformidad con este principio, todas los sujetos procesales deben conocer y
tener acceso a las actuaciones procesales como “un medio de poder controlar el
desarrollo del proceso y evitar poner en una posición de indefensión a alguno
de ellos”. Asimismo, cuando se trata de
menores de edad, la publicidad debe ser limitada en beneficio de su dignidad o
intimidad, así como en aquellos supuestos donde el debate del caso pueda tener
consecuencias negativas o estigmatizantes.
v. Principio de impugnación o revisión:
Toda
persona, incluyendo al niño, tiene el derecho de disfrutar de la posibilidad de
revisión de una resolución con el propósito de valorar la correcta aplicación
de la ley y apreciación de los hechos y pruebas, en todo proceso en donde se
decida sobre algunos de sus derechos fundamentales. Asimismo, “este derecho siempre es ampliado
con la posibilidad de utilización de recursos expeditos (hábeas corpus o
acciones similares) contra resoluciones que signifiquen privaciones de la
libertad o su prolongación”.
Conclusiones
Durante
la última década se configuró un nuevo escenario doctrinal basado en el derecho
internacional de los derechos humanos, denominado “doctrina de la protección
integral”, el cual encontró su fundamento en el reconocimiento de los niños y
niñas como sujetos de derecho, lo cual ha permitido dejar atrás la “teoría de
la situación irregular”. En este
sentido, “la Convención sobre los Derechos del Niño, [ha constituido] la base y
piedra angular de la nueva doctrina”.
En
relación con el artículo 19 de la Convención Americana, la Corte Interamericana
“ha dado vida al contenido sustantivo de dicha norma, incorporando para su
interpretación y aplicación el corpus normativo y doctrinario que han permitido
ampliar los estándares en la materia”, fenómeno que se ha visto desarrollado
con el concepto del “interés superior del niño”, todo lo cual ha permitido “un
avance sustancial en la protección de los derecho humanos de los niños, niñas y
adolescentes, asegurándoles una mejor y más acabada garantía en el ejercicio de
sus derechos y garantías”.
El
reconocimiento efectivo de los derechos de los niños hace necesario un gran
movimiento social y cultural, más que “un marco legislativo adecuado”, en donde
diversos agentes tienen un papel fundamental: la sociedad civil, en tanto la
educación y promoción de los derechos del niño en todos los niveles; las organizaciones no gubernamentales, en la
denuncia, defensa y exigibilidad de los derechos del niño; los Estados en
“asegurar el cumplimiento de las medidas de protección que infiere el artículo
19 de la Convención Americana […] a la luz del interés superior del niño, así
como los demás tratados ratificados en la materia”; los órganos del sistema
interamericano, el reto de ampliar el reconocimiento y exigir el cumplimiento a
los Estados partes de la Convención Americana.
Sobre
las prácticas que la Comisión Interamericana ha identificado, concluyen que “en
todas y cada una de ellas, se deben aplicar las garantías del debido proceso y
la protección judicial efectiva”, lo cual necesariamente afecta la
discrecionalidad del Estado al decidir sobre asuntos en las que se discutan los
derechos fundamentales de los menores de edad.
Comisión Colombiana
de Juristas:
En su escrito de 2 de agosto de 2002, la
Comisión Colombiana de Juristas manifestó que:
Para poder hacer
real el anhelo de la nueva normatividad internacional en materia de protección
a los derechos de los niños es imperante la modificación de algunas de las
legislaciones de la región que están establecidas para enfrentar los problemas
de la niñez, pero sobre todo los problemas de la niñez infractora de la ley
penal. Para lograr tal objetivo es pertinente apuntar que no basta con el
esfuerzo desarrollado para el establecimiento de una jurisdicción penal
especial para el niño que pretende acabar con el sistema de la situación
irregular, ya que este solo ahonda en la presencia de irregularidades, siendo
del todo contrario al modelo de protección integral que debe adoptarse y, por
lo tanto, inconsecuente con los derechos de la niñez infractora.
En
consecuencia, los niños deben ser exonerados de toda aplicación de la ley
penal, así sea esta considerada de carácter especial. El Estado debe propender por la garantía
plena de los derechos de la niñez para prevenir la incursión de los niños y
niñas en la vida delictiva. Asimismo,
debe garantizar la plenitud del ejercicio de los derechos y la posibilidad de
acceder a una educación completa acorde con la dignidad humana y con los
principios de derechos humanos, en particular los de tolerancia, libertad
igualdad y solidaridad.
En este sentido, es importante destacar que “para la prevención de la
delincuencia juvenil las políticas de prevención del delito de niño deben estar
enmarcadas dentro de una política social que en su conjunto tenga por objeto
promover el bienestar de la niñez”. Los
Estados deben hacer su mejor esfuerzo para brindar las condiciones suficientes
para la subsistencia digna a la familia, pues los niños necesitan de los medios
para su cabal desenvolvimiento físico mental y social.
Además, debe evitarse al máximo la separación de los niños de su
entorno familiar, ya que esta debe ser una medida de ultima instancia que en
todo caso deberá ser adoptada con el pleno de las garantías jurisdiccionales
y que de todas formas debe ser acorde
con la dignidad humana y por consiguiente “en ningún caso deberá implicar la
reducción de los derechos, especialmente el derecho a la libertad”.
En cuanto a la observancia que debe tenerse de los criterios
establecidos respecto de la capacidad legal de las personas para establecerla
como un límite y un criterio a la infancia, es necesario mencionar que la
mayoría de las legislaciones considera que en razón del desarrollo físico y
mental de la persona es sólo hasta los 18 años que se cuenta con la madurez
suficiente para asumir actitud de adulto y que, por ende, todo aquel que se
ubique por debajo de este rango ha de ser considerado como niño, niña o
adolescente lo que implica la aplicación del total de las garantías y derechos
consagrados para los mismos, realizando desde este punto, que todo menor de 18
años esta incapacitado para decidir adecuadamente, lo que implica una mayor
atención por parte del Estado y la familia en la orientación el apoyo y el
cuidado del mismo.
Por otro lado, ha de resaltarse que toda decisión estatal respecto de
la niñez infractora tiene como objetivo principal y casi exclusivo la educación
del niño, niña o adolescente, cuya orientación debe estar enmarcada dentro de
los principios de protección y satisfacción de necesidades de los infantes.
Criterios estos que per se hacen descartar
la aplicación del derecho penal, así sea
especial, a los niños dado que el objeto del mismo no es la educación
del sujeto activo de la infracción penal ni su cuidado, sino por el contrario,
la sanción al mismo por incurrir en los tipos prohibidos por la ley.
En razón de lo expuesto, se concluye que:
1.
la Convención
Americana sobre Derechos Humanos debe interpretarse de manera tal que se
reafirme la obligación del Estado de proteger a los infantes y de garantizarles
sus derechos;
2.
la garantía de
las condiciones necesarias para la subsistencia de los infantes es la mejor
manera de prevenir la delincuencia infantil y juvenil;
3.
los niños
infractores deben someterse a un tratamiento acorde con las respectivas
garantías, que busque primordialmente la educación de los mismos y que se
sustraiga completamente del derecho penal. Evitándose al máximo la privación de
la libertad buscando que esta medida sea sólo la última instancia a la que se
tenga que recurrir;
4.
los sistemas de
atención a niños deben incluir programas de educación a padres y maestros, a su
vez aquellos que manejen los programas de asistencia a niños deben ser personas
capacitadas en el área de derechos humanos de la infancia; y
5.
los Estados deben
comprometerse a prevenir al máximo la violación de los derechos de los niños, y
a investigar y sancionar a los
infractores de los mismos, así como, a restablecer los derechos vulnerados.
Competencia
16. Esta consulta fue sometida a la Corte por
la Comisión en el ejercicio de la facultad que otorga a ésta el artículo 64.1
de la Convención, que establece:
[l]os Estados miembros de la Organización podrán
consultar a la Corte acerca de la interpretación de esta Convención o de otros
tratados concernientes a la protección de los derechos humanos en los Estados
americanos. Asimismo, podrán
consultarla, en lo que les compete, los órganos enumerados en el capítulo X de
la Carta de la Organización de los Estados Americanos, reformada por el
Protocolo de Buenos Aires.
17. La aludida facultad se ha ejercido en el
presente caso satisfaciendo los requerimientos reglamentarios correspondientes:
formulación precisa de las preguntas sobre las cuales se pretende obtener la
opinión de la Corte, indicación de las disposiciones cuya interpretación se
solicita y del nombre y dirección del delegado, y presentación de las
consideraciones que originan la consulta (artículo 59 del Reglamento), así como
indicación de las normas internacionales diferentes a las de la Convención
Americana, que también se requiere interpretar (artículo 60.1).
18. La Comisión solicitó a la Corte que
“interprete si los artículos 8 y 25 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos presentan límites al arbitrio o a la discreción de los Estados para
dictar medidas especiales de protección de acuerdo al artículo 19 de la misma”,
y para ello planteó cinco prácticas hipotéticas con el propósito de que la
Corte se pronuncie sobre la compatibilidad de éstas con la Convención
Americana, a saber:
a) la separación de los jóvenes de sus padres y/o
familia por no tener condiciones de educación y mantenimiento;
b) la supresión de la libertad a través de la
internación de menores en establecimientos de guarda o custodia, por
considerárselos abandonados o proclives a caer en situaciones de riesgo o
ilegalidad; causales que no configuran figuras delictivas sino condiciones
personales o circunstancias del menor[;]
c) la aceptación en sede penal de confesiones de
menores obtenidas sin las debidas garantías;
d) la tramitación de juicios o procedimientos administrativos
en los que se determinan derechos fundamentales del menor, sin la garantía de
defensa para el menor[; y]
e) la determinación en procedimientos
administrativos o judiciales de derechos y libertades sin la garantía al
derecho de ser oído personalmente y la no consideración de la opinión y
preferencias del menor en esa determinación.
Además, se requirió
a la Corte que formule “criterios generales válidos” sobre estos temas.
19. El cumplimiento de los requisitos
reglamentarios para la formulación de una consulta no implica que el Tribunal
esté obligado a responder a ella. En este orden de ideas, la Corte debe tener
presentes consideraciones que trascienden los aspectos meramente formales[8] y que se reflejan en los límites genéricos que
el Tribunal ha reconocido al ejercicio de su función consultiva[9]. Dichas consideraciones serán recogidas en los
siguientes párrafos.
20. La Comisión solicitó una interpretación
jurídica de ciertos preceptos de la Convención Americana, y posteriormente
amplió su planteamiento y requirió la interpretación de otros tratados,
principalmente la Convención sobre los Derechos del Niño, en cuanto estos
últimos podían contribuir a fijar el alcance de la Convención Americana. Por
ello, esta Corte debe decidir, en primer lugar, si está investida de facultades
para interpretar, por vía consultiva, tratados internacionales distintos de la
Convención Americana[10],
cuyas normas contribuyan a fijar el sentido y el alcance de las estipulaciones
contenidas en esta última.
21. La Corte ha fijado algunos lineamientos sobre la interpretación
de normas internacionales que no figuran en la Convención Americana. Para ello
ha recurrido a las disposiciones generales de interpretación consagradas en la
Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, particularmente el
principio de buena fe para asegurar la concordancia de una norma con el objeto
y fin de la Convención. Asimismo, este Tribunal ha establecido que la interpretación debe
atender a “la evolución de los tiempos y las condiciones de vida actuales”, y que la correspondiente a otras normas internacionales no puede ser
utilizada para limitar el goce y el ejercicio de un derecho; asimismo, debe
contribuir a la aplicación más favorable de la disposición que se pretende
interpretar.
22. Igualmente, este Tribunal estableció que
podría “abordar la interpretación de un tratado siempre que esté directamente
implicada la protección de los derechos humanos en un Estado Miembro del
sistema interamericano”,
aunque dicho instrumento no provenga del mismo sistema regional de protección, y
que
[n]o existe ninguna razón para excluir, previa y
abstractamente, que pueda solicitarse de la Corte, y ésta emitir, una consulta
sobre un tratado aplicable a un Estado americano en materia concerniente a la
protección de los derechos humanos, por el solo hecho de que sean también
partes de dicho tratado, Estados que no pertenecen al sistema interamericano, o
de que no haya sido adoptado dentro del marco o bajo los auspicios de éste.
23. La Corte ha tenido
oportunidad de referirse específicamente a la Convención sobre los Derechos del
Niño, instrumento a que la Comisión se refiere en la presente consulta, a
través del análisis de los artículos 8, 19 y 25 de la Convención Americana. En
el caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros), en que se
aplicó el artículo 19 de la Convención Americana, la Corte utilizó el artículo
1 de la Convención sobre los Derechos del Niño como instrumento para fijar el
alcance del concepto de “niño”.
24. En aquel caso, el
Tribunal destacó la existencia de un “muy comprensivo corpus iuris de derecho internacional de protección de los derechos
de los niños” (del cual forman parte la Convención sobre los Derechos del Niño
y la Convención Americana), que debe ser utilizado como fuente de derecho por
el Tribunal para establecer “el contenido y los alcances” de las obligaciones
que ha asumido el Estado a través del artículo 19 de la Convención Americana,
en particular al precisar las “medidas de protección” a las que se hace
referencia en el mencionado precepto.
25. Los niños integran un
grupo que ha merecido el mayor interés de la comunidad internacional. El primer
instrumento internacional relativo a aquéllos fue la Declaración de Ginebra de
1924, adoptada por la Unión Internacional para la Protección de la Infancia. En ésta se reconoció que la humanidad debe dar al niño lo mejor de
sí misma, como un deber que se halla por encima de toda consideración de raza,
nacionalidad o creencia.
26. En el siglo XX se produjeron al menos 80
instrumentos internacionales aplicables, en diversa medida, a los niños. En
el conjunto destacan la Declaración de los Derechos del Niño, adoptada por la
Asamblea General de las Naciones Unidas (1959), las Reglas Mínimas de las Naciones
Unidas para la Administración de la Justicia de Menores (Reglas de Beijing,
1985), las
Reglas Mínimas de las Naciones Unidas sobre las Medidas No Privativas de la
Libertad (Reglas de Tokio, 1990) y
las Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención
de la Delincuencia Juvenil (Directrices de Riad, 1990). En
este mismo círculo de protección del niño figuran también el Convenio 138 y la
Recomendación 146 de la Organización Internacional del Trabajo y el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
27. Por lo que hace al sistema interamericano
de protección de los derechos humanos, es preciso considerar el principio 8 de
la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre (1948) y el artículo
19 de la Convención Americana, así como los artículos 13, 15 y 16 del Protocolo
Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en Materia de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales (“Protocolo de San Salvador”).
28. Por lo que toca al citado artículo 19 de la Convención Americana
vale destacar que cuando éste fue elaborado existía la preocupación por
asegurar al niño la debida protección, mediante mecanismos estatales orientados
al efecto. Hoy día debe darse una interpretación dinámica de este precepto que
responda a las nuevas circunstancias sobre las que debe proyectarse y atienda a
las necesidades del niño como verdadero sujeto de derecho y no sólo como objeto
de protección.
29. La Convención sobre los Derechos del Niño
ha sido ratificada por casi todos los Estados miembros de la Organización de
Estados Americanos. El gran número de
ratificaciones pone de manifiesto un amplio consenso internacional (opinio iuris comunis) favorable a los
principios e instituciones acogidos por dicho instrumento, que refleja el
desarrollo actual de esta materia. Valga destacar, que los diversos Estados del
continente han adoptado disposiciones en su legislación, tanto constitucional como
ordinaria,
sobre la materia que nos ocupa; disposiciones a las cuales el Comité de
Derechos del Niño se ha referido en reiteradas oportunidades.
30. Si esta Corte recurrió a la Convención sobre los Derechos
del Niño para establecer lo que debe entenderse por niño en el marco de un caso
contencioso, con mayor razón puede acudir a dicha Convención y a otros
instrumentos internacionales sobre esta materia cuando se trata de ejercer su
función consultiva, que versa sobre “la interpretación no sólo de la
Convención, sino de ‘otros tratados concernientes a la protección de los
derechos humanos en los Estados americanos’”.
31. Siguiendo su práctica en materia
consultiva, la Corte debe determinar si la emisión de la consulta podría
“conducir a alterar o debilitar, en perjuicio del ser humano, el régimen
previsto por la Convención”[27].
32. Varios son los parámetros que pueden ser
utilizados por el Tribunal al hacer este examen. Uno de ellos, coincidente con gran parte de
la jurisprudencia internacional en esta materia[28],
se refiere a la inconveniencia de que, por vía de una solicitud consultiva, se
obtenga prematuramente un pronunciamiento sobre un tema o asunto que podría
eventualmente ser sometido a la Corte en el marco de un caso contencioso[29]. Sin embargo, esta Corte ha advertido que la
existencia de una controversia sobre la interpretación de una disposición no
constituye, per se, un impedimento
para el ejercicio de la función consultiva[30].
33. En el ejercicio de su función consultiva,
la Corte no está llamada a resolver cuestiones de hecho, sino a desentrañar el
sentido, propósito y razón de las normas internacionales sobre derechos humanos[31]. En este ámbito, el Tribunal cumple con su
función consultiva[32].
La Corte ha sostenido en diversas ocasiones la distinción entre sus
competencias consultiva y contenciosa, al señalar que
[l]a
competencia consultiva de la Corte difiere de su competencia contenciosa en que
no existen “partes” involucradas en el procedimiento consultivo, y no existe
tampoco un litigio [por] resolver. El
único propósito de la función consultiva es “la interpretación de esta Convención o de otros tratados concernientes
a la protección de los derechos humanos en los Estados americanos”. El hecho de que la competencia consultiva de
la Corte pueda ser promovida por todos los Estados Miembros de la O.E.A. y
órganos principales de ésta establece otra distinción entre las competencias
consultiva y contenciosa de la Corte.
[…]
Consecuentemente la Corte advierte que el ejercicio de la función consultiva
que le confiere la Convención Americana es de carácter multilateral y no
litigioso, lo cual está fielmente reflejado en el Reglamento de la Corte, cuyo
artículo 62.1 establece que una solicitud de opinión consultiva será notificada
a todos los “Estados Miembros”, los cuales pueden presentar sus observaciones
sobre la solicitud y participar en las audiencias públicas respecto de la
misma. Además, aun cuando la opinión
consultiva de la Corte no tiene el carácter vinculante de una sentencia en un
caso contencioso, tiene, en cambio, efectos jurídicos innegables. De esta manera, es evidente que el Estado u
órgano que solicita a la Corte una opinión consultiva no es el único titular de
un interés legítimo en el resultado del procedimiento[33].
34. Al afirmar su competencia sobre este
asunto, el Tribunal recuerda el amplio alcance de su función consultiva[34],
única en el derecho internacional contemporáneo[35],
la cual constituye “un servicio que la Corte está en capacidad de prestar a
todos los integrantes del sistema interamericano, con el propósito de coadyuvar
al cumplimiento de sus compromisos internacionales” referentes a derechos
humanos[36],
y de
ayudar
a los Estados y órganos a cumplir y a aplicar tratados en materia de derechos
humanos, sin someterlos al formalismo y al sistema de sanciones que caracteriza
el proceso contencioso[37].
35. La Corte considera que el señalamiento de
algunos ejemplos[38] sirve al propósito de referirse a un
contexto particular[39] e ilustrar las distintas interpretaciones que
pueden existir sobre la cuestión jurídica objeto de la presente Opinión
Consultiva[40] de que se trate, sin que por esto implique que
el Tribunal esté emitiendo un pronunciamiento jurídico sobre la situación planteada en dichos ejemplos[41].
Además, estos últimos permiten a esta Corte señalar que su Opinión Consultiva
no constituye una mera especulación académica y que el interés en la misma se
justifica por el beneficio que pueda traer a la protección internacional de los
derechos humanos[42].
La Corte al abordar el tema actúa en su condición de tribunal de derechos
humanos, guiada por los instrumentos internacionales que gobiernan su
competencia consultiva y procede al análisis estrictamente jurídico de las
cuestiones planteadas ante ella.
36. Por lo
tanto la Corte, estima que debe examinar los asuntos planteados en la solicitud
que ahora se analiza y emitir la correspondiente Opinión.
iv
Estructura
de la Opinión
37. Es
inherente a las facultades de esta Corte, la de estructurar sus
pronunciamientos en la forma que estime más adecuada a los intereses de la
justicia y a los efectos de una opinión consultiva. Para ello, el Tribunal toma
en cuenta las cuestiones básicas que sustentan los interrogantes planteados en
la solicitud de opinión y las analiza para llegar a conclusiones generales que
puedan proyectarse, a su vez, sobre los puntos específicos mencionados en la
propia solicitud y sobre otros temas conexos con aquéllos. En la especie, la
Corte ha resuelto ocuparse, en primer término, de los temas de mayor alcance
conceptual que servirán para demarcar el análisis y las conclusiones en torno a
los asuntos específicos, particularmente de carácter procesal, sometidos a su
consideración.
v
Definición
de Niño
38. El artículo 19 de la Convención Americana,
que ordena adoptar medidas especiales de protección a favor de los niños, no
define este concepto. El artículo 1 de la Convención sobre los Derechos del
Niño indica que “niño [es] todo ser humano menor de
dieciocho años de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable,
haya alcanzado antes la mayoría de edad”.
39. En las Reglas de Beijing, en las Reglas de
Tokio y en las Directrices de Riad se utilizan los términos “niño” y “menor”
para designar a los sujetos destinatarios de sus disposiciones. De acuerdo con
las Reglas de Beijing “menor es todo niño o joven que, con arreglo al sistema
jurídico respectivo, puede ser castigado por cometer un delito en forma
diferente a un adulto”[44]. En las Reglas de Tokio no se establece
salvedad alguna al límite de dieciocho años de edad.
40. La Corte no entrará a considerar en este
momento las implicaciones de las diversas expresiones con que se designa a los
integrantes de la población menor de 18 años. En algunos de los planteamientos
formulados por los participantes en el procedimiento correspondiente a esta
Opinión, se hizo notar la diferencia que existe entre el niño y el menor de
edad, desde ciertas perspectivas. Para los fines que persigue esta Opinión
Consultiva, es suficiente la diferencia que se ha hecho entre mayores y menores
de 18 años.
41. La mayoría
de edad conlleva la posibilidad de ejercicio pleno de los derechos, también
conocida como capacidad de actuar. Esto significa que la persona puede
ejercitar en forma personal y directa sus derechos subjetivos, así como asumir
plenamente obligaciones jurídicas y realizar otros actos de naturaleza personal
o patrimonial. No todos poseen esta capacidad: carecen de ésta, en gran medida,
los niños. Los incapaces se hallan sujetos a la autoridad parental, o en su
defecto, a la tutela o representación. Pero todos son sujetos de derechos,
titulares de derechos inalienables e inherentes a la persona humana.
42. En
definitiva, tomando en cuenta la normativa internacional y el criterio
sustentado por la Corte en otros casos, se entiende por “niño” a toda persona
que no ha cumplido 18 años de edad.
vi
Igualdad
43. Como lo hicieron notar tanto México y Costa
Rica como el Instituto Interamericano del Niño, ILANUD y CEJIL, es preciso
puntualizar el sentido y alcance del principio de igualdad con respecto al tema
de los niños. En ocasiones anteriores, este Tribunal ha manifestado que el
artículo 1.1 de la Convención Americana obliga a los Estados a respetar y
garantizar el pleno y libre ejercicio de los derechos y libertades allí
reconocidos sin discriminación alguna. Todo tratamiento que pueda ser
considerado como discriminatorio respecto de los derechos consagrados en la
Convención es, per se, incompatible
con ésta.
44. En un sentido más específico, el artículo
24 de la Convención consagra el principio de igualdad ante la ley. Así, la
prohibición general de discriminación establecida en el artículo 1.1 “se
extiende al derecho interno de los Estados Partes, de tal manera que es posible
concluir que, con base en esas disposiciones, éstos se han comprometido, en
virtud de la Convención, a no introducir en su ordenamiento jurídico regulaciones
discriminatorias referentes a la protección de la ley”.
45. En una
opinión consultiva, la Corte hizo notar que
[l]a
noción de igualdad se desprende directamente de la unidad de naturaleza del
género humano y es inseparable de la dignidad esencial de la persona, frente a
la cual es incompatible toda situación que, por considerar superior a un
determinado grupo, conduzca a tratarlo con privilegio; o que, a la inversa, por
considerarlo inferior, lo trate con hostilidad o de cualquier forma lo discrimine
del goce de derechos que sí se reconocen a quienes no se consideran incursos en
tal situación de inferioridad. No es admisible crear diferencias de tratamiento
entre seres humanos que no se correspondan con su única e idéntica naturaleza.
46. Ahora bien, al examinar las implicaciones
del trato diferenciado que algunas normas pueden dar a sus destinatarios, la
Corte ha establecido que “no toda distinción de trato puede considerarse
ofensiva, por sí misma, de la dignidad humana”. En
este mismo sentido, la Corte Europea de Derechos Humanos, basándose en “los
principios que pueden deducirse de la práctica jurídica de un gran número de
Estados democráticos” , advirtió que sólo es discriminatoria una distinción
cuando “carece de justificación objetiva y razonable”.
Existen ciertas desigualdades de hecho que pueden traducirse,
legítimamente, en desigualdades de
tratamiento jurídico, sin que esto contraríe la justicia. Más aún, tales
distinciones pueden ser un instrumento para la protección de quienes deban ser
protegidos, considerando la situación de mayor o menor debilidad o
desvalimiento en que se encuentran.
47. Asimismo, este Tribunal estableció que:
[n]o habrá, pues,
discriminación si una distinción de tratamiento está orientada legítimamente,
es decir, si no conduce a situaciones contrarias a la justicia, a la razón o a
la naturaleza de las cosas. De ahí que no pueda afirmarse que exista
discriminación en toda diferencia de tratamiento del Estado frente al
individuo, siempre que esa distinción parta de supuestos de hecho
sustancialmente diferentes y que expresen de modo proporcionado una
fundamentada conexión entre esas diferencias y los objetivos de la norma, los
cuales no pueden apartarse de la justicia o de la razón, vale decir, no pueden
perseguir fines arbitrarios, caprichosos, despóticos o que de alguna manera
repugnen a la esencial unidad y dignidad de la naturaleza humana (infra 97).
48. La propia Corte Interamericana ha
establecido que no existe “discriminación por razón de edad o condición social
en los casos en que la ley limita el ejercicio de la capacidad civil a quienes,
por ser menores o no gozar de salud mental, no están en condiciones de
ejercerla sin riesgo de su propio patrimonio”.
49. En este punto, procede recordar que el artículo
2 la Convención sobre los Derechos del Niño
dispone:
1. Los Estados Partes respetarán los derechos enunciados en la
presente Convención y asegurarán su aplicación a cada niño sujeto a su
jurisdicción, sin distinción alguna, independientemente de la raza, el color,
el sexo, el idioma, la religión, la opinión política o de otra índole, el
origen nacional, étnico o social, la posición económica, los impedimentos
físicos, el nacimiento o cualquier otra condición del niño, de sus padres o de
sus representantes legales.
2. Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para
garantizar que el niño se vea protegido contra toda forma de discriminación o
castigo por causa de la condición, las actividades, las opiniones expresadas o
las creencias de sus padres, o sus tutores o de sus familiares.
50. En igual sentido, los principios generales
de las Reglas de Beijing establecen que
[éstas]
se aplicarán a los menores delincuentes con
imparcialidad, sin distinción alguna, por ejemplo, de raza, color, sexo,
idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional
o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
51. En su Observación General 17 sobre el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el Comité de Derechos Humanos
señaló que el artículo 24.1 de dicho instrumento reconoce el derecho de todo
niño, sin discriminación alguna, a las medidas de protección que su condición
de niño requiere, tanto por parte de su familia como de la sociedad y el Estado. La
aplicación de esta disposición entraña la adopción de medidas especiales para
la protección de los niños, además de las que los Estados deben adoptar, en
virtud del artículo 2, para garantizar a todas las personas el disfrute de los
derechos previstos en el Pacto[56].
El Comité acotó que los derechos previstos en el artículo 24 no son los únicos
aplicables a los niños: éstos “gozan, en cuanto individuos, de todos los
derechos civiles enunciados en él”[57].
52. Asimismo, el Comité indicó que
[d]e
acuerdo con el Pacto, debe otorgarse protección a los niños sin discriminación
alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, origen nacional o
social, posición económica o nacimiento. El Comité observa a este respecto que,
mientras que la no discriminación en el disfrute de los derechos previstos en
el Pacto se deriva también, para los niños, del artículo 2 y su igualdad ante
la ley, del artículo 26, la cláusula no discriminatoria del artículo 24 se
refiere de manera concreta a las medidas de protección previstas en esta
disposición[58].
53. La protección de los niños en los
instrumentos internacionales tiene como objetivo último el desarrollo armonioso
de la personalidad de aquéllos y el disfrute de los derechos que les han sido
reconocidos. Corresponde al Estado precisar las medidas que adoptará para
alentar ese desarrollo en su propio ámbito de competencia y apoyar a la familia
en la función que ésta naturalmente tiene a su cargo para brindar protección a
los niños que forman parte de ella[59].
54. Tal como se señalara en las discusiones de
la Convención sobre los Derechos del Niño, es importante destacar que los niños
poseen los derechos que corresponden a todos los seres humanos –menores y
adultos- y tienen además derechos especiales derivados de su condición, a los
que corresponden deberes específicos de la familia, la sociedad y el Estado.
55. Se puede concluir, que en razón de las
condiciones en las que se encuentran los niños, el trato diferente que se
otorga a los mayores y a los menores de edad no es per se discriminatorio, en
el sentido proscrito por la Convención. Por el contrario, sirve al propósito de
permitir el cabal ejercicio de los derechos reconocidos al niño. Se entiende que, en virtud de los artículos
1.1 y 24 de la Convención, los Estados no pueden establecer diferenciaciones
que carezcan de una justificación objetiva y razonable y no tengan como objeto
único, en definitiva, el ejercicio de los derechos establecidos en aquélla.
vii
Interés Superior
del Niño
56. Este principio regulador de la normativa de
los derechos del niño se funda en la dignidad misma del ser humano, en
las características propias de los niños, y en la necesidad de propiciar el
desarrollo de éstos, con pleno aprovechamiento de sus potencialidades así como
en la naturaleza y alcances de la Convención sobre los Derechos del Niño.
57. A este respecto, el principio 2 de la Declaración de los Derechos
del Niño (1959) establece:
El
niño gozará de una protección especial y dispondrá de oportunidades y
servicios, dispensado todo ello por la ley y por otros medios, para que pueda
desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente en forma
saludable y normal, así como en condiciones de libertad y dignidad. Al
promulgar leyes con este fin, la consideración fundamental a que se atenderá
será el interés superior del niño. (El subrayado no es del texto
original)
58. El principio anterior se reitera y
desarrolla en el artículo 3 de la Convención sobre los Derechos del Niño, que
dispone:
1. En todas las medidas concernientes a los niños que tomen las
instituciones públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las
autoridades administrativas o los órganos legislativos, una consideración
primordial a que se atenderá será el interés superior del niño. (El
subrayado no es del texto original)
[…]
59. Este asunto se vincula con los examinados
en párrafos precedentes, si se toma en cuenta que la Convención sobre Derechos
del Niño alude al interés superior de éste (artículos 3, 9, 18, 20, 21, 37 y
40) como punto de referencia para asegurar la efectiva realización de todos los
derechos contemplados en ese instrumento, cuya observancia permitirá al sujeto
el más amplio desenvolvimiento de sus potencialidades. A
este criterio han de ceñirse las acciones del Estado y de la sociedad en lo que
respecta a la protección de los niños y a la promoción y preservación de sus
derechos.
60. En el mismo sentido, conviene observar que
para asegurar, en la mayor medida posible, la prevalencia del interés superior
del niño, el preámbulo de la Convención sobre los Derechos del Niño
establece que éste requiere “cuidados especiales”, y el artículo 19 de la
Convención Americana señala que debe recibir “medidas especiales de
protección”. En ambos casos, la necesidad de adoptar esas medidas o cuidados
proviene de la situación específica en la que se encuentran los niños, tomando
en cuenta su debilidad, inmadurez o inexperiencia.
61. En conclusión, es preciso ponderar no sólo
el requerimiento de medidas especiales, sino también las características
particulares de la situación en la que se hallan el niño.
viii
Deberes
de la familia, la sociedad y el Estado
Familia
como núcleo central de protección
62. La adopción de medidas especiales para la
protección del niño corresponde tanto al Estado como a la familia, la comunidad
y la sociedad a la que aquél pertenece. Sobre este punto, el artículo 16 del
Protocolo de San Salvador manifiesta que
[t]odo
niño sea cual fuere su filiación tiene derecho a las medidas de protección que
su condición de menor requieren por parte de su familia, de la sociedad y del
Estado. Todo niño tiene el derecho de
crecer al amparo y bajo la responsabilidad de sus padres; salvo circunstancias
excepcionales, reconocidas judicialmente, el niño de corta edad no debe ser
separado de su madre. Todo niño tiene
derecho a la educación gratuita y obligatoria, al menos en su fase elemental, y
a continuar su formación en niveles más elevados del sistema educativo.
63. En este sentido el artículo 3 de la
Convención sobre los Derechos del Niño ha establecido que
[…]
2. Los Estados Partes se comprometen a asegurar al niño la
protección y el cuidado que sean necesarios para su bienestar, teniendo en
cuenta los derechos y deberes de sus padres, tutores u otras personas responsables
de él ante la ley y, con ese fin, tomarán todas las medidas legislativas y
administrativas adecuadas.
3. Los Estados Partes se asegurarán de que las instituciones,
servicios y establecimientos encargados del cuidado o la protección de los niños
cumplan las normas establecidas por las autoridades competentes, especialmente
en materia de seguridad, sanidad, número y competencia de su personal, así como
en relación con la existencia de una supervisión adecuada.
64. A lo anterior es preciso agregar la puntual
observancia de obligaciones establecidas en el artículo 4 de la Convención
sobre los Derechos del Niño, que señala:
Los Estados Partes adoptarán todas las medidas administrativas,
legislativas y de otra índole para dar efectividad a los derechos reconocidos
en la presente Convención. En lo que respecta a los derechos económicos,
sociales y culturales, los Estados Partes adoptarán esas medidas hasta el
máximo de los recursos de que dispongan y, cuando sea necesario, dentro del
marco de la cooperación internacional.
65. En aras de
la tutela efectiva del niño, toda decisión estatal, social o familiar que
involucre alguna limitación al ejercicio de cualquier derecho, debe tomar en
cuenta el interés superior del niño y ajustarse rigurosamente a las
disposiciones que rigen esta materia.
66. En principio, la familia debe proporcionar
la mejor protección de los niños contra el abuso, el descuido y la explotación.
Y el Estado se halla obligado no sólo a disponer y ejecutar directamente
medidas de protección de los niños, sino también a favorecer, de la manera más
amplia, el desarrollo y la fortaleza del núcleo familiar. En este sentido,
“[e]l reconocimiento de la familia como elemento natural y fundamental de la
sociedad”, con derecho a “la protección de la sociedad y el Estado”, constituye
un principio fundamental del Derecho Internacional de los Derechos Humanos,
consagrado por los artículos 16.3 de la Declaración Universal, VI
de la Declaración Americana, 23.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos
y 17.1 de la Convención Americana.
67. Las Directrices de Riad han señalado que
“la familia es la unidad central encargada de la integración social primaria
del niño, los gobiernos y la sociedad deben tratar de preservar la integridad de
la familia, incluida la familia extensa. La sociedad tiene la obligación de
ayudar a la familia a cuidar y proteger al niño y asegurar su bienestar físico
y mental […]” (apartado duodécimo).
Asimismo, el Estado debe velar por la estabilidad del núcleo familiar,
facilitando, a través de sus políticas, la prestación de los servicios
adecuados para éstas,
garantizando las condiciones que permitan alcanzar una vida digna (infra 86).
68. El artículo 4 de la Declaración sobre el
Progreso y el Desarrollo en lo Social (1969), proclamada por la Asamblea
General de las Naciones Unidas en su resolución 2542 (XXIV), de 11 de diciembre
de 1969, estableció:
La
familia, como unidad básica de la sociedad y medio natural para el
desenvolvimiento y bienestar de todos sus miembros, especialmente los niños y
los jóvenes, debe ser ayudada y protegida para que pueda asumir plenamente sus
responsabilidades en la comunidad. Los padres tienen el derecho exclusivo a
determinar libre y responsablemente el número y espaciamiento de sus hijos.
69. El Comité de Derechos Humanos de las
Naciones Unidas se refirió a la titularidad de los derechos consagrados por los artículos 17 y
23 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos[68]. Es importante considerar
el alcance que tiene el concepto de familia para radicar los deberes y
facultades a los que hacemos referencia. La Corte Europea de Derechos Humanos
ha sostenido en diversas ocasiones que el concepto de vida familiar “no está
reducid[o] únicamente al
matrimonio y debe abarcar otros lazos familiares de hecho donde las partes
tienen vida en común por fuera del matrimonio”[69].
70. La Corte Interamericana ha abordado el
punto desde la perspectiva de los familiares de la víctima de violación de
derechos. A este respecto, el Tribunal estima que el término “familiares” debe
entenderse en sentido amplio, que abarque a todas las
personas vinculadas por un parentesco cercano.
Separación
excepcional del niño de su familia
71. El niño tiene derecho a vivir con su
familia, llamada a satisfacer sus necesidades materiales, afectivas y
psicológicas. El derecho de toda persona a recibir protección contra
injerencias arbitrarias o ilegales en su familia, forma parte, implícitamente,
del derecho a la protección de la familia y del niño, y además está
expresamente reconocido por los artículos 12.1 de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos, V
de la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, 17
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
11.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 8
de la Convención Europea de Derechos Humanos.
Estas disposiciones poseen especial relevancia cuando se analiza la separación
del niño de su familia.
72. La Corte Europea ha establecido que el
disfrute mutuo de la convivencia entre padres e hijos constituye un elemento
fundamental en la vida de familia; y
que aun cuando los padres estén separados de sus hijos la convivencia familiar
debe estar garantizada. Las
medidas que impidan ese goce constituyen una interferencia en el derecho
protegido en el artículo 8 de la Convención. El mismo Tribunal señaló que el contenido esencial de este
precepto es la protección del individuo frente a la acción arbitraria de las
autoridades públicas. Una de las interferencias más graves es la que
tiene por resultado la división de una familia.
73. Cualquier decisión relativa a la separación
del niño de su familia debe estar justificada por el interés del niño. Al
respecto, la Directriz 14 de Riad ha establecido que
[c]uando no exista un ambiente familiar de estabilidad y
bienestar, los intentos de la comunidad por ayudar a los padres en este aspecto
hayan fracasado y la familia extensa no pueda ya cumplir esta función, se
deberá recurrir a otras posibles modalidades de colocación familiar, entre
ellas los hogares de guarda y la adopción, que en la medida de lo posible
deberán reproducir un ambiente familiar de estabilidad y bienestar y, al mismo
tiempo, crear en los niños un sentimiento de permanencia, para evitar los
problemas relacionados con el "desplazamiento" de un lugar a otro.
74. La propia Corte Europea ha hecho ver que
las autoridades poseen, en algunos casos, facultades muy amplias para resolver
lo que mejor convenga al cuidado del niño. Sin
embargo, no hay que perder de vista las limitaciones existentes en diversas
materias, como el acceso de los padres al menor. Algunas de estas medidas
constituyen un peligro para las relaciones familiares. Debe existir un balance
justo entre los intereses del individuo y los de la comunidad, así como entre
los del menor y sus padres[81].
La autoridad que se reconoce a la familia no implica que ésta pueda ejercer un
control arbitrario sobre el niño, que pudiera acarrear daño para la salud y el
desarrollo del menor.
Estas preocupaciones y otras vinculadas con ellas determinan el contenido de
varios preceptos de la Convención sobre los Derechos del Niño (artículos 5, 9,
19 y 20, inter alia).
75. Esta Corte destaca los travaux préparatoires de la Convención sobre los Derechos del Niño,
que ponderaron la necesidad de que las separaciones de éste con respecto a su
núcleo familiar fueran debidamente justificadas y tuvieran preferentemente
duración temporal, y que el niño fuese devuelto a sus padres tan pronto lo
permitieran las circunstancias. En el mismo sentido se pronuncian las Reglas de
Beijing (17, 18 y 46).
76. La carencia de recursos materiales no puede
ser el único fundamento para una decisión judicial o administrativa que suponga
la separación del niño con respecto a su familia, y la consecuente privación de
otros derechos consagrados en la Convención.
77. En
conclusión, el niño debe permanecer en su núcleo familiar, salvo que existan
razones determinantes, en función del interés superior de aquél, para optar por
separarlo de su familia. En todo caso, la separación debe ser excepcional y,
preferentemente, temporal.
Instituciones y personal
78. La eficaz
y oportuna protección de los intereses del niño y la familia debe brindarse con
la intervención de instituciones debidamente calificadas para ello, que
dispongan de personal adecuado, instalaciones suficientes, medios idóneos y
experiencia probada en este género de tareas. En fin, no basta con que se trate
de organismos jurisdiccionales o administrativos; es preciso que éstos cuenten
con todos los elementos necesarios para salvaguardar el interés superior del
niño. En este sentido, el inciso tercero del artículo 3 de la Convención sobre
los Derechos del Niño determina lo siguiente:
[…]
3. Los
Estados Partes se asegurarán de que las instituciones, servicios y
establecimientos encargados del cuidado o la protección de los niños cumplan
las normas establecidas por las autoridades competentes, especialmente en
materia de seguridad, sanidad, número y competencia de su personal, así como en
relación con la existencia de una supervisión adecuada.
79. Esto debe informar la actividad de todas
las personas que intervienen en el proceso, quienes han de ejercer sus
respectivas encomiendas tomando en consideración tanto la naturaleza misma de
éstas, en general, como el interés superior del niño ante la familia, la
sociedad y el propio Estado, en particular. No basta con disponer protecciones
y garantías judiciales si los operadores del proceso carecen de capacitación
suficiente sobre lo que supone el interés superior del niño y,
consecuentemente, sobre la protección efectiva de sus derechos.
Condiciones de vida y educación del niño
80. En cuanto a las condiciones de cuidado de
los niños, el derecho a la vida que se consagra en el artículo 4 de la
Convención Americana, no sólo comporta las prohibiciones que en ese precepto se
establecen, sino la obligación de proveer de medidas necesarias para que la
vida revista condiciones dignas. El
concepto de vida digna, desarrollado por este Tribunal, se relaciona con la
norma contenida en la Convención sobre los Derechos del Niño, cuyo artículo
23.1, relativo a los niños que presentan algún tipo de discapacidad, establece
lo siguiente:
1. Los
Estados Partes reconocen que el niño mental o físicamente impedido deberá
disfrutar de una vida plena y decente en condiciones que aseguren su dignidad,
le permitan llegar a bastarse a sí mismo y faciliten la participación activa
del niño en la comunidad.
81. El pleno ejercicio de los derechos
económicos, sociales y culturales de los niños se ha relacionado a las
posibilidades del Estado obligado (artículo 4 de la Convención sobre los
Derechos del Niño), el cual debe realizar el mayor esfuerzo, de manera
constante y deliberada, para asegurar el acceso de los niños a esos derechos, y
el disfrute de los mismos, evitando retrocesos y demoras injustificadas y
asignando a este cumplimiento los mayores recursos disponibles. La Conferencia
Internacional sobre Población y el Desarrollo (El Cairo, 1994)
resaltó que
[t]odos
los Estados y todas las familias deberían dar la máxima prioridad posible a la
infancia. El niño tiene derecho a un nivel de vida adecuado para su bienestar y
al más alto nivel posible de salud y a la educación. […]
(principio 11)
82. En igual
sentido, la II Conferencia Mundial de Derechos Humanos (Viena, 1993)
puntualizó que
[d]eben
reforzarse los mecanismos y programas nacionales e internacionales de defensa y
protección de los niños, en particular las niñas, los niños abandonados, los
niños de la calle y los niños explotados económica y sexualmente, incluidos los
utilizados en la pornografía y la prostitución infantil o la venta de órganos,
los niños víctimas de enfermedades, en particular el SIDA, los niños refugiados
y desplazados, los niños detenidos, los niños en situaciones de conflicto
armado y los niños víctimas del hambre y la sequía o de otras calamidades.
83. En el mismo sentido, la Conferencia
Internacional sobre la Población y el Desarrollo también resaltó que
[t]oda
persona tiene derecho a la educación, que deberá orientarse hacia el pleno
desarrollo de los recursos humanos, de la dignidad humana y del potencial
humano, prestando especial atención a las mujeres y las niñas. La educación
debería concebirse de tal manera que fortaleciera el respeto por los derechos
humanos y las libertades fundamentales, incluidos los relacionados con la
población y el desarrollo.
84. Se debe destacar que dentro de las medidas
especiales de protección de los niños y entre los derechos reconocidos a éstos
en el artículo 19 de la Convención Americana, figura de manera destacada el
derecho a la educación, que favorece la posibilidad de gozar de una vida digna
y contribuye a prevenir situaciones desfavorables para el menor y la propia
sociedad.
85. En el principio 7 de la Declaración de los
Derechos del Niño (1959) se estableció:
El
niño tiene derecho a recibir educación, que será gratuita y obligatoria por lo
menos en las etapas elementales. Se le dará una educación que favorezca su
cultura general y le permita, en condiciones de igualdad de oportunidades,
desarrollar sus aptitudes y su juicio individual, su sentido de responsabilidad
moral y social, y llegar a ser un miembro útil de la sociedad.
[…]
El
niño debe disfrutar plenamente de juegos y recreaciones, los cuales deben estar
orientados hacia los fines perseguidos por la educación; la sociedad y las
autoridades públicas se esforzarán por promover el goce de este derecho.
86. En suma,
la educación y el cuidado de la salud de los niños suponen diversas medidas de
protección y constituyen los pilares fundamentales para garantizar el disfrute
de una vida digna por parte de los niños, que en virtud de su inmadurez y
vulnerabilidad se hallan a menudo desprovistos de los medios adecuados para la
defensa eficaz de sus derechos.
Obligaciones
positivas de protección
87. Esta Corte ha establecido reiteradamente, a
través del análisis de la norma general consagrada en el artículo 1.1 de la
Convención Americana, que el Estado está obligado a respetar los derechos y
libertades reconocidos en ella y a organizar
el poder público para garantizar a
las personas bajo
su jurisdicción el libre y pleno
ejercicio de los derechos humanos. Según las normas del derecho de la
responsabilidad internacional del Estado aplicables en el Derecho Internacional
de los Derechos Humanos, la acción u omisión de cualquier autoridad pública, de
cualquiera de los poderes del Estado, constituye un hecho imputable al Estado
que compromete su responsabilidad en los términos previstos en la Convención
Americana.
Dicha obligación general impone a los Estados Partes el deber de garantizar el ejercicio y el disfrute de los
derechos de los individuos en relación con el poder del Estado, y también en
relación con actuaciones de terceros particulares. En
este sentido, y para efectos de esta Opinión, los Estados
Partes en la Convención Americana tienen el deber, bajo los artículos 19
(Derechos del Niño) y 17 (Protección a la Familia), en combinación con el
artículo 1.1 de la misma, de tomar todas las medidas positivas que aseguren
protección a los niños contra malos tratos, sea en sus relaciones con las
autoridades públicas, sea en las relaciones interindividuales o con entes no
estatales.
88. En igual sentido, se desprende de las
normas contenidas en la Convención sobre los Derechos del Niño que los derechos
de los niños requieren no sólo que el Estado se abstenga de interferir
indebidamente en las relaciones privadas o familiares del niño, sino también
que, según las circunstancias, adopte providencias positivas para asegurar el
ejercicio y disfrute pleno de los derechos. Esto requiere la adopción de
medidas, entre otras, de carácter económico, social y cultural. En
particular, el Comité sobre Derechos del Niño ha enfatizado en su primer comentario
general la relevancia del derecho a la educación.
Efectivamente, es sobre todo a través de la educación que gradualmente se
supera la vulnerabilidad de los niños.
Asimismo, el Estado, como responsable del bien común, debe, en igual
sentido, resguardar el rol preponderante de la familia en la protección del
niño; y prestar asistencia del poder público a la familia,
mediante la adopción de medidas que promuevan la unidad familiar.
89. Cabe destacar que el Comité sobre Derechos
del Niño brindó especial atención a la violencia contra los niños tanto en el
seno de la familia como en la escuela. Señaló que “la Convención sobre los
Derechos Niño establece altos estándares para la protección del niño contra la
violencia, en particular en los artículos 19 y 28, así como en los artículos
29, 34, 37, 40, y otros, […] tomando en cuenta los principios generales
contenidos en los artículos 2, 3 y 12”.
90. La Corte Europea, haciendo alusión a los
artículos 19 y 37 de la Convención sobre los Derechos del Niño, ha reconocido
el derecho del niño a ser protegido contra interferencias de actores
no-estatales tales como el maltrato de
uno de los padres;
además, ha reconocido que si los niños han sido descuidados por sus padres y
carecen de satisfacción para afrontar sus necesidades sociales básicas, el
Estado tiene el deber de intervenir para protegerlos.
91. En
conclusión, el Estado tiene el deber de adoptar todas las medidas positivas
para asegurar la plena vigencia de los derechos del niño.
ix
Procedimientos judiciales o
administrativos en que participan los niños
Debido proceso y garantías
92. Como se ha dicho anteriormente (supra 87), los Estados tienen la
obligación de reconocer y respetar los derechos y libertades de la persona
humana, así como proteger y asegurar su ejercicio a través de las respectivas
garantías (artículo 1.1), medios idóneos para que aquéllos sean efectivos en
toda circunstancia,
tanto el corpus iuris de derechos y
libertades como las garantías de éstos, son conceptos inseparables del sistema
de valores y principios característico de la sociedad democrática. En ésta “los
derechos y libertades inherentes a la persona, sus garantías y el Estado de
Derecho constituyen una tríada, cada uno de cuyos componentes se define,
completa y adquiere sentido en función de los otros”.
93. Entre
estos valores fundamentales figura la salvaguarda de los niños, tanto por su
condición de seres humanos y la dignidad inherente a éstos, como por la
situación especial en que se encuentran. En razón de su inmadurez y
vulnerabilidad, requieren protección que garantice el ejercicio de sus derechos
dentro de la familia, de la sociedad y con respecto al Estado.
94. Estas consideraciones se deben proyectar
sobre la regulación de los procedimientos, judiciales o administrativos, en los
que se resuelva acerca de derechos de los niños y, en su caso, de las personas
bajo cuya potestad o tutela se hallan aquéllas.
95. Las garantías consagradas en los artículos
8 y 25 de la Convención se reconocen a todas las personas por igual, y deben
correlacionarse con los derechos específicos que estatuye, además, el artículo
19, en forma que se reflejen en cualesquiera procesos administrativos o
judiciales en los que se discuta algún derecho de un niño.
96. Es evidente que las condiciones en las que
participa un niño en un proceso no son las mismas en que lo hace un adulto. Si
se sostuviera otra cosa se desconocería la realidad y se omitiría la adopción
de medidas especiales para la protección de los niños, con grave perjuicio para
estos mismos. Por lo tanto, es indispensable reconocer y respetar las
diferencias de trato que corresponden a diferencias de situación, entre quienes
participan en un procedimiento.
97. A este
respecto, conviene recordar que la Corte señaló en la Opinión Consultiva acerca del Derecho a la Información sobre la
Asistencia Consular en el Marco de las Garantías del Debido Proceso Legal
cuando abordó esta materia desde una perspectiva general, que
[p]ara
alcanzar sus objetivos, el proceso debe reconocer y resolver los factores de
desigualdad real de quienes son llevados ante la justicia. Es así como se atiende el principio de
igualdad ante la ley y los tribunales[101] y a la correlativa prohibición de
discriminación. La presencia de condiciones de desigualdad real obliga a
adoptar medidas de compensación que contribuyan a reducir o eliminar los
obstáculos y deficiencias que impidan o reduzcan la defensa eficaz de los
propios intereses. Si no existieran esos
medios de compensación, ampliamente reconocidos en diversas vertientes del
procedimiento, difícilmente se podría decir que quienes se encuentran en
condiciones de desventaja disfrutan de un verdadero acceso a la justicia y se
benefician de un debido proceso legal en condiciones de igualdad con quienes no
afrontan esas desventajas (supra 47).
98. En
definitiva, si bien los derechos procesales y sus correlativas garantías son
aplicables a todas las personas, en el caso de los niños el ejercicio de
aquéllos supone, por las condiciones especiales en las que se encuentran los
menores, la adopción de ciertas medidas específicas con el propósito de que
gocen efectivamente de dichos derechos y garantías.
Participación
del niño
99. Dentro de las situaciones hipotéticas
planteadas por la Comisión Interamericana se alude directamente a la
participación del niño en los procedimientos en que se discuten sus propios
derechos y cuya decisión es relevante para su vida futura. El artículo 12 de la
Convención sobre los Derechos del Niño contiene adecuadas previsiones sobre este
punto, con el objeto de que la intervención del niño se ajuste a las
condiciones de éste y no redunde en perjuicio de su interés genuino:
1. Los
Estados Partes garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un
juicio propio el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos
que afectan al niño, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones del niño,
en función de la edad y madurez del niño.
2. Con
tal fin, se dará en particular al niño oportunidad de ser escuchado, en todo
procedimiento judicial o administrativo que afecte al niño, ya sea directamente
o por medio de un representante o de un órgano apropiado, en consonancia con
las normas de procedimiento de la ley nacional.
100. Bajo esta misma perspectiva, y específicamente
con respecto a determinados procesos judiciales, la Observación General 13
relativa al artículo 14 del Pacto de Derechos Civiles y Políticos de las
Naciones Unidas, sobre la igualdad de todas las personas en el derecho a ser
oídas públicamente por un tribunal competente, señaló que dicha norma se aplica
tanto a tribunales ordinarios como especiales[104], y determinó que los
“menores deben disfrutar por lo menos de las mismas garantías y protección que
se conceden a los adultos en el artículo 14”[105].
101. Este Tribunal considera oportuno formular
algunas precisiones con respecto a esta cuestión. Como anteriormente se dijo,
el grupo definido como niños involucra a todas las personas menores de 18 años
(supra 42). Evidentemente, hay gran
variedad en el grado de desarrollo físico e intelectual, en la experiencia y en
la información que poseen quienes se hallan comprendidos en aquel concepto. La
capacidad de decisión de un niño de 3 años no es igual a la de un adolescente
de 16 años. Por ello debe matizarse razonablemente el alcance de la
participación del niño en los procedimientos, con el fin de lograr la
protección efectiva de su interés superior, objetivo último de la normativa del
Derecho Internacional de los Derechos Humanos en este dominio.
102. En definitiva, el aplicador del derecho, sea
en el ámbito administrativo, sea en el judicial, deberá tomar en consideración
las condiciones específicas del menor y su interés superior para acordar la
participación de éste, según corresponda, en la determinación de sus derechos.
En esta ponderación se procurará el mayor acceso del menor, en la medida de lo
posible, al examen de su propio caso.
Proceso administrativo
103. Las medidas de protección que se adopten en
sede administrativa, deben ajustarse estrictamente a la ley, y apuntar a que el
niño continúe vinculado con su núcleo familiar, si esto es posible y razonable
(supra 71); en el caso de que resulte
necesario una separación, que ésta sea por el menor tiempo posible (supra 77); que quienes intervengan en
los procesos decisorios sean personas con la competencia personal y profesional
necesaria para identificar las medidas aconsejables en función del niño (supra 78 y 79); que las medidas
adoptadas tengan el objetivo de reeducar y resocializar al menor, cuando ello
sea pertinente; y que sólo excepcionalmente se haga uso de medidas privativas
de libertad. Todo ello permite el desarrollo adecuado del debido proceso,
reduce y limita adecuadamente la discrecionalidad de éste, conforme a criterios
de pertinencia y racionalidad.
Procesos judiciales
Imputabilidad,
delincuencia y estado de riesgo
104. Para el examen de la cuestión que ahora
interesa conviene identificar algunos conceptos muy frecuentemente manejados en
este ámbito –con mayor o menor acierto- como son los de imputabilidad,
delincuencia y estado de riesgo.
105. La imputabilidad, desde la perspectiva penal
–vinculada a la realización de conductas típicas y punibles y a las
correspondientes consecuencias sancionatorias- es la capacidad de culpabilidad
de un sujeto. Si éste carece de ella, no es posible formular en su contra el
juicio de reproche que se dirigiría, en cambio, a quien es imputable. La imputabilidad queda excluida cuando la
persona carece de capacidad de entender la naturaleza de su acción u omisión
y/o de conducirse conforme a esa comprensión. Se suele aceptar que carecen de
esa capacidad los menores de cierta edad. Se trata de una valoración legal
genérica, que no examina las condiciones específicas de los menores,
casuísticamente, sino que los excluye de plano del ámbito de la justicia penal.
106. Las Reglas de Beijing en su disposición 4, que no tiene naturaleza vinculante, estableció que
la imputabilidad penal “no deberá fijarse a una edad demasiado temprana habida
cuenta de las circunstancias que acompañan la madurez emocional, mental e
intelectual” del niño.
107. La Convención sobre los Derechos del Niño no
alude explícitamente a las medidas represivas para este tipo de situaciones,
salvo el artículo 40.3 inciso a),
que obliga a los Estados Partes a tener una edad mínima en la cual se presuma
que el niño no puede infringir la legislación penal o criminal.
108. Esto conduce a considerar la hipótesis de
que los menores de edad –niños, en el sentido de la Convención respectiva-
incurran en conductas ilícitas. La actuación del Estado (persecutoria,
punitiva, readaptadora) se justifica, tanto en el caso de los adultos como en
el de los menores de cierta edad, cuando aquéllos o éstos realizan hechos
previstos como punibles en las leyes penales. Es preciso, pues, que la conducta
que motiva la intervención estatal sea penalmente típica. Así, se asegura el
imperio de la legalidad en este delicado campo de las relaciones entre la
persona y el Estado. Esta Corte ha
señalado que el principio de legalidad penal “implica una clara definición de
la conducta incriminada, que fije sus elementos y permita deslindarla de
comportamientos no punibles o conductas ilícitas sancionables con medidas no
penales”. Esta garantía, contemplada en el artículo 9
de la Convención Americana, debe ser otorgada a los niños.
109. Una
consecuencia evidente de la pertinencia de atender en forma diferenciada y
específica las cuestiones referentes a los niños, y particularmente, las
relacionadas con la conducta ilícita, es el establecimiento de órganos
jurisdiccionales especializados para el conocimiento de conductas penalmente
típicas atribuidas a aquéllos. Sobre esta importante materia se proyecta lo que
antes se dijo a propósito de la edad requerida para que una persona sea considerada
como niño conforme al criterio predominante en el plano internacional.
Consecuentemente, los menores de 18 años a quienes se atribuya la comisión de
conductas previstas como delictuosas por la ley penal, deberán quedar sujetos,
para los fines del conocimiento respectivo y la
adopción de las medidas pertinentes, sólo a órganos jurisdiccionales
específicos distintos de los correspondientes a los mayores de edad. Así, la
Convención sobre los Derechos del Niño contempla el “establecimiento
de leyes, procedimientos, autoridades e instituciones específicos para los
niños de quienes se alegue que han infringido las leyes penales o a quienes se
acuse o declare culpables de haber infringido esas leyes” (artículo
40.3).
110. Es
inadmisible que se incluya en esta hipótesis la situación de los menores que no
han incurrido en conducta penalmente típica, pero se encuentran en situación de
riesgo o peligro, por desvalimiento, abandono, miseria o enfermedad, y menos
aún la de aquellos otros que simplemente observan un comportamiento diferente
del que caracteriza a la mayoría, se apartan de las patrones de conducta
generalmente aceptados, presentan conflictos de adaptación al medio familiar,
escolar o social, en general, o se marginan de los usos y valores de la
sociedad de la que forman parte. El concepto de delincuencia infantil o juvenil
sólo puede aplicarse a quienes se hallan en el primer supuesto mencionado, esto
es, a los que incurren en conductas típicas, no así a quienes se encuentran en
los otros supuestos.
111. En este sentido, la Directriz 56 de Riad
establece que ‘‘deberá promulgarse una legislación por la cual se garantice que
todo acto que no se considera un delito, ni es sancionado cuando lo comete un
adulto, tampoco deberá considerarse un delito ni ser objeto de sanción cuando
es cometido por un joven”.
112. Finalmente, conviene señalar que hay niños
expuestos a graves riesgos o daños que no pueden valerse por sí mismos,
resolver los problemas que les aquejan o encauzar adecuadamente su propia vida,
sea porque carecen absolutamente de un medio familiar favorable, que apoye su
desarrollo, sea porque presentan insuficiencias educativas, alteraciones de la
salud o desviaciones de comportamiento que requieren la intervención oportuna (supra 88 y 91) y esmerada de
instituciones debidamente dotadas y personal competente para resolver estos
problemas o mitigar sus consecuencias.
113. Obviamente, estos niños no quedan
inmediatamente privados de derechos y sustraídos a la relación con sus padres o
tutores y a la autoridad de éstos. No pasan al “dominio” de la autoridad, de
manera tal que ésta asuma, fuera de procedimiento legal y sin garantías que
preserven los derechos e intereses del menor, la responsabilidad del caso y la
autoridad plena sobre aquél. En toda circunstancia, se mantienen a salvo los
derechos materiales y procesales del niño. Cualquier actuación que afecte a
éste debe hallarse perfectamente motivada conforme a la ley, ser razonable y
pertinente en el fondo y en la forma, atender al interés superior del niño y
sujetarse a procedimientos y garantías que permitan verificar en todo momento
su idoneidad y legitimidad.
114. La
presencia de circunstancias graves, como las que hemos descrito, tampoco
excluye inmediatamente la autoridad de los padres ni los releva de las
responsabilidades primordiales que naturalmente les corresponden y que sólo
pueden verse modificadas o suspendidas, en su caso, como resultado de un
procedimiento en el que se observen las reglas aplicables a la afectación de un
derecho.
Debido
proceso
115. Las garantías judiciales son de observancia
obligatoria en todo proceso en el que la libertad personal de un individuo está
en juego. Los principios y actos del debido proceso legal constituyen un
conjunto irreductible y estricto que puede ampliarse a la luz de nuevos avances
en el Derecho de los derechos humanos. Como estableciera este Tribunal en su
opinión consultiva sobre el Derecho a la
Información sobre la Asistencia Consular en el Marco de las Garantías del
Debido Proceso Legal:
el proceso es un medio para asegurar, en la mayor
medida posible, la solución justa de una controversia. A ese fin atiende el
conjunto de actos de diversas características generalmente reunidos bajo el
concepto de debido proceso legal. El
desarrollo histórico del proceso, consecuente con la protección del individuo y
la realización de la justicia, ha traído consigo la incorporación de nuevos
derechos procesales. Son ejemplo de este
carácter evolutivo del proceso los derechos a no autoincriminarse y a declarar
en presencia de abogado, que hoy día figuran en la legislación y en la
jurisprudencia de los sistemas jurídicos más avanzados. Es así como se ha establecido, en forma
progresiva, el aparato de las garantías judiciales que recoge el artículo 14
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, al que pueden y deben
agregarse, bajo el mismo concepto, otras garantías aportadas por diversos
instrumentos del Derecho Internacional.
116. Por lo que toca a la materia que ahora
interesa, las reglas del debido proceso se hallan establecidas, principal pero
no exclusivamente, en la Convención sobre los Derechos del Niño, las Reglas de
Beijing, las Reglas de Tokio y las Directrices de Riad, que sirven al propósito
de salvaguardar los derechos de los niños sometidos a diferentes actuaciones
por parte del Estado, la sociedad o la familia.
117. Las reglas del debido proceso y las
garantías judiciales deben aplicarse no sólo a los procesos judiciales, sino a
cualesquiera otros procesos que siga el Estado, o
bien, que estén bajo la supervisión del mismo (supra 103).
118. A nivel internacional, es importante
destacar que los Estados Partes en la Convención sobre los Derechos del Niño
han asumido la obligación de adoptar una serie de medidas que resguarden el
debido proceso legal y la protección judicial, bajo parámetros parecidos a los
establecidos en la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Estas normas
son los artículos 37 y
40.
119. Para los
fines de esta Opinión Consultiva, concierne formular algunas consideraciones
acerca de diversos principios materiales y procesales cuya aplicación se
actualiza en los procedimientos relativos a menores y que deben asociarse a los
puntos examinados con anterioridad para establecer el panorama completo de esta
materia. A este respecto es debido considerar asimismo la posibilidad y
conveniencia de que las formas procesales que observan esos tribunales revistan
modalidades propias, consecuentes con las características y necesidades de los
procedimientos que se desarrollan ante ellos, tomando en cuenta el principio
establecido en la Convención sobre los Derechos del Niño, que en este orden se
puede proyectar tanto a la intervención de tribunales, en lo concerniente a la
forma de los actos procesales, como al empleo de medios alternativos de
solución de controversias al que se alude adelante (infra 135 y 136): “siempre que sea apropiado y deseable se
[adoptarán medidas para tratar a las niños a quienes se acuse o declare
culpable de haber infringido leyes penales] sin recurrir a procedimientos
judiciales, en el entendido de que se respetarán plenamente los derechos
humanos y las garantías legales”(artículo 40.3.b de la Convención sobre los
Derechos del Niño).
a) Juez Natural
120. La garantía de los derechos implica la
existencia de medios legales idóneos para la definición y protección de
aquéllos, con intervención de un órgano judicial competente, independiente e
imparcial, cuya actuación se ajuste escrupulosamente a la ley, en la que se
fijará, conforme a criterios de oportunidad, legitimidad y racionalidad, el
ámbito de los poderes reglados de las potestades discrecionales. A este respecto,
la Regla No. 6 de Beijing regula las atribuciones de los jueces para la
determinación de los derechos de los niños:
6.1 Habida cuenta de las diversas necesidades especiales de los
menores, así como de la diversidad de medidas disponibles, se facultará un
margen suficiente para el ejercicio de facultades discrecionales en las
diferentes etapas de los juicios y en los distintos niveles de la
administración de justicia de menores, incluidos los de investigación,
procesamiento, sentencia y de las medidas complementarias de las decisiones.
6.2 Se procurará, no obstante, garantizar la debida competencia en
todas las fases y niveles en el ejercicio de cualquiera de esas facultades
discrecionales.
6.3 Los que ejerzan dichas facultades deberán estar especialmente
preparados o capacitados para hacerlo juiciosamente y en consonancia con sus
respectivas funciones y mandatos[113].
b)
Doble instancia y recurso efectivo
121. La garantía procesal anterior se complementa
con la posibilidad de que exista un tribunal superior que pueda revisar las
actuaciones del inferior. Esta facultad ha quedado plasmada en el artículo
8.2.h) de la Convención Americana y en el artículo 40.b inciso v) de la
Convención sobre los Derechos del Niño, que manifiesta:
v) Si se considerare que [el niño] ha infringido, en efecto, las leyes penales, que esta decisión y
toda medida impuesta a consecuencia de ella, serán sometidas a una autoridad u
órgano judicial superior competente, independiente e imparcial, conforme a la
ley […].
123. Asimismo las Reglas de Beijing han situado los siguientes
parámetros
7.1 En todas las etapas del proceso se respetarán garantías procesales
básicas tales como la presunción de inocencia, el derecho a ser notificado de
las acusaciones, el derecho a no responder, el derecho al asesoramiento, el
derecho a la presencia de los padres o tutores, el derecho a la confrontación
con los testigos y a interrogar a éstos y el derecho de apelación ante una
autoridad superior.
c) Principio de
Inocencia
124. Es aplicable a esta materia el artículo
8.2.g) de la Convención Americana, que
establece
[…]
2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma
su inocencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad. Durante el
proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes
garantías mínimas:
[…]
g. derecho a no ser obligado a declarar contra sí mismo ni a
declararse culpable, y
[…]
125. La norma anterior debe leerse en relación
con el artículo 40.2 b) de la Convención sobre los Derechos del Niño, la cual
dicta que
2. Con este fin, y habida cuenta de las disposiciones pertinentes
de los instrumentos internacionales, los Estados Partes garantizarán, en
particular:
[…]
b) Que a todo niño del que se alegue que ha infringido las leyes
penales o a quien se acuse de haber infringido esas leyes se le garantice, por
lo menos, lo siguiente:
i) Que se lo presumirá inocente mientras no se pruebe su
culpabilidad conforme a la ley;
126. En igual sentido, la Regla 17 de Tokio
señala que
Se
presume que los menores detenidos bajo arresto o en espera de juicio son
inocentes y deberán ser tratados como tales. En la medida de lo posible, deberá
evitarse y limitarse a circunstancias excepcionales a la detención antes del
juicio. En consecuencia, deberá hacerse todo lo posible por aplicar medidas
sustitutorias. Cuando, a pesar de ello, se recurra a la detención preventiva,
los tribunales de menores y los órganos de investigación deberán atribuir la
máxima prioridad a la más rápida tramitación posible de estos casos a fin de
que la tramitación sea lo más breve posible. Los menores detenidos en espera de
juicio deberán estar separados de los declarados culpables.
127. Este Tribunal ha establecido que dicho
principio “exige que una persona no pueda ser
condenada mientras no exista prueba plena de su responsabilidad penal. Si obra
contra ella prueba incompleta o insuficiente, no es procedente condenarla, sino
absolverla”.
128. Dentro del
proceso hay actos que poseen –o a los que se ha querido atribuir- especial
trascendencia para la definición de ciertas consecuencias jurídicas que afectan
la esfera de derechos y responsabilidades del justiciable. A esta categoría corresponde la confesión,
entendida como el reconocimiento que hace el imputado acerca de los hechos que
se le atribuyen, lo cual no necesariamente significa que ese reconocimiento
alcance a todas las cuestiones que pudieran vincularse con aquellos hechos o
sus efectos. También se ha entendido que la confesión pudiera entrañar un acto
de disposición de los bienes o los derechos sobre los que existe contienda.
129. A este respecto, y por lo que toca a menores de edad, es
pertinente manifestar que cualquier declaración de un menor, en caso de
resultar indispensable, debe sujetarse a las medidas de protección procesal que
corresponden a éste, entre ellos la posibilidad de no declarar, la asistencia
del defensor y la emisión de aquélla ante la autoridad legalmente facultada
para recibirla.
130. Además, debe tomarse en cuenta que el niño
puede carecer, en función de su edad o de otras circunstancias, de la aptitud
necesaria para apreciar o reproducir los hechos sobre los que declara, y las
consecuencias de su declaración en este caso el juzgador puede y debe valorar
con especial cautela la declaración.
Evidentemente, no se puede asignar a ésta eficacia dispositiva, cuando corresponde a
una persona que, precisamente por carecer de capacidad civil de ejercicio, no
puede disponer de su patrimonio ni ejercer por sí mismo sus derechos (supra 41).
131. Todo lo anterior sería aplicable a un
procedimiento en el que el menor participe y esté llamado a emitir
declaraciones. Por lo que toca a
procesos propiamente penales – “en sede penal” señala la solicitud de Opinión -
hay que considerar que los menores de edad están excluidos de participar como
inculpados en esa especie de enjuiciamientos.
En consecuencia, no debe presentarse la posibilidad de que en éstos
rindan declaraciones que pudieran corresponder a la categoría probatoria de una
confesión.
d) Principio de contradictorio
132. En todo proceso deben concurrir determinados
elementos para que exista el mayor equilibrio entre las partes, para la debida
defensa de sus intereses y derechos. Esto implica, entre otras cosas, que rija
el principio de contradictorio en las actuaciones, al que atienden las normas
que en diversos instrumentos disponen la intervención del niño por si o
mediante representantes en los actos del proceso, la aportación de pruebas y el
examen de éstas, la formulación de alegatos, entre otros.
133. En este
sentido, la Corte Europea ha señalado que:
El
derecho a contradecir en un proceso para los efectos del artículo 6.1, tal y
como ha sido interpretado por la jurisprudencia, “significa en principio la
oportunidad para las partes en un juicio civil o penal de conocer y analizar la
prueba aducida o las observaciones remitidas al expediente […], con el objetivo
de influir sobre la decisión de la Corte”.
e) Principio de publicidad
134. Cuando se trata de procedimientos en los que
se examinan cuestiones relativas a menores de edad, que trascienden en la vida
de éstos, procede fijar ciertas limitaciones al amplio principio de publicidad
que rige en otros casos, no por lo que toca al acceso de las partes a las
pruebas y resoluciones, sino en lo que atañe a la observación pública de los
actos procesales. Estos límites atienden al interés superior del niño, en la
medida en que lo preservan de apreciaciones, juicios o estigmatizaciones que
pueden gravitar sobre su vida futura. Al respecto, la Corte Europea ha
señalado, aludiendo al artículo 40.2.b) de la Convención sobre los Derechos del
Niño, que “a los niños acusados de crímenes debe respetárseles totalmente su
privacidad en todas las etapas del proceso”.
Asimismo, el Consejo de Europa ordenó a los Estados Partes revisar y cambiar la
legislación con el objeto de hacer respetar la privacidad del niño. En
un sentido similar la Regla 8.1 de Beijing establece que debe respetarse la
privacidad del joven en todas las etapas del proceso.
Justicia alternativa
135. Las normas internacionales procuran excluir
o reducir la “judicialización” de
los problemas sociales que afectan a los niños, que pueden y deben ser
resueltos, en muchos casos, con medidas de diverso carácter, al amparo del
artículo 19 de la Convención Americana, pero sin alterar o disminuir los
derechos de las personas. En este sentido, son plenamente admisibles los medios
alternativos de solución de las controversias, que permitan la adopción de
decisiones equitativas, siempre sin menoscabo de los derechos de las personas.
Por ello, es preciso que se regule con especial cuidado la aplicación de estos
medios alternativos en los casos en que se hallan en juego los intereses de los
menores de edad.
136. A este
respecto la Convención sobre los Derechos del Niño previene en su artículo 40:
3. Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para
promover el establecimiento de leyes, procedimientos, autoridades e
instituciones específicos para los niños de quienes se alegue que han
infringido las leyes penales o a quienes se acuse o declare culpables de haber
infringido esas leyes, y en particular:
[…]
b) Siempre que sea apropiado y deseable, la adopción de medidas
para tratar a esos niños sin recurrir a procedimientos judiciales, en el
entendimiento de que se respetarán plenamente los derechos humanos y las
garantías legales.
x
opinión
137. Por las razones expuestas,
LA
CORTE,
por
seis votos contra uno.
DECIDE
Que
tiene competencia para emitir la presente Opinión Consultiva y que la solicitud
de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos es admisible.
DECLARA
Que
para los efectos de esta opinión consultiva, “niño” o “menor de edad” es toda
persona que no haya cumplido 18 años, salvo que
hubiese alcanzado antes la mayoría de edad, por mandato de ley, en los términos
del párrafo 42.
Y
ES DE OPINIÓN
1. Que de
conformidad con la normativa contemporánea del Derecho Internacional de los
Derechos Humanos, en la cual se enmarca el artículo 19 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, los niños son titulares de derechos y no sólo
objeto de protección.
2. Que la expresión “interés superior del niño”, consagrada en el
artículo 3 de la Convención sobre los Derechos del Niño, implica que el
desarrollo de éste y el ejercicio pleno de sus derechos deben ser considerados
como criterios rectores para la elaboración de normas y la aplicación de éstas
en todos los órdenes relativos a la vida del niño.
3. Que el principio de igualdad recogido en el artículo 24 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos no impide la adopción de reglas y
medidas específicas en relación con los niños, los cuales requieren un trato
diferente en función de sus condiciones especiales. Este trato debe orientarse
a la protección de los derechos e intereses de los niños.
4. Que la familia constituye el ámbito
primordial para el desarrollo del niño y el ejercicio de sus derechos. Por
ello, el Estado debe apoyar y fortalecer a la familia, a través de las diversas
medidas que ésta requiera para el mejor cumplimiento de su función natural en
este campo.
5. Que debe
preservarse y favorecerse la permanencia del niño en su núcleo familiar, salvo
que existan razones determinantes para separarlo de su familia, en función del
interés superior de aquél. La separación debe ser excepcional y,
preferentemente, temporal.
6. Que para
la atención a los niños, el Estado debe valerse de instituciones que dispongan
de personal adecuado, instalaciones suficientes, medios idóneos y experiencia
probada en este género de tareas.
7. Que el
respeto del derecho a la vida, en relación con los niños, abarca no sólo las
prohibiciones, entre ellas, la de la privación arbitraria, establecidas en el
artículo 4 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, sino que
comprende también la obligación de adoptar las medidas necesarias para que la
existencia de los niños se desarrolle en condiciones dignas.
8. Que la
verdadera y plena protección de los niños significa que éstos puedan disfrutar
ampliamente de todos sus derechos, entre ellos los económicos, sociales y
culturales, que les asignan diversos instrumentos internacionales. Los Estados
Partes en los tratados internacionales de derechos humanos tienen la obligación
de adoptar medidas positivas para asegurar la protección de todos los derechos
del niño.
9. Que los Estados Partes en la Convención Americana tienen el deber,
conforme a los artículos 19 y 17, en relación con el artículo 1.1 de la misma,
de tomar todas las medidas positivas que aseguren la protección a los niños
contra malos tratos, sea en su relación con las autoridades públicas, o en las
relaciones inter–individuales o con entes no estatales.
10. Que en los procedimientos judiciales o
administrativos en que se resuelven derechos de los niños se deben observar los
principios y las normas del debido proceso legal. Esto abarca las reglas
correspondientes a juez natural –competente, independiente e imparcial–, doble
instancia, presunción de inocencia, contradicción y audiencia y defensa,
atendiendo las particularidades que se derivan de la situación específica en
que se encuentran los niños y que se proyectan razonablemente, entre otras
materias, sobre la intervención personal de dichos procedimientos y las medidas
de protección que sea indispensable adoptar en el desarrollo de éstos.
11. Que los menores de 18 años a quienes se
atribuya la comisión de una conducta delictuosa deben quedar sujetos a órganos
jurisdiccionales distintos de los correspondientes a los mayores de edad. Las
características de la intervención que el Estado debe tener en el caso de los
menores infractores deben reflejarse en la integración y el funcionamiento de
estos tribunales, así como en la naturaleza de las medidas que ellos pueden
adoptar.
12. Que la conducta que motive la intervención
del Estado en los casos a los que se refiere el punto anterior debe hallarse
descrita en la ley penal. Otros casos, como son los de abandono, desvalimiento,
riesgo o enfermedad, deben ser atendidos en forma diferente, a la que
corresponde a los procedimientos aplicables a quienes incurren en conductas
típicas. Sin embargo, en dichos casos es preciso observar, igualmente, los
principios y las normas del debido proceso legal, tanto en lo que corresponde a
los menores como en lo que toca a quienes ejercen derechos en relación con
éstos, derivados del estatuto familiar, atendiendo también a las condiciones
específicas en que se encuentren los niños.
13. Que es posible emplear vías alternativas de
solución de las controversias que afecten a los niños, pero es preciso regular
con especial cuidado la aplicación de estos medios alternativos para que no se
alteren o disminuyan los derechos de aquéllos.
Disiente el Juez
Jackman, quien hizo conocer a la Corte su Voto Disidente. Los Jueces Cançado
Trindade y García Ramírez, sus Votos Concurrentes, los cuales acompañan la
presente Opinión Consultiva.
Redactada
en español e inglés, haciendo fe el texto en español, en San José, Costa Rica,
el 28 de agosto de 2002.
Antônio
A. Cançado Trindade
Presidente
Alirio Abreu
Burelli
Hernán Salgado Pesantes
Sergio García Ramírez
|
Máximo Pacheco
Gómez
Oliver Jackman
Carlos Vicente de
Roux Rengifo
|
Manuel E. Ventura
Robles
Secretario
Comuníquese,
Antônio
A. Cançado Trindade
Presidente
Manuel
E. Ventura Robles
Secretario